ENTREGA INMEDIATA

La Academia Sueca premió los estudios que explican cómo las proteínas son una eficiente <BR>oficina postal en la célula.

15 de noviembre de 1999

La semana pasada el Instituto Karolinska, de Estocolmo, Suecia, anunció como ganador
del Premio Nobel de Medicina 1999 al médico y biólogo alemán Gunter Blobel. Este científico ha dedicado
gran parte de su vida al estudio de la célula y en particular al comportamiento y papel de las proteínas en esa
estructura. Su investigación es muy especializada y para los neófitos puede sonar un tanto aburrida. Pero
la verdad es que Blobel ha logrado descifrar uno de los más maravillosos misterios de esa pequeña
estructura de vida. Y lo más importante es que con ello ha contribuido a solucionar problemas de salud en
miles de personas.
Su investigación comenzó en la década de los 60 cuando él y otros colegas, valiéndose del microscopio de
electrones y otras técnicas de experimentación, se dieron a la tarea de estudiar la célula humana. Blobel
observó que cada célula tenía estructuras propias con diferentes funciones que estaban selladas por
membranas. Uno de los aspectos que más le sorprendía era ver cómo las proteínas podían penetrar esas
membranas protectoras de dichas estructuras sin equivocarse. El interés de Blobel se justificaba. Hay
millones de millones de móleculas de proteínas en una célula humana normal. En cada división celular, un
proceso que ocurre constantemente, esa cantidad de moléculas podrían extraviarse y llegar a un lugar que no
corresponde y crear una célula con un daño genético. En 1971 él y sus colegas llegaron a la hipótesis de que
las proteínas de una célula debían tener una señal intrínseca que las gobernaba y las ayudaba a moverse
dentro de la célula y a través de las membranas con precisión.
Después de muchos experimentos Blobel descubrió que, efectivamente, cada proteína tiene un
sofisticado sistema de dirección que le permitía ser reconocida por receptores ubicados en la superficie
de las estructuras. Cuando las dos concordaban la proteína podía entrar en esa estructura y hacer su
función. Muchas veces esa labor consiste en servir de enzima catalizadora de otros procesos químicos.
Con estas investigaciones Blobel descubrió que ciertas enfermedades hereditarias, como la fibrosis
cística, se deben a errores en estas señales.
Blobel comparó este mecanismo con el de una oficina postal que se basa en el sistema de direcciones para
que cada carta o mensaje llegue a un lugar indicado. Cuando la dirección no está bien escrita el mensaje
nunca llega a ese determinado lugar.
Este complicado acertijo también ha ayudado a promover la investigación a nivel de biología molecular en
áreas como el cáncer, el sida, la enfermedad de Alzheimer y ciertas infecciones. Así mismo ha
estimulado el uso de las células como fábricas de proteínas para la elaboración de drogas que estimulan
la producción de glóbulos rojos en la médula, hoy un tratamiento estándar para enfermedades crónicas del
hígado.
Sin duda el reconocimiento ayudará a estimular aún más el estudio del conocimiento de la célula para
entender el nacimiento de muchas otras dolencias que afectan el organismo del hombre.