investigación

Dime con qué perro andas...

Un estudio confirmó una vieja duda de los seres humanos: que los canes se parecen a sus dueños.

18 de abril de 2004

Fido, un Rottweiler de apenas 4 meses de edad, llegó a la casa de las Parra y parecía que iba a cumplir su propósito de velar por la seguridad de las tres hermanas que vivían solas en su apartamento en Bogotá. Con el tiempo, sin embargo, Fido pasó de ser un proyecto de perro malo, agresivo y de carácter para convertirse en una mansa paloma. Se acostaba en el tapete del estudio a las 8 para acompañar a Cristina, su dueña, a ver la telenovela. Cuando daban vueltas por el parque el perro no salía a corretear a otros canes sino que permanecía con ella con cierto aire de timidez e inseguridad. No se le escuchaba ni un ladrido. Su temperamento era dócil y su actitud con los demás, muy suave, tal como lo era la de su ama. Su cuñado un día le dijo: "Oye Cristina, tu perro parece una nena. Es idéntico a ti: introvertido, tranquilo y dulce". Ella se rio sin creer en sus observaciones.

Pero ahora tendrá que aceptarlo. Un estudio reciente acaba de confirmar que por alguna extraña razón los perros se parecen a sus dueños. Con este trabajo, por primera vez se le da soporte científico a una vieja especulación que estaba muy bien documentada en las caricaturas. En estos cómics era fácil encontrar a las señoras encopetadas al lado de un french poodle de cola parada igual de refinado a ellas, y a los tipos fornidos y rudos caminando junto a un bulldog de mal carácter dispuesto a morder a alguien.

El asunto también le llamaba la atención a Nicholas Christenfeld, un profesor de sicología de la Universidad de California en San Diego. Él y su colega Michael Roy quería saber si en realidad los perros se parecen desde siempre a su dueño o con el tiempo se vuelven como ellos. Los investigadores decidieron resolver esta duda. Visitaron tres parques donde hay una gran concurrencia de canes y tomaron 45 fotos de ellos y otro tanto de dueños, teniendo la precaución de cambiar el fondo para evitar que pudieran ser relacionados por un mismo árbol o cualquier otro detalle común. Luego seleccionaron a 28 estudiantes de sicología que actuaron como jueces. A cada uno les iba mostrando la foto de un amo y dos fotos de perros, una de las cuales correspondía a la verdadera mascota de este personaje. Si la mayoría hacia la relación con exactitud se consideraba que ese perro se parecía a su amo. Christenfeld estableció que en 16 de los 25 perros estudiados los jueces seleccionaron al dueño correcto.

Los resultados no sorprendieron a muchos amantes de estos animales. Ricardo Martínez, un experto en el tema y amo de un pointer inglés pura raza que le ayuda a cazar, dice que su mascota posee una personalidad muy parecida a la suya. "Le encanta recibir afecto pero también ama la independencia. Se hace matar por hacer su labor así como yo me mato trabajando. Somos seres muy motivados para cumplir con una labor determinada", dice.

Pero este resultado sólo se mantuvo si los perros eran de pura raza. En el caso de los perros sin papeles, a solo siete de 20 les encontraron la pareja correcta.

"Con los perros de pedigrí una persona sabe desde muy pequeños cómo van a ser de grandes, por eso las personas escogen al que más se les parece", dijo Christenfeld en entrevista al diario The San Diego Union-Tribune. "Cuando se trata de perros bastardos es como lanzar los dados. No se sabe cómo serán cuando grandes", agregó. Además, según explica Martínez, cuando una persona compra un perro de pedigrí es una decisión consciente en la que se estudia cuál será la raza que más conviene a esa familia. "Uno no escoge un 'rottweiler' para una niña dulce de 10 años", dice.

El estudio, que aparecerá en la edición de mayo de la revista Psychological Science no establece los factores por los cuales existe esta similitud.

Christenfeld admite que no se puede decir que sea un parecido físico o de comportamiento sino una mezcla de ambos pues los hombres grandes no necesariamente tienen perros grandes. No obstante, hubo parejas que eran muy obvias. Como la de la rubia, atractiva, de rizos largos y la de su perra, una cocker

spaniel con los mismos rizos. "Todos los jueces dijeron 'estos dos tienen que ir juntos", recuerda Christenfeld.

La socióloga Gini Scott, autora del libro Do you really look like your dog? (¿En realidad te pareces a tu perro?), publicado en enero en Estados Unidos, opina que los perros se pueden parecer a sus amos por lo menos de cinco maneras: la forma del cuerpo, los rasgos de la cara, el tipo de pelo, la personalidad o las vestimentas que ambos usen. En el libro ella recopiló más de 600 fotografías de perros y dueños que tienen algún tipo de parecido. Hoy cuenta con un website en el cual ofrece seminarios para los obsesionados con el tema y organiza un certamen en el que pueden participar personas y perros de todo el mundo. El sitio recibe más de 2.000 visitas diarias.

Martínez explica que cuando un perro ingresa a una familia sufre un imprinting muy fuerte para adaptarse y entender la jerarquía de ese grupo así como la personalidad y el carácter de su dueño. "Si es una persona nerviosa el perro va a ser nervioso", dice. Esto se produce porque el perro tiene un cerebro límbico (el que se encarga de las emociones) muy desarrollado y capta con mucha precisión los estados de ánimo de las personas. En situaciones en las cuales el perro y el hombre viven cerca por cuestiones de trabajo, ya sea porque son perros de defensa o de cacería, se crea una simbiosis aún más fuerte con su instructor o su amo. "Con una simple mirada ellos entienden lo que deben hacer", explica.

Para Christenfeld, la investigación tiene un alcance más profundo y es observar la manera como las personas toman decisiones en la vida. No es algo racional, según el, y por lo tanto podría revelar secretos de la personalidad de cada quien. Con un perro podría pasar lo mismo que sucede cuando se escoge pareja: todos quieren una que se les parezca.