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Miyu Alarcón

10 AÑOS DE POLÍTICA PÚBLICA LGBTI EN BOGOTÁ

Lesbiana, resiliente, camelladora

"Como persona diversa defensora de los derechos humanos, resalto la importancia de la mujer en la sociedad. Hoy en día formo parte del Consejo Consultivo LGBT como consejera para las mujeres lesbianas". Un testimonio.

Miyu Alarcón
13 de agosto de 2019

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Crecí en La Candelaria, en el centro de Bogotá, un lugar reconocido por su historia e importante para mí, pues desde muy temprana edad me inculcó la aceptación y el respeto por la diversidad. A los dieciocho años fui madre de un hermoso ser que desde su primer soplo de vida luchó entre la vida y la muerte; que me llenó de amor infinito, inspiración y resistencia. Tres años después, me reconocí como mujer lesbiana; esto trajo consigo el rechazo de mi madre, de mi familia y de la sociedad heteronormativa que me rodeaba. Busqué ayuda en un grupo espiritualmente diverso llamado La Puerta, que más tarde evolucionó a Casa Abba Padre, un movimiento cristiano en el que fui lideresa por cinco años y que aportó significativamente a mi construcción.

Meses después entré a trabajar en la Subdirección para Asuntos LGBT. Fue una experiencia en la que aprendí otra manera de vivir y en que políticamente comencé a reconocer mecanismos, herramientas y formas del sistema que, poco a poco, me llevaron a formar parte de una comunidad. En ella me reconocí como un ser político con gran capacidad de aportar a la construcción de una sociedad diversa, respetuosa e incluyente.

En 2014, con el pregrado a medias, asimilando la separación con mi pareja, tomé la decisión de renunciar a la Subdirección y delegar los cuidados y crianza de mi hija a su padre. Me puse metas claras, me sentí consciente, reconocí la fuerza y el poder que hay dentro de mí, y me reinventé en un mundo en que Miyu Alarcón es la protagonista: como mujer, madre, hija, estudiante, artista, deportista y psicóloga. Así volví a empezar mi vida en la localidad de Fontibón. Con la tribu llegó el fútbol popular, ese que se juega en el barrio con la gente. Me entrené como portera, formé un equipo femenino, y así inició una colectiva llamada la Casa del Oso.

Hubo largos entrenamientos, campeonatos, disputas por la cancha, violencias; un sinfín de momentos y situaciones que vulneran a una mujer que decide ser, pensar y hacer cosas no binarias ni normativas en una sociedad machista y patriarcal, desde la academia y con un balón en una cancha de barrio. Así emprendí mi carrera política en la que me construí como mujer lesbiana, resiliente, camelladora y sabedora. Y ahí aprendí cuán necesario es pensar en un mundo nuevo cada día; en mi mundo, un mundo justo, transparente, amoroso, respetuoso y diverso.

Con la Corporación Casa del Oso comprendí que el deporte y el arte forman parte de un presente político, cultural y social que mueve masas. También entendí que es posible utilizarlos como herramientas pedagógicas para transformar imaginarios, al permitirnos resaltar la labor, el talento y la inteligencia de cada persona, independientemente de su orientación sexual o identidad de género. Como persona diversa defensora de los derechos humanos, resalto la importancia de la mujer en la sociedad. Hoy en día formo parte del Consejo Consultivo LGBT como consejera para las mujeres lesbianas.