Home

Agenda

Artículo

'Estragos de la guerra' de la serie Los desastres de la guerra de Francisco de Goya.

Actualidad

¿Y a la cultura quién la defiende?

Según diversas fuentes, el próximo año el presupuesto para la cultura podría reducirse entre un 40 y 60 por ciento. Algunas voces se pronuncian.

RevistaArcadia.com
23 de agosto de 2017

De acuerdo con un artículo publicado en El Tiempo el pasado 14 de agosto, el proyecto sobre el presupuesto para 2018 que se debatirá en el Congreso de la República contempla que el Estado reparta entre las diferentes carteras 235,6 billones de pesos en 2018, frente a los 233,1 billones de este año. Sin embargo, para la mayoría de ellas habrá un recorte considerable: según ese mismo artículo, 17 sectores de 30 tendrían una caída en los recursos.

El deporte perdería un 62 por ciento en comparación con el monto de 2017. Otros ministerios que se verán afectados son el de Minas, Ciencia y Tecnología, inclusión social y el que nos trae: el sector cultura. Según ese artículo, MinCultura perderá 56.000 millones de pesos. Es decir, dispondrá de 13,7 por ciento menos de lo que tiene hoy.

Sin embargo, varias fuentes aseguran que el presupuesto podría reducirse mucho más, que el recorte podría oscilar incluso entre un 40 y 60 por ciento en 2018.

Consultamos con algunas voces del sector qué implica esa posible reducción y esto fue lo que respondieron.

Clarisa Ruiz, promotora cultural, docente en gestión cultural, ex secretaria de Cultura de Bogotá:

Foto de archivo.

Sería urgente conocer con precisión la inversión en Cultura, al igual que es urgente debatir sobre las políticas culturales. Lo uno sin lo otro, poco adelanta. Hay urgencia porque se preparan los programas de gobierno, porque el presupuesto para 2018 se empieza a discutir y porque, a pesar lo los esfuerzos, es mucho lo que hay por hacer inaplazable, fundamental. 

El problema más delicado no es de cuánto es el recorte, o si no se están contabilizando otras fuentes que no solo la de la inversión del Ministerio, o si este gobierno logró duplicar en 2015 la inversión (que desde entonces no ha parado de bajar). En términos generales el problema es que Colombia cuenta con un presupuesto muy bajo para atender lo que, por una parte, es un gasto público social y un derecho humano fundamental y, por otra parte, es una de “nuestras tierras más fértiles”, ya que la riqueza de diversidad cultural de nuestro país lo destaca mundialmente y es comparable a nuestra biodiversidad. Las dos están en peligro. En tiempos de globalización esta riqueza corre serios riesgos, uno de los cuales es que pensemos que la cultura es silvestre. Hace ya varias generaciones que esa riqueza no es sólo asunto de preservación. Preservar y renovar exigen diseños de política muy complejos. Información, investigación, concertación, todo lo cual hace mucha falta en los diversos frentes que conforman el entramado de lo cultural. No es esta una crítica a un gobierno –que además nos puso ante el cambio cultural más importante de todos, la paz–: es un llamado a que equilibremos nuestras prioridades. Para lograr que avance la transformación cultural que acompañe a la construcción de la paz, necesitamos que el Ministerio de Cultura sea un corazón fuerte, que cuente con nodos regionales, que el "sector" se encuentre, organice y cohesione. Hay mucha dispersión de esfuerzos, activismo cultural en muchas entidades. No es proponer que se fortalezca el centralismo, no es darle a la cultura la responsabilidad de la paz, es justamente equilibrar, y eso demanda una inversión para la organización, la coordinación, la infraestructura básica del sector.

Por eso, sin conocer bien las cifras, si debemos todos los colombianos hacer que haya más presupuesto para el Ministerio de Cultura, el órgano referente. Así habrá más inversión municipal y regional. Más valoración social de lo que es la cultura, un asunto del diario vivir, de la cuna hasta la tumba, de todas las culturas y los territorios del país. 

El plan de lectura y bibliotecas, la memoria, el plan de artes, la atención a diversidad de las poblaciones, los medios públicos, el emprendimiento cultural, la infraestructura municipal, el ordenamiento urbano, los paisajes culturales, todo esto debe ser objeto de políticas urgentes y más presentes en todo el territorio. 

Con el Deporte y el Ambiente, la cultura merece que seamos más estratégicos y sabios con ella.

Estos son los datos históricos, que vale la pena tener en cuenta para analizar el tema:

2010: 193.782 millones

2011: 211.918 millones

2012: 313.144 millones

2013: 353.096 millones

2014: 354.452 millones

2015: 390.793 millones

2016: 335.438 – 14.2% millones

2017: 302.024 millones

  *Histórico de la Inversión en estímulos a la creación y la investigación:

2017: 2.319 millones

2016: 2.213 millones

2015: 4.045 millones

2014: 3.000 millones

Ricardo Silva Romero, escritor y columnista:

Crédito: Juan Pablo Gutiérrez / Arcadia.

Opino que es absurdo. Creo que reducirle el reducido presupuesto a la cultura es vergonzoso. Por supuesto: la cultura seguirá a pesar de todo, como lo ha hecho siempre, porque el Estado lo único que puede hacer al respecto es abrirle paso, no pedirle nada a cambio y soportar sus críticas, pero quitándole presupuesto se conseguirá frenar –como en el caso del deporte y en el caso de la ciencia– el ascenso de tantas voces y la restauración y el reconocimiento de tantas obras. Es claro que a pesar de las rivalidades de pueblo pequeño, más allá de las críticas justas que pueden hacérsele a tal administración o a tal otra, a tal personalidad o a la siguiente, el Ministerio de Cultura y sus entidades adscritas están cumpliendo veinte años de estimular el trabajo de los gestores y los artistas colombianos sin haber caído  –no que yo sepa– en los peores vicios de la política colombiana: ese trabajo serio, que por ejemplo ha permitido una especie de industria del cine y ha respaldado el crecimiento de las ferias del libro y las bibliotecas en Colombia, tendría que ser premiado con el respeto por sus presupuestos. Dirán los gerentes del Estado que el recorte es necesario, que este mismo reclamo se puede hacer desde la ciencia y desde el deporte, pero la verdad es que son la cultura, el deporte y la ciencia lo que nos redime y nos prueba mejores que los escándalos de las primeras planas, y se supone que la idea, ahora, es redimirnos.

Álvaro Restrepo, director de El Colegio del Cuerpo:

Crédito: Daniel Reina Romero / Semana

La noticia sobre la muy posible reducción del presupuesto para la Cultura en 2018 no puede ser más trágica y, sobre todo, más contradictoria. Es un contrasentido que el mismo Gobierno que logró lo imposible –el silencio para siempre de los fusiles de las FARC– sea el mismo que nos diga ahora que la Cultura sigue siendo esa dimensión decorativa y prescindible, y que va a ser disminuida a su mínima expresión, desde el punto el vista del apoyo estatal.

De todas las herramientas de las que disponemos hoy en el posconflicto –para recuperar en esta nueva era la cordura, la dignidad, la conciencia, la sensibilidad y la comprensión del valor sagrado de la vida y de la convivencia–  la Cultura y las Artes son, con la Educación, las más potentes y efectivas. El urgente cambio de mentalidad que requiere nuestro país, esa apremiante revolución ética y estética, sólo se conseguirá a través de una nueva valoración de lo que somos como esencia cultural.

Soñamos con que el país sea el más educado de la región en 2025, pero no entendemos que una educación que no contempla a la Cultura y a las Artes dentro del currículo, como áreas fundamentales –de la misma importancia que las ciencias, las matemáticas y el lenguaje– es una educación torpe e incompleta. Recientemente, un representante de la secretaria de Educación de la ciudad en la que vivo me dijo: "Me encanta el trabajo que hacen, por qué ustedes se ocupan de las competencias blandas". Inmediatamente me sentí como un flan: las áreas consideradas importantes, esenciales, duras, viriles (matemáticas, ciencias y lenguaje) le ceden graciosamente tiempo (como utilización creativa del tiempo libre) a aquellas que son consideradas decorativas o blandas.

Por ello los presupuestos de Educación (30 billones) y de Cultura (350.000 millones) son tan desproporcionadamente asignados. Desafortunadamente no hay una comprensión de la complementariedad de ambos sectores para llegar a la formación de ciudadanos completos. Por ello he insistido tanto en la creación de un área común de intersección entre los dos Ministerios (Educación Cultural y Artística) para que una buena tajada del pastel presupuestal de Educación sea compartida e invertida en Cultura. De lo contrario creo que es mejor acabar con un lánguido y mendicante Ministerio de Cultura, que se ve siempre a gatas recogiendo las migajas de lo que le deja el Ministro de Hacienda de turno.

María Belén Sáez de Ibarra, directora Nacional de divulgación Cultural de la Universidad Nacional de Colombia:

Crédito: Paola Castao / Arcadia.

También recortarán el presupuesto al deporte, a la ciencia y tecnología. Todo lo que es creación, vocación creativa, disciplina, liderazgo lo recortan. El recorte de Colciencias es una cosa abrumadora. Todo, leído en este contexto, resulta mucho más fuerte. Es una falta de visión pensar que Colombia no puede tener una vocación creativa, pensar que no hay que apoyarla. En este momento del posconflicto es fundamental darle al país una vocación creativa en liderazgo, en imagen para los jóvenes, para gente que está concentrada en sus metas, como los deportistas, y  en sacar adelante la sociedad, como lo hacen nuestros científicos. El arte también es fundamental. Lo es, por ejemplo, para generar procesos colectivos de duelo y reconciliación. Lo es también para generar nuevas formas de imágenes, nuevas maneras de hablar de Colombia, más allá de las imágenes de siempre, aún muy concentradas en la guerra, en la violencia, en el narcotráfico. Necesitamos  una nueva forma de conciencia colectiva, y eso no se puede hacer sin arte y sin cultura. Considero entonces que es un error craso reducirle el presupuesto a la entidad estatal que se dedica a promover esos espectros de nuestra sociedad. Es una falta de visión, una ceguera; es no entender la importancia en un país, mucho más en posconflicto, de las artes, del deporte, de las ciencias, del liderazgo. Hay una falta de visión para el manejo de lo que se viene en Colombia. ¿Nos vamos a quedar toda la vida explotando minas? ¿Explotando nuestros bosques? ¿Será que de lo único de lo que seremos capaces es de proporcionar materias primas? Esto tiene todo que ver con la manera como se ve el país a sí mismo.