Dos emiratíes frente a 'El pífano' de Édouard Manet en la apertura del Louvre Abu Dabi, el 8 de noviembre de 2017. Luc Castel / Getty Images.

ARTE Y POLÍTICA

Armas por museos: el Louvre de Abu Dabi

Los países de Oriente Próximo parecen estarse sirviendo de una concepción utilitarista del arte para consolidar su 'soft power', un término que designa una manera indirecta y no coercitiva de influenciar a ciertos actores políticos. El nuevo Louvre es un ejemplo de ello.

Hernán A. Melo Velásquez* París
23 de enero de 2018

Una anécdota sobre el nacimiento del Museo Louvre de Abu Dabi, que abrió sus puertas el pasado 8 de noviembre tras diez años de trabajo, servirá para ilustrar cómo la frontera entre la política, la cultura y las finanzas resulta cada vez más difusa. Ocurrió el 7 de marzo de 2007 durante el consejo de ministros del entonces presidente Jacques Chirac. El ministro de Cultura de la época, Renaud Donnedieu de Vabres, tuvo el honor de hablar primero. “Queridos colegas –comenzó diciendo–, propongo una nueva regla alrededor de esta mesa: que el turno de la palabra corresponda al dinero que hacemos ganar. Así, el ministro de las viejas piedras y los trovadores vienen de hacerle ganar a nuestro país un billón de euros. ¿Quién entre ustedes puede decir lo mismo?”, habría dicho Donnedieu de Vabres abombando el pecho.

Entre los ministros, algunos rieron y otros se irritaron, hasta que Chirac, visiblemente enojado, lo puso en su sitio precisando que solo el presidente decidía el turno de la palabra. En aquel entonces, Francia estaba a un mes y medio de las elecciones presidenciales, y por eso no se supo más del tema por esos días, a pesar de lo mucho que representaba –en términos económicos y geopolíticos– la creación del nuevo Louvre. Además, el museo se sumaba a otros proyectos como la creación de la Universidad París Sorbonne-Abu Dabi en 2006 y la construcción de tres bases militares francesas en los Emiratos.

En respuesta a las numerosas críticas que recibió al principio el proyecto, los responsables científicos franceses pusieron de relieve el carácter universalista del Louvre Abu Dabi y señalaron que la colección de obras que habría de constituirse presentaría afinidades entre obras de distintas épocas y culturas del mundo; por su lado, los emiratíes reiteraron que el museo haría parte de una nueva política cultural que esperaba mejorar el nivel de educación de sus habitantes.

Hasta aquí las versiones oficiales que se difundieron en casi todos los medios de comunicación. Sin embargo, en términos de realpolitik –o pragmatismo político–, algunos especialistas de Oriente Próximo señalan, por el contrario, otras intenciones menos luminosas y humanistas.

Ellos coinciden en afirmar que el nuevo Louvre Abu Dabi hace parte de una nueva rivalidad estratégica entre los Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Catar por exhibirse como la nación más abierta hacia Occidente, una imagen que favorece notablemente los negocios y la compraventa de armas. En 2017, por ejemplo, Francia anunció pedidos de armas por un total de 20 billones de euros, y sus mejores clientes se hallan en Oriente Próximo, una región en plena ebullición con la guerra de Yemen.

Fue precisamente para gustarle a Occidente que el nuevo príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, anunció también sorprendentes reformas económicas y sociales, como la autorización para que las mujeres conduzcan y la apertura de salas de cine. Estas medidas llegan tras varios lustros de un wahabismo fundamentalista, conocido por su rigor en la aplicación de la Sharia o ley islámica.

Otra consecuencia de la rivalidad entre saudíes y emiratíes sería la misteriosa y onerosa compra del cuadro Salvator Mundi de Leonardo da Vinci por una cifra récord de 450 millones de dólares. Oficialmente el cuadro será expuesto en el Louvre Abu Dabi. Según ciertas fuentes, algunas de ellas diplomáticas, la obra pertenecería al príncipe saudí Bader bin Abdullah, amigo muy cercano de Mohamed bin Salman. En cualquier caso, el interés de ambas monarquías habría disparado el precio de la obra.

La nueva burbuja de precios resulta de lo que Artprice, una empresa internacional especializada en el mercado del arte, denomina “la nueva Industria Museológica”, que aúna el arte, la política y las finanzas. Según la misma firma, esta dinámica llevará al mercado del arte a desembolsar, de aquí a 2020, hasta un billón de dólares por una obra.

Del arte como un soft power

Lo que parece ser una idea utilitaria del arte está sirviendo a los países de Oriente Próximo para consolidar su soft power, o poder suave, un término que designa una manera indirecta y no coercitiva de influenciar a otros actores políticos. Siguiendo dicho propósito, los Emiratos Árabes organizan la Exposición Universal de 2020 en Dubái y comenzarán a construir este año el museo Guggenheim Abu Dabi. Mientras tanto, sus vecinos de Catar organizan la Copa del Mundo de fútbol de 2022 y patrocinan otros muchos eventos deportivos internacionales; y por eso China ha implantado cientos de Institutos Confucio en todo el mundo.

Consolidar ese soft power requiere que los países de Oriente Próximo derrochen mucho dinero de sus ilimitados fondos soberanos de inversión. Por eso no dudaron en gastarse más de 600 millones de euros para levantar los 55 edificios blancos con los que cuenta el Louvre Abu Dabi, arropados por un soberbio domo de metal que despliega, a medida que el sol cambia de posición, un cambiante e hipnotizador juego de luces.

Todo en el contrato intergubernamental que firmaron Francia y los Emiratos Árabes parece desmedido, porque tendrá una validez de 30 años, y porque 450 millones del billón de euros que desembolsará el Emirato corresponden a los derechos por usar la “marca” Louvre. El resto compete al préstamo de obras, la asesoría científica y la formación de expertos emiratíes en tareas como la adquisición de obras.

Lo cierto es que los franceses intentan hoy sacar el mayor provecho a su rango de potencia museística mundial con el ánimo de fortalecer su influencia cultural –que muchos consideran, con razón, en decadencia– y, de paso, estrechar lazos comerciales y diplomáticos.

El siguiente museo en la lista de “marcas” comercializables en Francia es el Centro George Pompidou, especializado en arte moderno. El periódico francés Le Figaro tituló hace unas semanas “Pompidou: una marca que se vende bien”, y avisó que, después de abrir una sede en Málaga, España, en 2022 el museo abrirá otra en Bruselas, y una más en Shanghái, en la antigua sede de la Exposición Universal de 2010. Aunque las excavadoras ya están trabajando, el acuerdo aún no se ha oficializado.

¿Un nuevo modelo de franquicias?

Hoy cabe preguntarse si estamos ante un nuevo fenómeno de la globalización donde los museos se venden como franquicias de restaurantes o supermercados, y hasta qué punto el arte y los artistas resultarán afectados por ello. En el marco de los acuerdos con Abu Dabi, Bruselas y Shanghái, los franceses no solo venden una “marca”, sino que comercializan su pericia científica y proveen también obras excepcionales en calidad de préstamo.

De esta manera se ha puesto en camino un nuevo soft power (o su versión francesa), en una época en que los franceses reclaman un mayor protagonismo de su país a nivel mundial. Un aspecto positivo de este modelo de franquicias, dicen sus defensores, es que los museos franceses estarán más cerca de los ejes culturales donde surgen artistas prometedores, quienes así podrán comprar sus obras mientras los precios siguen siendo accesibles. Por ese motivo, el presidente del Centro Pompidou Serge Lasvignes al parecer está estudiando la apertura de otras sedes, entre ellas una en Colombia y otra en un país de África.

Otra razón que explica la venta de las marcas son los sucesivos recortes presupuestarios que han sufrido los museos, que les obliga a buscar nuevas opciones para mantenerse a la altura. Solo el George Pompidou de Málaga, por ejemplo, representa al Estado francés entre 1 y 1,5 millones de euros anuales.

Por último, otra consecuencia de estos acuerdos museológicos tiene que ver con la movilidad de las colecciones. Si bien algunos temen que la multiplicación de sedes debilite las exposiciones de las sedes principales, los museos implicados afirman tener tal cantidad de obras en reserva que eso no sería un problema. El Pompidou, por ejemplo, dice tener 120 mil obras, pero únicamente presta anualmente entre 2000 y 2500 obras. Lo que parece seguro es que los museos muy difícilmente prestarán sus obras más emblemáticas, sobre las cuales han cimentado su reputación, porque corren el riesgo de ver caer sus cifras de asistentes. Y esto en la nueva era, donde cultura, finanzas y política se mezclan, es inaceptable.

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“Este proyecto permite mostrar una imagen de país abierto”

Hablamos con Jamil Abou Assi, profesor e investigador libanés especialista en geopolítica de Oriente Próximo e inteligencia económica.

¿Están exagerando los medios de comunicación que critican el proyecto del Louvre Abu Dabi argumentando que se trata de un capricho de una monarquía acaudalada?

Todas las monarquías del Golfo tienen caprichos culturales que surgen de caprichos de príncipes, en lugar de formar parte de políticas culturales bien definidas. Ya sea Arabia Saudita, donde hay menos proyectos, o Catar y los Emiratos Árabes, estos proyectos culturales vienen de iniciativas de hombres de poder o de negocios. Varios hombres de negocios cataríes compran obras para colgarlas en sus palacios o para mostrar una imagen de apertura de su dinastía o de su país. Pero no hay que dejarse engañar: este tipo de proyectos son destinados a complacer a Occidente. Bastaría con preguntar a los ciudadanos del emirato –el 80 por ciento son inmigrantes– si han tenido algún eco de la inauguración del museo Louvre Abu Dabi. La mayoría tendrá noticias por haber pasado su tiempo libre en los centros comerciales.

¿Cuál cree que es la lógica política y económica de Francia y de los Emiratos Árabes detrás de la inauguración del Louvre Abu Dabi?

En estos últimos años, Francia no deja de apuntar más allá de sus límites, creyendo todavía que es una gran potencia económica mundial. De paso pretende extender el uso del francés en una región que se americaniza cada vez más. Para los Emiratos, este proyecto permite mostrar una imagen de país abierto y cimentar con esto una mejor imagen del islam, aunque al final el país siga siendo cerrado y totalitario. Basta con ver el control que tiene sobre las redes sociales y las aplicaciones de comunicación como Whatsapp para darse cuenta hasta qué punto el país es una dictadura 2.0 que invierte masivamente en la industria de la vigilancia. Entonces hay una lógica más económica del lado francés.

¿Quién compró finalmente el Salvator Mundi de Leonardo Da Vinci? ¿Por qué no están todavía seguros de quién lo compró?

Esa historia sigue siendo muy oscura. La diplomacia emiratí persiste diciendo que el cuadro es propiedad del Louvre Abu Dabi, cuando en realidad la inteligencia online dice lo contrario. Parece que hay una rivalidad entre el nuevo régimen saudí de Mohamed bin Salman y el poder de Abu Dabi para legitimarse como precursores de una nueva apertura hacia Occidente. Además, el príncipe saudí Bader bin Abdullah, quien habría comprado el cuadro por 450 millones de dólares, según también The New York Times, es un aliado cercano del príncipe heredero bin Salman. Mohamed bin Salman busca probablemente imponerse a nivel regional como el verdadero jefe de las naciones del Golfo Pérsico, mostrarse abierto a Occidente y contrarrestar al tiempo la creciente influencia iraní en la región.

Los defensores del museo afirman que se trata de un proyecto universalista en un mundo cada vez más fragmentado. ¿Qué tan cierto es eso?

En mi concepto, estos son solo elementos de lenguaje que se vehiculan cada vez más en Oriente Próximo para mostrar la apertura en dicha región, cada vez más señalada como una región minada por el terrorismo islamista. A largo plazo, el museo podría aportar una renovación cultural y los Emiratos Árabes han desarrollado en este sentido varios proyectos, pero no nos engañemos: la censura y la autocensura de los artistas árabes estarán siempre presentes.

*Periodista especializado en Literatura y Estudios latinoamericanos.

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