Niños en escuela primaria de Asia, niños colegio en clase
Los aparatos móviles están "reescribiendo" el cerebro de los pequeños, encontró un estudio realizado en Hungría. | Foto: Getty Images/iStockphoto

Niños y tecnología

Las tabletas y los teléfonos inteligentes están cambiando el cerebro de los niños

El uso permanente de estos aparatos los hace menos hábiles para ver lo general y enfocarse más en los detalles.

8 de marzo de 2021

Pueden parecer simples herramientas normales de la vida moderna, pero los científicos muestran preocupación por las consecuencias que puede acarrear su uso excesivo.

Uno de los últimos estudios al respecto fue realizado por expertos de Hungría, quienes tomaron 40 niños, la mitad de las cuales casi nunca habían usado un aparato de estos, mientras que el resto había estado utilizando al menos uno de ellos en el último año por un promedio de quince minutos al día. A todos les pusieron como tarea señalar si una determinada imagen aparecía a gran escala o a pequeña escala.

El resultado fue que los que usan habitualmente las tabletas o los teléfonos inteligentes mostraron tener más atención en los detalles que los que no son tan asiduos a ellos.

Los investigadores señalaron que los seres humanos se enfocan primero en la gran imagen y de ahí pasan a apreciar los detalles específicos. Debido a que el cerebro de un niño es más plástico que el de los adultos, es posible que la exposición temprana a las pantallas tenga un impacto a largo plazo, manifestaron los especialistas.

Con los hallazgos del experimento es posible sugerir que los niños, además de ser muy orientados a los rasgos particulares, tengan una mayor vocación a ser pensadores científicos y menos orientados hacia lo social y lo artístico.

Los expertos recomiendan restringir el uso de estos aparatos a menos de dos horas al día.

Una de las participantes en la investigación es la doctora Verónika Konok, de la Universidad Eötvös, de Budapest, quien explicó que enfocarse en la imagen global ayuda a las personas a percibir el mundo en patrones significativos y coherentes. “Incluso si ponemos atención solo en los detalles, automáticamente procesamos el aspecto global”, dijo.

El trabajo fue realizado mediante test conductuales en los que los niños veían la imagen de una estrella, por ejemplo, delineada con estrellas pequeñas. Se les solicitó señalar si estaban viendo en una pantalla la estrella grande o una de las estrellas que conformaban el dibujo.

Para corroborar si esa mayor tendencia a ver el detalle es una consecuencia del uso de las tabletas y los teléfonos inteligentes, los investigadores realizaron una segunda prueba con un grupo de 62 niños en edad prescolar para ver si con un video juego cambian los patrones de atención en el corto plazo en comparación con un juego físico.

Comprobaron que seis minutos de un video juego que consistía en dispararle a una pelota fueron suficientes para inducir a los niños a centrarse en el detalle en la siguiente tarea que les pidieron realizar. Por el contrario los niños que que se involucraron en un juego no digital mostraron el típico enfoque en lo global.

“La atención atípica en los niños que usan aparatos móviles no es necesariamente mala, pero si diferente. No podemos ignorar sus consecuencias en el campo de la pedagogía, por ejemplo”, señaló el otro autor del proyecto, Ádám Miklosi, también de la universidad Eötvös Loránd, en las conclusiones del estudio, publicadas por la revista Computers in Human Behavior.

La pregunta sería entonces ¿cuánto tiempo deberían estar los niños con sus tabletas y sus teléfonos inteligentes?

De acuerdo con otro estudio, realizado por la San Diego State University, encontró que los adolescentes más felices son los que limitan su uso diario de estos aparatos a menos de dos horas al día.

Los que reportan que no se sienten tan bien, son aquellos que pasan más tiempo con los gadgets, según encontró la investigación.

Los estudioso hallaron además que la proliferación de los aparatos móviles coincide con caída en el reporte de felicidad por parte de los adolescentes estadounidenses desde los años 1990.