Castas y felices

Un movimiento de mujeres en Estados Unidos le ha dicho no al sexo y cada día cuenta con más adeptas.

11 de septiembre de 2000

La revolución cultural de los años 60 le abrió al sexo femenino la posibilidad de disfrutar su sexualidad sin ningún tipo de inhibiciones. Actualmente, sin embargo, muchas de esas mujeres que se beneficiaron y disfrutaron de la tan cacareada libertad sexual hoy piensan que ese movimiento feminista llegó muy lejos y por eso desean pedir la baja y marginarse; en síntesis, quieren vivir en castidad.

Ellas han formado un movimiento que está creciendo con fuerza en Estados Unidos y cada día tiene más adeptos. La mayoría cree que vivir en uso de buen retiro del ejercicio sexual es lo mejor para mejorar la autoestima y la identidad como personas.

Esta creciente tendencia de las mujeres a decirle no al sexo a una edad en que las hormonas se encuentran en su esplendor tiene sorprendidos a muchos. Tanto, que toda la prensa estadounidense —incluyendo a diarios como The New York Times— se ha referido a este fenómeno.

La historia parece traída de los cabellos pues nada resulta más contradictorio que las mujeres le abran la puerta a la abstinencia en una sociedad que bombardea a sus ciudadanos con mensajes que incitan al sexo. Pero la verdad es que el movimiento que aboga la castidad es un hecho. Y aunque muchos creen que es un sacrificio inútil, estas mujeres están convencidas de que ésta ha sido la mejor decisión de sus vidas.

La razón detrás del movimiento no tiene nada que ver con creencias religiosas ni morales y ni siquiera con el riesgo del contagio de sida. Estas mujeres se han convertido en célibes debido a que en la vida sin sexo han encontrado la verdadera libertad y la confianza en sí mismas.

Estas vírgenes renovadas, como se llaman a sí mismas, dependían de los hombres para mantenerse pero ahora que viven solas, no sólo pueden hacerse cargo de ellas mismas sino que han logrado valorarse como seres humanos. “Tenemos el control de nuestras vidas”, afirma Wendy Keller, una periodista de 34 años que después de unirse a estas filas escribió un libro sobre su experiencia y la de otras mujeres célibes titulado The Cult of the Born Again Virgin ó El culto de la virgen renacida—. Ella proclama la castidad voluntaria y por tiempo indefinido, hasta que la mujer encuentre un hombre que valga la pena.

Nadie sabe cuántas mujeres conforman este grupo pero se estima que pueden ser millones. La mayoría cuenta con más de 30 años y han tenido experiencias dolorosas con hombres. “Tal vez un 50 por ciento de ellas llegan al celibato porque tienen mucha rabia”, dice la escritora.

Keller no es la única que se ha preocupado por explorar el tema. Elizabeth Abott, decana de la escuela Trinity de la Universidad de Toronto acaba de publicar el libro A history of celibacy —La historia del celibato— y afirma que la gran permisividad sexual de los años anteriores forzó a sacar el celibato del cuarto de San Alejo y convertirlo en una opción viable para todos. Ella, una madre de dos hijos y divorciada afirma que ser célibe le ha ayudado a enfocarse, a tener más control y a verse como una persona más completa. “Cuando uno es célibe se da cuenta que puede tener relaciones más intensas y profundas con los hombres”.

Otro de los libros que se ha convertido en la biblia de estas mujeres es Sensual Celibacy —Celibato sensual—, escrito por Donna Marie Williams, una mujer de 41 años que ha estado marginada del sexo durante los últimos 12 años. Para ella, ser casta ayuda a recargar el espíritu. Estar sola la ha llevado a vivir una sensación de seguridad en sí misma nunca antes vista.

Allison Saget, una ejecutiva de San Francisco, de 40 años, afirma que hace cuatro años, después de su divorcio, mientras más rechazaba propuestas de hombres de ir a la cama más sentía confianza. Y es que ese sacrificio le dio grandes recompensas pues su castidad se convirtió en un gran atractivo para ellos. Hoy tiene una relación afectiva con un ejecutivo que también aceptó el reto de ponerle ‘tatequieto’ a su sexualidad.

Los expertos han tratado de explicar este fenómeno. Para Walter Riso, siquiatra argentino, autor de libros sobre sexualidad y relaciones de pareja, el problema se presenta cuando la mujer trata de buscar amor en la promiscuidad. “Eso es mortal, su autoestima se derrumba porque está entregando su cuerpo por afecto”. Además culturalmente todavía se maneja el patrón de que el hombre es más viril mientras más mujeres tenga. El costo que paga la mujer por su libertad sexual, por el contrario, es mucho más alto. “A ella se le ve como a una prostituta y esa sensación la deja muy maltratada”.

No obstante la dicha que profesan estas personas, algunos expertos creen que detener la sexualidad es una bomba de tiempo que tarde o temprano tendrá que estallar. Algunos solo le ven sentido a la abstinencia si se hace en el contexto del duelo y con una convicción total para volver a restablecer el equilibro emocional. A mí no me parece bueno que después de un despecho las mujeres sustituyan al otro de inmediato”, dice la sicóloga Nelly Rojas de González. Con ella se identifica Amy Spencer, editora de la revista Glamour, quien opina que quitar el sexo de la vida es una negación inútil pues el problema no está allí sino en las malas experiencias que estas mujeres han acumulado.

Pese a las críticas, las vírgenes renovadas seguirán promulgando que esta ha sido una gran opción para ellas y que debería serlo para otras mujeres que quieran tomar las riendas de sus vidas y la confianza que siempre han anhelado.