El Rayo McQueen, Cars | Foto: Twitter @pixarcars

UNIVERSO CRIANZA

Una oda al Rayo McQueen

Las buenas historias siempre son un gran recurso a la hora de enseñarles a los niños la diferencia entre el bien y el mal. Hoy en día muchas películas cumplen esa función. La favorita de mi hijo es 'Cars' y acá les cuento por qué me gusta que la vea.

Carolina Vegas *
16 de junio de 2018

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Mi hijo está obsesionado. Es casi como una droga. Una necesidad que nace muy hondo en su corazoncito. Quiere ver una y otra vez Cars. El Rayo McQueen es su héroe y Mater le parece graciosísimo. Hace semanas juega casi exclusivamente con los carritos de la película que le hemos ido regalando, y su deseo más grande de cumpleaños fue un Mack, el camión que transporta al Rayo. Cuando sus abuelos se lo regalaron (después de que yo lo buscara por cielo, tierra y mar) su felicidad fue absoluta. Cada vez que vemos la película, la primera es la que más le gusta, comienza a repetir partes del diálogo y su boquita se mueve al compás de la letra de Sheryl Crow Real Gone con la que empieza. Luego también corea Route 66 de Chuck Berry y Life is a Highway de Rascal Flatts. Debo aclarar ya mismo: mi hijo no habla inglés. Por eso me impresiona aún más su proeza y su excelente oído. Después de verla, fácilmente, unas 500 veces en los últimos meses he iniciado todo un proceso hermenéutico de esta historia en mi cabeza. Y al final, mi conclusión es que es una historia que recrea el arquetipo del héroe propuesto por Joseph Campbell a la perfección.

Sí, soy una mamá ñoña. Pero si me han leído con juicio acá, seguramente ya se habían dado cuenta de eso. El caso es que el Rayo es un héroe mitológico perfecto y su travesía interior es una que puede enseñarles a nuestros pequeños mucho acerca del gran monstruo espantoso contra el que todos debemos luchar: el ego.

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Cuando conocemos a McQueen, descubrimos que es un carro de carreras con un talento excepcional. Es el novato de la temporada y ya se ha clasificado como uno de los favoritos para ganar la épica Copa Pistón. Pero tiene un problema grave. Todavía no le ha ganado a nadie y ya se cree la ostia. Además, no sabe trabajar en equipo, ha despedido a todos sus jefes de mecánicos y su gente en los pits le renuncia porque es insoportable. Es un desagradecido, su patrocinador Rust-eze le parece muy poca cosa y quiere llegar a ser el carro de Dinoco, la empresa grande y poderosa. Por eso la carrera, que hubiera podido ganar de haber aceptado cambiar sus llantas, termina en un empate histórico entre él, El Rey, gran campeón histórico, y el segundón de siempre, Chick Hicks.

El desempate, la gran final de la Copa Pistón, será en California. Él quiere llegar de primeras, para conquistar a los patrocinadores de Dinoco, y por eso exige a su camión Mack que maneje sin parar durante dos días seguidos. Y es allí donde ocurre su descenso a los infiernos. Mientras duerme se abre la puerta del tráiler que lo transporta y él sale a la interestatal y de ahí, perdido, a la legendaria Ruta 66 que lo lleva al “pueblito más bonito del Condado Carburador”, Radiador Springs. Un lugar congelado en el tiempo, con poquísimos habitantes, que quedó borrado del mapa por la gran carretera que desvió a todos los viajeros de su ruta. Pero para McQueen este es el infierno, y lo único que quiere es irse. Cosa que resulta difícil, porque en su angustia logra destrozar toda la calle principal del lugar. Lo que no sabe es que es allí donde entenderá el sentido de la vida, el valor de la amistad y encontrará a su gran mentor.

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No les voy a dañar la película si aún no la han visto… mentira, sí. Pero es que si tienen un hijo o hija entre los 2 y los 8 años, seguro han visto Cars tantas veces como Frozen. El caso es que allá, en Radiador Springs, encuentra al famoso corredor Hudson Hornet, quién es el médico y el juez del pueblo, y lo obliga a pavimentar la calle que destruyó. Él le da más de una lección de humildad y le revela todos sus secretos para convertirse en el mejor corredor. Algo así como el centauro Quirón para Heracles, Perseo o Aquiles.

Pero al final, a pesar de llegar a la gran carrera y hacer una presentación majestuosa gracias a sus nuevos amigos/equipo, el Rayo McQueen no gana. Y no porque no quiera, o no pueda, sino porque se da cuenta de que hay cosas más importantes y gratificantes que ganar un premio. Cuando está a punto de cruzar la meta se da cuenta de que Chick le ha hecho una jugada sucia a El Rey, quien está corriendo su última competición antes de retirarse, y lo ha dejado mal herido y sin posibilidad de llegar a la meta. Así que McQueen frena en seco, deja ganar a Chick, y se devuelve para empujar al Rey para que termine su última carrera. Y es en ese momento en que se vuelve el verdadero héroe de la historia. Y qué gran enseñanza la que da. Es más importante ser una buena persona, tener una ética, que ganar. Además, no es necesario llevarse un trofeo para demostrar que se es el mejor en algo.

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Me encanta de la saga, porque en total hay 3 películas de Cars, que a final en ninguna de ellas el Rayo gana una copa. Sabemos, porque nos cuentan al inicio de la 2 y la 3, que ya es el carro más famoso del mundo y que se ha llevado muchas Copas Pistón, pero en la pantalla nunca lo vemos coronar una. Es más, en la última entrega decide dejar a medias su carrera final para que corra su pupila (él ya se convierte en el mentor que Doc Hudson fue para él) Cruz Ramírez, una mujer latina, que además gana. Porque los personajes femeninos de Cars son fuertes e independientes. Sally, la pareja del protagonista, es una Porsche que viene de Los Ángeles, donde era una abogada importante, pero decide irse a vivir a Radiador Springs porque es más feliz allá y sueña con algún día poder revivir el pueblo y darle una segunda oportunidad. Es gracias al empeño de ella y a la fama de McQueen que “el pueblito más bonito del Condado Carburador” y la legendaria Ruta 66 vuelven a tener viajeros y visitantes. Porque al final, como escribió Campbell en El héroe de las mil caras: “El héroe inicia su aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios sobrenaturales, se enfrenta con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva; el héroe regresa de su misteriosa aventura con la fuerza de otorgar dones a sus hermanos”.

*Editora de SEMANA y autora de las novelas Un amor líquido y El cuaderno de Isabel (Grijalbo).