VIVIR 100 AÑOS

Un reciente estudio científico revela que el gran secreto de la longevidad esta en poseer los genes correctos.

19 de diciembre de 1994

CUANDO SE INterroga a algún anciano que ha sobrepasado los 100 años de edad sobre el secreto de su longevidad, casi siempre responde que su larga vida ha estado más condimentada con alcohol y cigarrillo que con ejercicio y dieta. La única explicación que queda para justificar la extensa vida de esos felices transgresores de las leyes de la longevidad es pensar que esta debe estar en sus genes.

Y, de hecho, esta ha sido una asunción que el común de la gente toma por evidente. Sin embargo la prueba genética de una relación entre genes y longevidad ha sido bien difícil de encontrar. Hoy, gracias al llamado 'Proyecto genoma humano' (un esfuerzo multinacional que busca completar el mapa de todos los genes humanos), finalmente se ha probado que el longevo es un ser genéticamente especial. El hallazgo, que en las ultimas semanas ha ocupado las páginas de las publicaciones científicas, fué logrado gracias a un equipo de investigadores franceses y la cooperación de algunas de las personas más viejas del mundo.

Los investigadores identificaron varios de los genes que pueden estar involucrados en la vida larga. Lo que esto significa, y lo que ha causado mayor alboroto, es que se ha dado el primer paso hacia un sueño científico: que algún día se pueda, a través de la manipulación genética, aumentar la expectativa del ser humano a 100 años o mas.

El director de este proyecto -conocido como Cronos- es el doctor Francois Schachter, PhD del Centro de Estudios del Polimorfismo Humano, de París. El y su equipo indagaron en la estructura genética de cientos de centenarios, encontrando que algunas variedades de genes aparecían en ellos con diferente frecuencia de lo que lo hacían en personas más jóvenes y, presumiblemente, de más corta vida. "La interacción de estos genes -explica el científico- parece proveer a los centenarios de un extraordinario grado de protección contra condiciones como la enfermedad coronaria y el mal de Alzheimer".

En 1982 el médico francés Jacques Proust había encontrado que uno de los genes en el HLA (Human Leukocyte Antigens) estaba presente con mucha frecuencia en los nonagenarios. Estos genes, que son los que hacen la diferencia entre un ser humano y otro, también están asociados con la respuesta del sistema inmune a los agentes infecciosos. De acuerdo con Proust "al menos algunos genes HLA estaban asociados con una ventaja de sobrevivencia". Cinco años más tarde un equipo de la Escuela de Medicina de la Universidad Keio, en Tokio, dirigido por Hajime Takata, reportó un descubrimiento similar en un grupo de centenarios y nonagenarios. Takata encontró también que uno de los genes HLA -conocido como DRw9- tenía muy baja frecuencia, mientras la de otro, el DR-1, era considerablemente aumentada. Su conclusión fué que "la protección genética contra estos desórdenes puede contribuir a la longevidad".
Para ese entonces Francois Schatcher era apenas un estudiante. Pero estos descubrimientos fueron una especie de aperitivo intelectual. En 1991 propuso usar la nueva tecnología en la investigación genética para buscar un gene de longevidad en un gran grupo de centenarios. En ello lo secundó el doctor Daniel Cohen, uno de los cerebros del proyecto 'Genoma humano'. Pronto consiguieron el más grande grupo de centenarios reunidos por los científicos: 338, de los cuales el 87 por ciento eran mujeres. Schatcher tomó muestras de sangre de cada uno para compararlos con los de adultos entre los 20 y los 70 años de edad.

Ellos se enfocaron en tres genes específicos, sospechando que tenían algo que ver con la longevidad. El Apo E, asociado con LDL o colesterol 'malo'. El ApoB, que afecta los niveles tanto de LDL colesterol como de triglicéridos. Y el ACE, asociado con alta presión arterial. Cualquier combinación genética que protegiera contra estos problemas vasculares debía ser un poderoso contribuyente de la longevidad. Entonces descubrieron que la frecuencia de ciertas variedades del ApoE parecía darle a los centenarios una ventaja coronaria. Pero más inesperado aun fué el descubrimiento de que el gene ACEDD, relacionado con alta presión arterial, lo que es usualmente considerado un riesgo de ataque cardíaco e infarto, parecía proteger a los longevos. "Incluso aunque la alta presión arterial tenga un impacto negativo en la vida más temprana -dijo- podría ser un factor de sobrevivencia en los muy viejos porque ayuda a mantener irrigado el cerebro". No obstante hay otra posible razón para que la familia del gene ACE desempeñe un papel clave en la longevidad: la enzima también ayuda a procesar sustancias vitales en el cerebro y en el sistema inmune. "Dada su versatilidad, la aumentada frecuencia de una variedad de sus genes puede -sugiere Schatcher- influenciar la sobrevivencia."

Lo cierto es que el proyecto Cronos es apenas el primer esfuerzo que se hace, usando las modernas técnicas de biología molecular, para determinar si hay genes específicos responsables por la longevidad de los centenarios. Hasta ahora había sido imposible verificar científicamente la noción del sentido común de que los padres longevos tienden a tener hijos con larga vida. Ahora, el reto de los científicos es el de identificar los genes de la longevidad. Y es sólo cuestión de tiempo que la ciencia permita al ser humano expectativas de vida de tres dígitos.-