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Fotograma del documental. Cortesía: Pacifista, 2018.

Cine

Pacifista estrena documental sobre la ruta de la coca

'El Naya: La ruta oculta de la cocaína' narra la realidad desconocida de los campesinos cultivadores de coca en el marco de una guerra global.

Revistaarcadia.com
26 de enero de 2018

El 25 de enero Pacifista, el medio digital para jóvenes que aborda temas sobre el  fin del conflicto y construcción de paz en Colombia, estrenó el documental El Naya: La ruta oculta de la cocaína, una pieza audiovisual de casi 30 minutos que muestra un recorrido inédito en mula y en lancha por una parte de la selva del Pacífico colombiano, una de las rutas clandestinas más complejas del narcotráfico.

El viaje arranca en el Alto Naya, Cauca, en una cima olvidada de la Cordillera Occidental, y termina en el denominado Andén Pacífico de Buenaventura, en Valle del Cauca. Durante años, la ruta formó parte de los territorios controlados por las Farc con el fin de transportar cocaína. Pero, tras la desmovilización de la guerrilla, otros grupos ilegales la han asumido para seguir sacando droga de la zona.

En medio del ambiente de zozobra que se vive en esa parte del país, la periodista Isabella Bernal y el equipo de documental de Pacifista retrataron a los habitantes de la zona: los cultivadores de hoja de coca, los lancheros, los que transportan la droga en mulas, los raspachines, los machucadores y las personas que trabajan en los laboratorios. El resultado es un testimonio sobre una realidad local casi desconocida en el marco de una guerra global, así como una denuncia sobre cómo los campesinos terminan siendo sus primeras víctimas. Está disponible en su totalidad aquí:

Una conversación sobre el cultivo

Para continuar con la discusión sobre el impacto de la sustitución de cultivos de coca, especialmente en el marco del gobierno actual, Vice Colombia y Pacifista organizaron un conversatorio, una vez finalizó la muestra audiovisual del 25 de enero, con Rafael Pardo, Alto Consejero para el Posconflicto; Pedro Arenas, exalcalde de San José del Guaviare y director del Observatorio de Cultivos y Cultivadores Declarados Ilícitos; y Hernando Chindoy, líder del resguardo indígena Inga en Aponte, en Nariño, que sustituyó la amapola. Discutieron los resultados de la sustitución en torno al acuerdo de paz que se firmó hace un año, y de lo que se encuentra en peligro frente a la llegada de un nuevo gobierno.   

“Es más fácil llenar un avión con glifosato que hacer un proceso de sustitución de cultivos” dijo Rafael Pardo al inicio. Explicó la alta complejidad que existe entre llegar a un acuerdo de sustitución voluntaria con la comunidad y la implementación técnica del programa en las regiones. A pesar de que las Farc ya no está detrás intentando acabar este tipo de iniciativas, como ocurrió en versiones anteriores del programa, el proceso es tan engorroso que muchos campesinos terminan por renunciar. Aún así, Pardo expresa que en este momento 29.800 familias han erradicado voluntariamente sus cultivos y 30.00 familias están en proceso de verificación. Pero se avecina un cambio de Gobierno y la posibilidad de no continuar con los planes de sustitución de cultivos, como se formuló en el acuerdo de paz, es decir, de manera voluntaria y concertada a nivel territorial, sin pasar por encima de las comunidades indígenas y campesinos que se dedican a la producción de cultivos ilícitos.

En cambio a Pedro Arenas le preocupa otro asunto que prende las alarmas a nivel internacional: el mercado de cocaína a nivel global sigue creciendo. Un nuevo gobierno debe reconocer eso para poder implementar unas estrategias coherentes con el enorme desafío que tiene el país. Sin embargo, sin ser muy pesimista, Arenas aplaude lo que está pasando por primera vez en este proceso: las familias han podido intervenir en las reuniones que se hacen en las regiones, sin ningún tipo de prevenciones por la parte de las instituciones. “Han hablado como cultivadores, como cocaleros sin miedo, y eso se debe en gran medida en lo pactado en el acuerdo de paz. Sin embargo, existe una lentitud dentro de las instituciones que impacta de manera negativa lo que se está haciendo en las regiones”, expresó.

Finalmente, Hernando Chindoy narró los horrores que la coca, las Farc y los paramilitares hicieron vivir a su comunidad indígena durante años. “Con la coca nosotros movíamos al año entre cuatro mil y ocho mil millones de pesos, pero en la práctica no teníamos mejoramiento de salud o educación. Con ese dinero no superamos la pobreza. Así que hecho ese análisis, dejamos de cultivar coca por nuestros principios de vida” explicó.