'Anti-estrés', el nuevo libro del reconocido médico Carlos Jaramillo. | Foto: Esteban Vega La-Rotta

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“El estrés es una epidemia que nos está matando”: el doctor Carlos Jaramillo revela en SEMANA las claves para huir de esta enfermedad

El reconocido doctor y cirujano, líder de llamada medicina funcional, conversa en SEMANA sobre su más reciente libro. Tome nota de estos consejos.

Redacción Salud
18 de mayo de 2024

Después de la pandemia, en el mundo aumentaron los casos de ansiedad, depresión y burnout, que no es otra cosa que el agotamiento emocional, la despersonalización y la disminución del desempeño personal. “Y la realidad es que es imposible tener una buena salud sin un buen manejo del estrés”.

Quien lo dice es el reconocido doctor Carlos Jaramillo, un médico cirujano con una profunda pasión por la salud y la ciencia, autor de libros tan vendidos como El milagro metabólico. Ahora, convertido en uno de los galenos con más audiencia en las redes sociales, reaparece en la escena editorial con Antiestrés, páginas en las que se adentra en lo que ha denominado una suerte de epidemia silenciosa “de la que no se habla, porque muchos no ven bien quejarse por el exceso de cansancio y la fatiga crónica”.

SEMANA dialogó con este abanderado de la medicina funcional que está convencido de poder transformar la vida de los pacientes a partir del cambio de sus hábitos.

Carlos Jaramillo
Carlos Jaramillo | Foto: Cortesía: Ricardo Pinzón

SEMANA: En su libro dice que el estrés es una de las grandes epidemias de este siglo. ¿Por qué?

Carlos Jaramillo: Cuando la gente tiene problemas de diabetes o sube de peso, se nota. Pero cuando estamos crónicamente estresados, no es tan claro. Y hoy vivimos expuestos a tres tipos de estrés que nos están matando: el mental, el físico y el químico. Todos son como una gotica que va cayendo lentamente y nos va enfermando. Pero el estrés es transversal a muchas dolencias. Alguien, por ejemplo, con artritis reumatoidea tiene un cuerpo que está estresado.

SEMANA: ¿Cómo diferenciar el estrés normal, producto de una situación difícil de controlar, del estrés crónico?

C.J.: Pensemos en el amortiguador de una moto. Si en lugar de que en una moto que está hecha para dos personas se sientan tres, se inicia un daño que empieza a notarse con el paso del tiempo. El cuerpo está diseñado para resistir el estrés, para responder a esa situación. La homeostasis ayudará a que tengamos una respiración adecuada o una buena frecuencia cardiaca. Aunque hay cosas que nos sacan de ese estado normal y el cuerpo trata de volver a estar en ese estado normal. Pero cuando pierdo esa capacidad, el estrés me comienza a pasar factura: vivo cansado, con sueño, con dolores de cabeza, calambres, bruxismo, migrañas, alteraciones en el peso, retención de líquidos, problemas menstruales, dificultades de tiroides, gastritis, reflujo, estreñimiento. Son muchas las manifestaciones. Dime un órgano y te cuento cómo se estresa.

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SEMANA: En el libro usted habla de aprender a buscar la calma: parar, respirar, tomarse una pausa. ¿Cómo lograrlo en estos tiempos de tanto vértigo?

C.J.: Nos hemos metido en la cabeza la idea de que somos indispensables en la vida, en el trabajo, en la familia, en la sociedad. Pero uno se da cuenta de que no lo es el día que lo tienen que operar de una apendicitis, que te obliga a quedarte dos días hospitalizado. Ese día tu jefe resuelve y el esposo también, como sea. Vivimos pensando que no tenemos tiempo para nuestra salud. Pero si no sacamos ese tiempo, el cuerpo nos lo cobra. Nos encanta el papel de víctimas.

SEMANA: ¿Hemos normalizado el estrés?

C.J.: Normalizado, ridiculizado, escondido. El estrés es como el Bruno de la película Encanto: aquí no es “no se habla de Bruno”, sino “no se habla del estrés”. Porque finalmente es una enfermedad de salud mental. ¡Y eso no está bien visto! De eso no se habla. ¿Cómo voy a mostrar que estoy estresado por mi trabajo? Debo ser fuerte. Y no falta el que te diga: “Usted lo que debe estar es agradecido con ese trabajo, mire a tantos que no lo tienen y mire cuánto le pagan”. No nos atrevemos a decir que trabajamos montones, que nos sentimos cansados. Pero cuando nos enteramos del primo que se suicidó o que cayó en las drogas, nos preguntamos: “¿Qué raro, por qué lo haría?”. Lo que creo es que cuando nos llega el estrés mental debemos poder levantar la mano y decir: “Estoy estresado, me siento agotado”.

SEMANA: En su propio caso, ¿cómo lo ha vivido?

C.J.: En este momento de mi vida, después de seis años trabajando un montón, sentí que debía hacer un alto. Desde diciembre y hasta septiembre de este año, decidí tomarme una licencia de paternidad y un alto en mi práctica clínica. Sigo haciendo investigación, a mi ritmo. Solo hago diez citas médicas diarias a una hora específica. Les dije a mis pacientes, que son los mismos desde hace varios años, que necesitaba ocho meses para compartir con mis hijos, para respirar, para ir a la playa, para acostarme en el parque.

SEMANA: ¿Esta decisión tiene que ver con ese episodio de su vida que experimentó hace diez años, que lo tuvo varios días hospitalizado?

C.J.: Ese momento me hizo cambiar para siempre mi forma de hacer medicina. Me hizo entender, cuando salí de la clínica sin respuestas, con un diagnóstico, pero sin causas, que lo mejor que podía hacer era hacerme dueño de mi salud. Aprendí a tener herramientas para mi salud y enseñarlas a mis pacientes. Ya estaba bueno de esa medicina de “tómate esto y, si no funciona, operamos o muérete”. Había que pensar en una medicina que tuviera en cuenta a los pacientes y los transformara. Y cuando empecé a ver la transformación de los pacientes, fue bonito. Los veía mejorarse de lo que nunca nadie se había mejorado. Porque si la gente se volvía diabética en su casa, con sus hábitos, no podía ser que el tratamiento fuera con un medicamentos.

El estrés y la mala digestión pueden ir de la mano.
El estrés y la mala digestión pueden ir de la mano. | Foto: Getty Images

SEMANA: Uno de sus grandes apostolados como médico es la importancia de saber qué nos llevamos a la boca. ¿Cuál es la relación entre el estrés y la alimentación?

C.J.: La mala alimentación estresa el cuerpo y es estrés químico. La buena me reduce el efecto del estrés. Y la mala alimentación hace que mi recuperación después del estrés físico, producto de una caída, por ejemplo, sea menor. Una buena alimentación me ayuda a recuperarme más rápido. La buena alimentación no lo es todo, pero es mucho. No existe tratamiento ni ejercicio que pueda contrarrestar una mala alimentación.

SEMANA: ¿Qué tipo de situaciones asociadas al estrés usted no se permite?

C.J.: En este momento de mi vida, a mis 39 años, ya no me da miedo equivocarme. Y no voy a decir que nunca en la vida me tomo un trago. Pero trato de no cometer estupideces. Me explico: me tomo un vino como parte de una comida, pero no tomo trago con el propósito deliberado de emborracharme, de intoxicarme. Otra estupidez es fumar sabiendo todo el daño que eso le va a hacer a mi cuerpo. O no hago cosas como comerme un helado ultraprocesado, de sabores artificiales y con aceite de canola. Prefiero un helado natural, con ingredientes reales. No caigo en excesos de nada: ni de dulce, ni de trabajo, ni de licor, ni de angustias, ni de creencias. Y con eso creo que puedo escapar del estrés.

SEMANA: ¿Cree que tanta obsesión por el bienestar y la felicidad nos estresa?

C.J.: Buscar el exceso de bienestar se vuelve una ilusión y en algunos casos una obsesión. El bienestar y salud perfectos no existen. Es un trastorno mental más que puede generar estrés.

SEMANA: En el libro habla de la respiración. ¿Por qué resulta tan importante contra el estrés?

C.J.: Si nos damos al día cinco minutos de respiración consciente, dejando que se infle bien la panza, le podemos traer grandes beneficios a nuestro cuerpo. Nos ayuda a equilibrar todo el sistema parasimpático, del que se habla ampliamente en el libro. Ese tipo de respiración nos trae grandes beneficios, solo nos toma cinco minutos.