21 lecciones para el siglo xxi Yuval Noah Harari Debate 300 páginas

NO FICCIÓN

Nada será igual: Mauricio Sáenz reseña '21 lecciones para el siglo XXI'

Nuestro crítico Mauricio Sáenz reseña el último libro de Yuval Noah Harari, '21 lecciones para el siglo XXI'.

Mauricio Sáenz
22 de octubre de 2018

No hay nada más peligroso para un pensador que la prensa lo declare gurú. Pero eso está pasando con Yuval Noah Harari, y sus malquerientes aprovechan para llamarlo “el gurú del siglo XXI” con un sarcasmo que no tratan de ocultar. Por lo demás, el historiador israelí no ayuda. Hay algo de mercadeo tipo Paulo Coelho en eso de ofrecer justo 21 lecciones para el siglo XXI. ¿Si se hubiera tratado del siglo XX, habrían sido veinte lecciones?

¿Y las campañas masivas de publicidad no trivializan su mensaje? Harari no necesita avisos de primera plana. Sus dos libros previos, De animales a dioses (2012) y Homo deus (2017), tuvieron un éxito monumental y ya acumulan traducciones a más de cuarenta idiomas. Hace apenas seis años era un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y hoy se pelean por hablar con él desde Angela Merkel hasta Emmanuel Macron. Millones siguen sus conferencias por internet, le llueven entrevistas por doquier y las universidades se pelean por llevarlo a sus auditorios.

Nada de eso es gratuito. Porque en realidad ni sus devaneos mercaderistas ni la envidia de sus pares alcanzan a quitarles mérito a sus reflexiones universalistas, de un apasionado humanismo y laicismo secular, que lo convirtieron en una superestrella intelectual.

En efecto, en De animales a dioses ofrecía una mirada al éxito de los homo sapiens en su carrera por dominar el planeta, y en Homo deus presentaba sus proyecciones de un futuro lejano de profunda transformación existencial. Ahora, en sus 21 lecciones, Harari tiene un tono de urgencia. En efecto, hacia 2050, cuando los más jóvenes seguirán vivos, muchas de las certezas actuales habrán desaparecido y su mundo será irreconocible. No hay tiempo que perder, porque se acercan los mayores desafíos que nuestra especie haya enfrentado jamás.

Aunque ese desafortunado título habla de lecciones, Harari en realidad se limita a plantear los términos de la discusión y a definir las perspectivas históricas e ideológicas. Comienza por la decadencia del relato liberal, sobreviviente de un siglo XX en que perecieron tanto el comunista como el fascista. El liberalismo, apropiado para gestionar un mundo de refinerías, motores o televisores, no tiene las herramientas para el colapso ecológico y la disrupción tecnológica con una de sus manifestaciones más conspicuas: la inteligencia artificial (AI).

Porque la supuesta libertad para votar quedará cada vez más en entredicho a medida que la biotecnología, combinada con la infotecnología, modelen nuestros sentimientos. De tal manera que las dictaduras del siglo XXI no tendrán nada que ver con las del XX, pues a cambio de represión armada, regirán los algoritmos omnipresentes y omniscientes a partir de biosensores que sabrán más de nosotros que nosotros mismos.

Por otro lado, la pérdida de trabajos en los ámbitos más insólitos, a manos de la AI, llevará a la clase trabajadora a luchar ya no contra la explotación, sino contra un enemigo peor: la irrelevancia. Por eso, grandes porciones de la población quedarán fuera del mercado laboral preguntándose, sin respuesta, por su identidad y el significado de sus vidas. Aunque, como dice Harari, en primer lugar hay que entender que la vida no es un relato. “El universo no tiene sentido y los sentimientos humanos tampoco (…). No son parte de un gran relato cósmico: solo vibraciones efímeras que aparecen y desaparecen sin propósito concreto”.

No es fácil hacerle justicia a un libro de implicaciones tan variadas y complejas. Tras reconocerlo, basta decir que no es extraño que muchos comentaristas hayan empezado a atacarlo con saña. Muchos se sienten vulnerados, sobre todo aquellos que viven con el poder y defienden un statu quo que quisieran ver profundizado en el futuro. Las ideas de Harari destruyen sin piedad verdades convencionales, no solo en cuanto a la sociedad y sus contornos, como las creencias religiosas, sino en cuanto al individuo en sí mismo. Y este libro no es la excepción.

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