comportamiento

‘Quiero vaqueros machos’

¿Por qué los hombres no quieren ver la película ‘Brokeback Mountain’? Expertos explican qué hay detrás de la fobia que les genera un romance homosexual en la pantalla grande.

11 de marzo de 2006

El sábado pasado Sonia le propuso a su novio ir a cine a ver la película Secretos de la montaña. Él, un abogado de 23 años, se negó rotundamente. “Eso va en contra de mis principios”, le dijo. Ella, resignada, tuvo que cambiar de planes y aceptarle una invitación al estadio a ver un partido cualquiera de fútbol. Al otro día él llegó con más argumentos. “Mi amor, no soy el único. Con mis amigos llegamos a la conclusión de que no queremos ver esa película porque nos daña la imagen de los vaqueros viriles como Clint Eastwood y John Wayne. Es como si a los charros mexicanos los pusieran a bailar en tutu”.
 
Una situación similar vivió Juliana con su esposo, un ingeniero de 46 años. “Ir a ver dos gays besándose no es mi idea de la mejor película”, le contestó tajantemente. “Yo tengo amigos homosexuales, pero no quiero verlos cogiditos de la mano ni dándose besos”, dijo un periodista de 35 años. “No me interesan los detalles de una relación homosexual”, argumentó un médico de 48. “Para ver una historia de amor cursi, prefiero aguantarme una entre una pareja heterosexual”, fue la excusa de un abogado de 60 años.
 
Cineplex, la empresa que distribuye la cinta en Colombia y Ecuador, realizó un sondeo en algunos teatros de la capital y encontró, de hecho, que durante las primeras semanas de estreno el grueso de los asistentes fueron parejas de homosexuales y mujeres. La mayoría de hombres heterosexuales en las salas iban por iniciativa de su novia, esposa o amiga. Aunque la cinta ha sido un éxito en taquilla, “encontramos un público, sobre todo de hombres adultos, que ha sido muy difícil de captar”, dice Sandra Morales, directora de mercadeo y publicidad de Cineplex. Para ella, son hombres de una generación mayor que tienen una posición crítica frente al tema.

Es una reacción parecida a la que ha habido en Estados Unidos, donde no sólo los viejos sino también los más jóvenes se han sentido confrontados por la historia debido a que el vaquero es un ícono muy importante de su cultura. La idea del hombre rudo, varonil y sexy que inspiró todo un género cinematográfico en el que el galán a punta de duelos rescataba a damiselas en peligro, además de los comerciales de Marlboro, tambalean por cuenta de los protagonistas Ennis del Mar y Jack Twist.

A simple vista, la gente explica esa negativa diciendo que a los hombres les da miedo aceptar que tienen un lado femenino o porque en el fondo muchos son gays y tienen miedo a descubrirlo en el teatro. Sin embargo, para los expertos esa renuencia se debe a factores más profundos que tienen que ver con el tipo de individuos que forma una sociedad machista y homofóbica.

Aunque hoy existe más apertura que hace unas décadas frente al tema –sobre todo entre los menores de 25 años y los profesionales–, todavía se ven generaciones de hombres cuya masculinidad se ha construido negando el homosexualismo. “Ser hombre es no ser homosexual. Ser hombre es que les gusten sólo las mujeres”, dice Marcela Sánchez, de Colombia Diversa. La feminidad en las mujeres no se da por esa oposición, sino por otros valores y estereotipos –como ser delicada, bonita, atractiva– y por ello son más dadas a tener manifestaciones de afecto con las de su mismo género. La película, que relata la historia de dos vaqueros que se enamoran en las montañas de Wyoming, es mucho más fuerte para los hombres, explica Sánchez, pero no necesariamente porque les confronta su sexualidad, sino porque tiene escenas que han sido asociadas a perversión y, por lo tanto, muchos de ellos no son capaces de verlas.

La masculinidad no tiene nada que ver con la identidad sexual, aunque las dos se complementan. La masculinidad es el ser y sentirse hombre y la identidad es hacia cuál sexo se siente atraído. “Lo que más se confronta con la película es la masculinidad”, dice Sánchez.

No obstante, algunos podrán verse identificados con la trama. Todo depende de cómo cada quien vea la homosexualidad. Para Elizabeth Castillo, coordinadora del Programa de Salud Sexual y Género de Profamilia, la película tiene un efecto grande en todo el público, pero éste es diferente dependiendo de la situación que viva en ese momento. “Es probable que tenga un impacto mayor entre la gente que no ha salido del clóset porque no ha logrado desenredar ese nudo”, dice.

La marcada apatía entre algunos hombres es también un reflejo de los altos niveles de homofobia que subsisten a pesar de los grandes pasos que se han dado en términos de tolerancia. Según el sociólogo Manuel Velandia, un estudio reciente sobre convivencia ciudadana hecho por la Alcaldía de Bogotá reveló que 42 por ciento de los habitantes de la capital no querían vivir cerca de homosexuales, al igual que no querían hacerlo al lado de ladrones, paramilitares y enfermos de sida. Esa supuesta tolerancia sería entonces sólo de boca para afuera y se ratificaría en frases como “yo respeto a los gays, pero que no se metan conmigo”. Para Velandia lo preocupante es que todavía se tiene una idea maniqueísta de la sexualidad, pues lo normal es la relación entre hombre y mujer para concebir, y perverso es todo lo que no sea así. “Aún se sigue pensando que la homosexualidad es una enfermedad”, dice.

Si bien la trama del filme es lo que le ha dado todo el reconocimiento y la taquilla, paradójicamente es lo que ha influido para alejar a muchos. A pesar de que el tema gay en Hollywood ha tenido mucha pantalla, esta es la primera vez que el público puede ver los pormenores de una historia de amor bien contada entre dos homosexuales. “No es un amor promiscuo, sino un amor bonito”, dice el crítico de cine Ricardo Silva. Esto es mucho más duro para los hombres “porque hace pensar al espectador que es una historia que a cualquiera le podría suceder”.

Y, en efecto, este tipo de situación –hombres casados que tienen relaciones sexuales con otros hombres– es más común de lo que se cree. Los expertos consultados por SEMANA cuentan historias de hombres de todos los estratos y de diferentes regiones del país que sostienen relaciones sexuales y afectivas con otros hombres, y “tienen un matrimonio de cubierta”, como afirma el sicólogo Miguel Rueda. En una oportunidad, un campesino de una vereda en Santander se le acercó a Velandia para contarle que no sabía cómo se llamaba lo que hacía, pero reconocía que estaba mal. “Todos los domingos se le perdía a su esposa y se iba con otro hombre que también se le perdía a su esposa”, dice.

Aunque muchas veces lo hacen para evitar la discriminación que implica salir del clóset, muchos no se separan porque quieren a su mujer y a sus hijos. Otros no lo hacen porque no se consideran homosexuales a pesar de que tengan dichas prácticas esporádicamente. Velandia explica que esto sucede porque la identidad sexual no es fija, sino que cambia de acuerdo con el espacio social, la cultura y el tipo de relaciones. Por eso, es posible que en lugares considerados homosociales, como las cárceles, haya una mayor probabilidad de encontrar relaciones homosexuales sin que los protagonistas necesariamente se consideren gays. “Un estudio realizado por la Universidad Externado de Colombia revela que el 28 por ciento de los hombres de la muestra había tenido relaciones con mujeres y con hombres”, dice el experto.

Para muchos, esa realidad es muy dura, y una manera de no reconocerla es no viéndola. Aún quedan muchos estereotipos y prejuicios por superar. Pero lo cierto es que en Colombia todavía la mayoría de hombres quiere ver a los ‘meros’ machos vaqueros de siempre.