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Sor... presa

Un original estudio con monjas católicas plantea nuevas hipótesis sobre el mal de Alzheimer y el envejecimiento.

11 de junio de 2001

Nadie imaginaría que un grupo de monjas ancianas sería objeto de un riguroso estudio para esclarecer los misterios del mal de Alzheimer y el envejecimiento. Pero lo cierto es que los ojos de la comunidad científica están enfocados en más de 678 religiosas del convento de la Escuela de Hermanas de Notre Dame, en Minnesota, Estados Unidos, quienes durante 15 años han sido estudiadas para entender quién desarrolla el mal de Alzheimer y por qué. Aunque la investigación, denominada ‘El estudio de las monjas’, no apunta a la creación de nuevas drogas ni resolverá las dudas sobre causas genéticas y bioquímicas del mal, sí ayudará a prevenirlo de una manera fácil y menos costosa. Y todo indica que la respuesta está en el uso del lenguaje porque la manera en que una persona se expresa en la vida diaria puede predecir cuánto vivirá y qué tan vulnerable será a la enfermedad de Alzheimer. A esta conclusión llegaron después de hacer estudios genéticos, mediciones de equilibrio y fuerza física y exámenes de memoria. Pero además de eso se estudiaron 200 autobiografías que fueron escritas cuando las monjas tenían 20 años y estaban a punto de tomar sus votos de castidad. El director del estudio, David Snowdon, epidemiólogo de la Universidad de Kentucky, encontró que quienes expresaron más emociones positivas aumentaron su expectativa de vida hasta 10 años. Las monjas que desarrollaron demencia eran parcas al hablar y, cuando lo hacían, ante todo narraban sucesos negativos. Los científicos utilizaron una medida llamada densidad de ideas para analizar las biografías de las monjas. Este indicador se refiere al número de conceptos que se expresan en 10 palabras. Con este método se pudieron determinar el nivel de educación, el vocabulario y los conocimientos generales de cada religiosa. La complejidad gramatical fue la que determinó qué tan bien funcionaba su memoria. Al leer los escritos Snowdon podía predecir con 85 por ciento de certeza cuál monja iba a desarrollar Alzheimer y cuál no. Pero el problema no se puede reducir a una razón intelectual. Igualmente se descubrió que hay razones fisiológicas y externas —como derrames o traumas cerebrales— que también inciden en su manifestación pues alteran el funcionamiento bioquímico de este órgano. Recomiendan usar casco para montar en bicicleta y motocicleta y ponerse el cinturón de seguridad para evitar golpes en la cabeza en caso de accidente. La investigación no ha terminado aún. El científico logró convencer a las monjas de que donaran el cerebro después de morir para seguir estudiando su fisiología Otro resultado sorpresivo del estudio fue confirmar que, en todo caso, las religiosas viven más que la mayoría de mujeres del mundo. De las 678 con que comenzó el estudio 295 están vivas y la mayoría son mayores de 85 años. Sólo en este convento ha habido siete mujeres que han cumplido más de 100 años sin signos de enfermedad mental. Esto puede obedecer al estilo de vida que llevan. En efecto, las monjas tienen una vida estable, su dieta es balanceada, no fuman ni toman alcohol y no tienen complicaciones físicas relacionadas con el embarazo. Los epidemiólogos aclaran que para retardar el Alzheimer no es necesario llevar una vida de contemplación pero sí reconocen la importancia de un cambio de hábitos. Por ejemplo, no fumar ni beber y, sobre todo, ser muy espiritual. “No hay que estar en un convento. Expresar amor hacia los demás y preocuparse por otros es algo que todos pueden hacer para vivir mejor”, dice Snowdon. Pero tal vez la más importante de las recomendaciones es estimular el cerebro de los más pequeños, cultivando en ellos la lectura y la escritura para prevenir los riesgos de esta terrible enfermedad.