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Amor… lleva tus quejas a otra parte

Expertos coinciden en que llevar los problemas del trabajo al hogar afecta la relación de pareja. Lo mejor, dicen, es escuchar pero no dar consejos.

16 de agosto de 2015

María siente que le falta la respiración cuando escucha a su esposo decir en tono fúnebre en medio de un tranquilo domingo “no te imaginas la pereza que me da tener que ir a trabajar mañana”. Desde hace un tiempo esa queja se ha vuelto recurrente y ya no encuentra qué decirle. “Es algo que repite dos o tres veces al día y me hace sentir mal y culpable, porque no puedo hacer nada ni aportarle algo de valor”, dice. Ella también trabaja y tiene sus propios retos con su oficio, su jefe y sus colegas. Por eso, cuando estas crisis de oficina se dan en forma simultánea se produce la tormenta perfecta en la casa. “Yo no tengo tanta paciencia”, y en esas circunstancias ha optado por consolarlo con un simple ‘lo siento’, o con la frase ‘estoy en las mismas’.

No poder apoyarlo, sin embargo, la hace sentir frustrada. Los expertos dicen que para cualquiera es difícil ver que el trabajo estresa a su pareja, pero lo es aún más escucharlo todas las noches renegar de ese oficio. Es un dilema porque la mayoría quiere brindarle apoyo a su pareja. “Es parte de la convivencia poder desahogarse de los problemas cotidianos”, señala el asesor de familia Álvaro Sierra. Lo normal es que las parejas se den apoyo mutuo, expresen sus preocupaciones, piensen juntas en opciones y tomen las medidas necesarias para resolverlas.

Pero a veces la situación llega a un punto en el que sienten que ya no resisten más la misma cantaleta porque les quita energía y tiempo de relajación. Según le dijo a SEMANA la psicóloga de familia Patricia Pitta, el problema más grave llega cuando “la queja es consistente y no hay soluciones”. Eso le sucede a Omar, quien debe escuchar a diario la descarga emocional de su mujer que, según él, lleva infeliz cinco años en su trabajo pero aún no toma medidas al respecto. “Yo resistiría 20 minutos pero como no le pongo límites se demora horas cada noche hablando del mismo tema”, confiesa, desconsolado.

La idea de que los problemas del trabajo no entren a la casa no funciona porque hoy las vidas de todos se mezclan de tal manera que no hay límites claros entre estas dos esferas de la vida. “Además, el hogar es el sitio donde la gente se siente más protegida”, dice la psicóloga Claudia Peralta, experta en temas laborales. Pero los estudios muestran que este negativismo no solo torpedea la relación, sino también podría empeorar la situación en el trabajo. Esto sucede porque, a pesar de sus buenas intenciones, las parejas no saben cómo afrontar estas molestias. Algunos, por ejemplo, se dejan contagiar de la mala energía. “Aunque quiero ayudarlo a veces quisiera gritarle ‘deje ese trabajo y no se queje más’”, dice Gloria, una esposa aburrida por las constantes molestias de su marido sobre su jefe.

El instinto lleva a dar consejos o a tratar de solucionar el problema, pero esto puede resultar en un tiro por la culata porque a veces quien los da no conoce muy bien el contexto laboral de su pareja y así sus recomendaciones pueden resultar poco prácticas. Según Peralta, el quejumbroso no quiere otro jefe que le diga qué hacer, sino que “busca atención y empatía”. En otros casos, el problema reside en ponerse del lado del empleador, lo cual enciende una batalla campal en el hogar en la que el doliente se siente atacado pues cree que su pareja y él deben estar en el mismo equipo. Por eso, los expertos creen que es mejor mantener una posición al menos neutral o hacer preguntas que puedan generar reflexión en el individuo, como ¿por qué crees que tu jefe te dijo eso? o ¿qué estaría pensado tu jefe?

Pitta recomienda darle al problema un contexto y un tiempo adecuados porque si se sale de las manos puede provocar que el otro no quiera ver ni saber del asunto. “Las personas incluso se alejan porque a nadie le gustan las quejas”, dice. Por eso sugiere establecer que estas sesiones de quejas tengan un límite de entre 5 y 30 minutos para no abrumar a la otra pareja. También sugiere no llegar y descargar enseguida todo el malestar, sino tomar un momento para relajarse y encontrar el espacio ideal para discutir sobre el trabajo.

Los expertos consultados creen que es importante reconocer y acoger a aquellos con quienes se convive. A veces las cantaletas resultan porque la gente no siente que sus problemas sean atendidos en el hogar. La mejor estrategia es escuchar con mucha atención y “recibir la catarsis sin críticas ni juzgamientos”, dice el psiquiatra José Posada, pues ser escuchado ayuda a visualizar salidas al problema. Pitta agrega que esa escucha debe tener límites de tiempo y que la sesión debe pasar de ser un muro de lamentos, para convertirse en una conversación que solucione los problemas.

Ahí es cuando la empatía puede jugar un papel importante. Ponerse en los zapatos del otro ayuda porque permite reflexionar sobre cómo se siente la persona con el problema y estimula preguntas como ¿qué es lo que realmente te molesta?, ¿qué opciones ves en el futuro?, o ¿qué cosas positivas hay en el trabajo? “Es una oportunidad para hacerle ver que no todo en la vida es tragedia”, señala Peralta.

Esto no significa que quien escucha tiene que resolver el problema. Poner atención es apenas un paso necesario para discutir cómo ver las quejas en una manera diferente. Escuchar con el corazón favorece, por ejemplo, que salgan a flote muchos factores que inciden en la situación. “Si está siendo desvalorizado en el trabajo o si necesita mejorar sus competencias son cosas que se elaboran cuando uno siente que otro lo escucha”, dice Peralta. También ayuda a determinar si la persona vive un problema más profundo y merece apoyo profesional. “El cónyuge no se puede limitar a decir que su pareja es latosa”, dice Sierra. “Hay que pensar si la presión a la que está sometido responde a un acoso laboral”. También podría ser un episodio de depresión pues quienes la sufren tienden a quejarse de todo. Así mismo, puede ser una estrategia nociva para liberar las ansiedades. Sin embargo, hay que distinguir al quejumbroso en crisis de aquel que lo hace de manera crónica. Para ciertos individuos quejarse es simplemente un modo de ser y en estos casos, según Sierra, hay que hacerles caer en cuenta de ese mal hábito.

El objetivo de este proceso debe ser la toma de una decisión. “De otra manera se genera una situación crónica que no ve salidas”, dice Pitta, y nadie quiere tener una relación que gira en torno a este tipo de quejas porque se vuelve un vínculo pesado y depresivo. Y si después de todo esto la persona sigue teniendo el mismo comportamiento, hay que poner en práctica una estrategia diferente que puede ser pedir ayuda profesional. Cualquiera que sea la medida que resuelvan tomar, lo importante es que la pareja brinde apoyo, especialmente si la idea es retirarse del trabajo.

La relación trabajo-casa es complicada pero debe tener un equilibrio. Las investigaciones científicas muestran que los matrimonios infelices están asociados a más expresión de ira y rabia en el sitio de trabajo, pero así mismo los matrimonios sólidos no se afectan tanto con los temas laborales. Por lo tanto, sentirse escuchado y comprendido es esencial para el bienestar en ambos espacios.