"Un naturalista desde chiquito”, así se define Francisco Sandoval, quien está convencido de que los recursos que da la tierra se deben aprovechar de manera justa: sin poner el dinero por encima del bienestar ecológico. Foto: Raudal de Flor Amarillo. | Foto: Reserva Llano 1 - Raudal Flor Amarillo (único uso)

INFORME ESPECIAL

La misión de un llanero que aprendió a escuchar su tierra

Francisco Sandoval ha dedicado su vida al entendimiento y a la protección de las especies y ecosistemas de la Orinoquia. Por esta razón, está en camino a convertir su propiedad, ubicada en Casanare, en una Reserva Natural de la Sociedad Civil. Cuarta historia del Especial RNSC.

26 de noviembre de 2020

A inicios de 2008, recostado en un chinchorro e insomne por el efecto energizante de una buena corazonada, Francisco Sandoval decidió que no podía esperar hasta el día siguiente para decirle a Pedro Rojas, trabajador de su fundo Guanarito —de 168 hectáreas, ubicado en Casanare—, que seguiría su consejo de comprar un predio más grande, con muchas más expresiones de la vida natural de la Orinoquia. Era el momento preciso para aventurarse, y por eso tampoco quería esperar hasta el amanecer para encomendarle la tarea de encontrar el hato ideal.

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“Iban a ser las 2:00 a.m., así que me levanté, le empaqué comida, le di dos caballos y le dije: Pedro, usted que conoce el Llano y quiere la naturaleza, váyase y me encuentra una sabana de las que me gustan”, recuerda Sandoval, veterinario y exsecretario de Agricultura y Medioambiente de Casanare. Rojas obedeció y, tras una búsqueda intensiva, apareció ocho días después con la buena nueva: a casi 50 km de Guanarito, en el municipio de Hato Corozal, estaba Raudal de Flor Amarillo, un fundo con casi 900 hectáreas que nadie había querido comprar, pero que con seguridad —decía Rojas— estaba hecho a la medida de Francisco. 

En su recorrido migratorio, el playero canelo (calidris ruficollis) pasa por pocos lugares de la Orinoquia colombiana, incluyendo Raudal de Flor Amarillo. Foto: Asociación Calidris.

Conversaron toda la noche sobre cómo esas sabanas inundables, esteros, caños, cañadas y raudales, que conformaban la mayoría de ecosistemas de Flor Amarillo, habían espantado a posibles compradores porque “eran inservibles” para la ganadería a gran escala, mientras que para Francisco significaban un paisaje promisorio para la conservación. “Y así lo confirmé el día en el que lo conocí, entonces quise comprarlo antes de que cayera en manos de un guate. ¿Sabe qué es un guate? Un foráneo, alguien que no tiene el apego ni la misión que tenemos los llaneros con nuestra tierra”, confiesa entre risas.

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Para explicar esa misión, “Pacho”, como lo llaman sus amigos, se remite a sus días de infancia, en los que descubrió que poner atención a las manifestaciones de la naturaleza era la clave para descifrarla, y por supuesto, para entender la importancia de protegerla. “Aprendí que, de las aves, los tautacos avisaban la hora para ir a dormir; los chicuacos decían cuándo había una culebra cerca; y los alcaravanes alertaban sobre la presencia de depredadores o intrusos en el hato. Esas fueron mis primeras bioconexiones, es decir, esas sinergias que siempre he tenido con los animales, el bosque, la brisa, el agua, el suelo y las plantas. Por las lecturas que hago de todo esto me he convencido de que es más fácil comprender a la naturaleza que al hombre”.

La justicia de la naturaleza

Para la época en la que se iniciaba como secretario de Agricultura y Medioambiente de departamento (2011), Sandoval ya tenía en Raudal de Flor Amarillo —un nombre inspirado por una impresionante arboleda de guayacanes de ese color— un sistema de “ganadería holística”, el término que utiliza para referirse a la producción justa, en la que los equinos y los bovinos comparten los predios de manera armoniosa con especies como chigüiros y venados, mientras todos aprovechan recursos nativos como las pasturas y coberturas vegetales. 

Las charlas sobre temas como agroecología de sabanas, especies nativas vegetales y bienestar animal son una herramienta de esta reserva para compartir el conocimiento con la comunidad.  Foto: Raudal de Flor Amarillo.

“Todos comen y duermen a la hora que quieren. Tenemos casi dos hectáreas por cabeza de ganado. Eso en términos de ganadería convencional no es nada, es perder plata y tiempo, pero mi filosofía está basada en tomar de la naturaleza los recursos con equidad”, asegura, convencido de que los seres humanos tienen la responsabilidad de producir sin deteriorar; una visión que comparte con “la base de su pirámide”, Nancy Olaya, su esposa y respaldo incondicional en los proyectos que emprende.

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Sobre la labor de Francisco, Alonso Correa, docente de la facultad de Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional, dice que no solo ha sido esencial para proteger la exuberancia natural de la región, sino también para promover la supervivencia de las costumbres llaneras. “Allí hay una profunda identidad y amor por las tradiciones. Pacho ha tejido redes sociales con los vaqueros y dueños de hato para hacer investigación ancestral y colectiva”. 

Raudal de Flor Amarillo es un sitio de interés para la investigación de especies migratorias de aves. Por esta y otras razones, promueve el turismo académico entre noviembre y mayo. Foto: Raudal de Flor Amarillo.

Las investigaciones que menciona, son las que se han adelantado desde Raudal de Flor Amarillo para el rescate del caballo criollo de vaquería y las especies de ganado propias de los llanos; las especies forrajeras nativas, como el pasto guaratara (Axonopus purpusii); y las matas de monte, bosques de galería y morichales. También, para la comprensión de las dinámicas de las aguas subterráneas de las sabanas inundables. 

RNSC, un “apellido” necesario

Después de ver los éxitos cosechados por Palmarito y La Aurora, dos reconocidas Reservas Naturales de la Sociedad Civil en la Orinoquia, Francisco se convenció de que solo a través de esa figura de conservación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, de ese “apellido” otorgado por Parques Nacionales Naturales, iba a lograr incrementar la potencia de sus acciones ambientales. Una de las ventajas, pensaba, era que iba a poder atraer a distintas ONG para que lo respaldaran con metas como la caracterización de las especies de su fundo y en el entendimiento de las dinámicas migratorias de algunas aves.

Actualmente, esta reserva espera una certificación como Área Importante para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (AICA) por parte de Asociación Calidris. Foto: Raudal de Flor Amarillo.

De esa manera, inició la inscripción de la RNSC en 2018, con el apoyo de la Fundación Palmarito y WWF; un proceso que actualmente está en pausa debido a la pandemia. De hecho, esta misma situación ha impedido que Raudal de Flor Amarillo continúe con la fase de evaluación que le permitirá recibir el reconocimiento como Área Importante para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (AICA), otorgado por la ONG Calidris y el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, y avalado por BirdLife International. 

Recorriendo Casanare, Vichada y Arauca, Sandoval logró una de las mejores investigaciones sobre el caballo criollo de vaquería en el país. Foto: Raudal de Flor Amarillo.

“El año pasado visitamos el fundo de Francisco y nos dimos cuenta de que cumple con criterios como la presencia regular de aves amenazadas y endémicas. Por ejemplo, el playero canelo (calidris ruficollis), una especie que todos los años viaja desde la parte alta de Norteamérica hasta la parte baja de Suramérica, y en medio de su recorrido pasa por muy pocos sitios de la Orinoquia Colombiana”, explica Carlos Ruiz, biólogo de la Asociación Calidris y uno de los técnicos que se ha encargado del análisis de la avifauna en Flor Amarillo. 

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Hoy, en este fundo llanero, Sandoval también tiene un banco de semillas de plátano, yuca, auyama y maíz para compartir con quien las necesite; un banco de germoplasma de caballo criollo; un proyecto de ebanistería con bosque reciclado —fabrica muebles con árboles que ya han cumplido su ciclo y, lo que gana con su venta, lo reinvierte en el ecosistema—;  y una propuesta de ecoturismo académico durante noviembre y mayo, la temporada con más especies de aves registradas. 

En esta futura RNSC se hace producción equina y bovina con base en la sostenibilidad de los ecosistemas. Foto: Raudal de Flor Amarillo.

Además, en Raudal de Flor Amarillo habitan 104 especies de peces, 114 de aves, 284 de flora y una cifra indeterminada de mamíferos y anfibios. Entre todas, dice Francisco, no tiene ninguna favorita. Las ama por igual porque, como él, están allí para cumplir una misión: recordarles a los humanos que del equilibrio natural depende su existencia en el planeta.