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Más y más hombres han decidido dejar de combatir la barriga para aprender a convivir con ella.

11 de febrero de 1991


Tradicionalmente se había sostenido que el secreto para eliminar la barriga era recurrir a la fórmula infalible de la dieta y el ejercicio. Ahora, sin embargo, ha aparecido una teoría revisionista que sostiene que el problema es mucho más complicado de lo que se creía. Al parecer, deshacerse de ese molesto y voluminoso apéndice que reposa sobre el cinturón no es tan sencillo como lo han pintado los dietistas y las revistas femeninas. El propio ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, quien se ha visto a gatas tratando de convencer a los colombianos de que se aprieten el cinturón, no ha podido correrle un sólo punto al suyo, como lo prometió hace unos meses ante las cámaras de televisión. Pero no ha sido el único que no ha podido librar la batalla contra el estómago. Los especialistas están llegando a la conclusión de que, en muchos casos, eliminar la barriga no es sólo cuestión de dieta y ejercicio.

Una investigación reciente, realizada en Suecia con 12 parejas de mellizos, demostró que mientras uno de ellos era mantenido a estricta dieta de mil calorías y ejercicio regular y el otro no seguía ningún régimen, al final del estudio, cada mellizo había ganado en forma idéntica libra por libra, en los mismos lugares y en la misma cantidad de su hermano. Al parecer, la clave está en los genes. Hasta donde se sabe, no hay un gen específico que controle la grasa, pero sí una configuración de ellos que gobierna la cantidad de energía que se extrae de cada alimento y la cantidad de grasa que queda almacenada.

Lo cierto es que después de los 30, el hombre está condenado a almacenar sus kilos en el estómago. Al contrario de las mujeres, el problema masculino no está en el peso sino en su distribución. Y la mayoría contempla impotente cómo aquella esbelta figura de otros días alcanza la temida forma de manzana a la cual están condenados genéticamente.