Home

Agenda

Artículo

NOTFORYOU de Monica Bonvicini

Hasta el 4 de junio

El arte contemporáneo se toma el Mambo

El martes primero de marzo se inaugura una ambiciosa muestra de arte contemporáneo en un museo que tradicionalmente se ha enfocado en arte moderno colombiano. Se trata de “Atopía”, compuesta por obras de la colección del Thyssen- Bornemisza. ¿Qué tan retador ha sido traerla al Mambo?

Sara Malagón Llano
1 de marzo de 2016

La práctica de coleccionar es una afición heredada de generación en generación en la familia Thyssen-Bornemisza. Heinrich Thyssen, un empresario germano-húngaro, empezó a coleccionar pintura clásica en los años veinte. A comienzos de esa década nació el hijo que continuó, agrandó y modernizó su colección, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, quien en 1992 la vendió al gobierno español. Con ello se conformó el Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid, y las 775 obras entregadas constituyen, aún hoy, casi la mitad del acervo de la colección del museo.

Francesca von Habsburg, la hija mayor del tercer matrimonio de Hans Heinrich, empezó su carrera curando la colección heredada de su padre. Años después empezó a armar la suya propia, que rompió con el tipo de obras que compraba su familia y con las prácticas coleccionistas tradicionales. No solo es dueña de más de 400 piezas de arte del siglo XXI, con énfasis en video y arte digital, sino que también es la fundadora y directora de TBA21, una fundación con sede en Viena que se dedica a comisionar proyectos de arte contemporáneo y posibilitar así la experimentación de artistas cuya producción se para en la línea delgada entre el arte y otras disciplinas, como la arquitectura o la ecología.


Litoral Pacífico de Jonathas de Andrade

“Francesca von Habsburg es una persona conocida en el medio por su nivel particular de compromiso, desarrolla proyectos muy ambiciosos, muy de la mano de los artistas”, le dijo a Arcadia la curadora de TBA21, Daniela Zyman, que se unió a la organización en 2003, un año después de su fundación.

Además de ser un archivo de piezas contemporáneas, una plataforma investigativa y un centro de arte que comisiona producciones nuevas –algunas de vida corta, como el performance, y otras que se desarrollan a lo largo de varios años–, TBA21 tiene un programa de exhibición que produce tres o cuatro muestras al año alrededor del mundo. Justo allí se inscribe Atopía. Migración, legado y ausencia de lugar, una exposición desarrollada en colaboración con el Museo de Arte Moderno de Bogotá, de 25 obras de arte contemporáneo y 19 artistas en su mayoría latinoamericanos, incluido un colombiano, Álex Rodríguez.


Bowery Nation del artista Brad Kahlhamer 

La exposición empezó a gestionarse desde Suiza en septiembre de 2014. “Conocí a Igor Ramírez, el encargado de Proyectos Especiales de TBA21, empezamos a hablar de Atopía, que en ese momento estaba en el Museo de Arte de Zapopan (MAZ) en Guadalajara y se me ocurrió proponer llevarla a Colombia”, dice Andrea Wild Botero, coordinadora de la exposición, quien trabaja en el museo Tamayo de México. Wild es la nieta de Gloria Zea, quien deja la dirección del Mambo justamente con esta exposición.

Atopía rompe con la tradición expositiva del Mambo, volcada, junto al acervo, al arte moderno colombiano. “En su momento fue un museo muy relevante y es históricamente reconocido por traer a artistas como Pablo Picasso o Alexander Calder a Colombia. Por eso pensé que el Mambo era una gran sede. Pero esto es nuevo, es distinto. Este es el arte de nuestro tiempo”, dice Wild. De alguna manera esta muestra puede ser vista como el fin de una etapa del museo y el anuncio de lo que podría venir, pues su próxima directora, Claudia Hakim, se ha concentrado, desde la Fundación NC-arte, en comisionar y exponer instalaciones ambiciosas y obras de arte contemporáneo similares a lo que se verá desde primero de marzo en el Mambo.


Frío estudio del desastre de Los Carpinteros

La exposición gira en torno a la palabra “atopía”, que significa “sin lugar” o “fuera de lugar”. Ese concepto apela a lo inclasificable, a algo que no cabe en las categorías temporales y espaciales; también a algo que pudo haber sido trasladado y no encuentra un centro. La palabra evoca conceptos filosóficos y éticos que hablan de la complejidad del mundo, como la alteridad, la diferencia y la exclusión. Es a partir de esas connotaciones que se construye la línea curatorial de la muestra, que a su vez evidencia la preocupación de los artistas por el tema del lugar, de los orígenes y del difuminar de las fronteras en un mundo globalizado. “Lo atópico está aquí y no está aquí, es una posición que niega la locación, tal vez una actitud que se relaciona con un ‘origen’ cultural o una experiencia social, pero al mismo tiempo se esfuma y se niega a sí mismo”, dice Daniela Zyman.

Uno de los artistas que ejemplifica muy bien esa reflexión es el estadounidense Brad Kahlhamer, conocido por trabajar con medios tan distintos como la escultura, la pintura, la instalación y el performance. Aunque se crió en Wisconsin y trabaja en Nueva York, Kahlhamer, adoptado en su niñez por una pareja germano-americana, carga con la herencia genética y fenotípica de los pueblos nativos americanos, y su obra refleja precisamente la búsqueda de ese origen, el estudio de una cultura en la que no creció pero que lleva consigo.

El espacio del Mambo: todo un reto

La obra del TBA2 entró al país a finales de junio de 2015 y ha estado en la bodega desde entonces. En noviembre de 2015, Valentina Gutiérrez, directora del nuevo Espacio El Dorado en el barrio La Macarena, asumió el papel de curadora de la exposición en Colombia y desde entonces el Mambo ha sido intervenido y modificado para el montaje de las obras. “Desde que recibí el primer manual de instalación, la cosa más detallada que he leído en mi vida, supe que esto iba a ser algo muy grande y difícil”, dice. Las obras son efímeras y todas están hechas con especificaciones milimétricas de los artistas.


I Wish Your Wish, de Rivane Neuenschwander

El arte contemporáneo tiene la particularidad de que muchas veces las obras deben producirse desde el principio en cada montaje. En el caso de Atopía la complejidad es mayor porque, como las piezas pertenecen a una colección, el trato con el artista no es directo, sino a través del personal de la fundación.  “Como los artistas son tan detallados en la manera en que debe ser montada su obra, el trabajo del curador dura meses y consiste en hacer posible la reconstrucción de la pieza. Se trata de buscar y ensayar proveedores, encontrar los materiales adecuados, dirigir un equipo de trabajo que reconstruye e instala las obras para el montaje… En todo esto uno se encuentra con proveedores que mienten, que dicen que sí pueden hacer lo que se pide, luego entregan algo diferente y concluyen que no se podía hacer”, dice Gutiérrez. Por eso se tuvieron que importar varios objetos, como las manillas de los deseos, hechas en Guadalajara, que constituyen una obra titulada I Wish Your Wish, de Rivane Neuenschwander, y que cubre toda una pared del Mambo. “La curaduría no es sencilla y glamurosa –dice la directora de El Dorado–: no se trata simplemente de establecer relaciones entre obras y construir una narrativa. Mañana será la carne, otro día fueron los bombillos”.

Cuando Gutiérrez habla de carne y bombillos se refiere a que buscó 250 bombillos de fabricación prohibida para NOTFORYOU, de Monica Bonvicini. Luego salió a buscar los ladrillos específicos (del color y las medidas precisas) para Frío: Estudio del Desastre –que implica la construcción de una pared de bloques de concreto de 10 metros– del colectivo cubano Los Carpinteros. Un miembro del equipo del TBA21 vino desde Viena a reconstruir desde cero esa pieza. Justo el día de esta entrevista el equipo estaba en problemas por la ausencia de una costurera para el montaje de la estructura arquitectónica de Do Ho Suh, hecha toda en hilo. Al día siguiente Gutiérrez planeaba recorrer la plaza de mercado de Paloquemao con el asistente (recién aterrizado en Bogotá) de uno de los artistas más sonados en México actualmente, Abraham Cruzvillegas, para comprar 40 quilos de carne que hasta hace muy poco no se sabía de dónde, en todo el Mambo, podían colgar. “Ser curador es solucionar problemas y cumplir con las exigencias de los artistas”, dice Gutiérrez.


Staircase de  Do Ho Suh

La complejidad del montaje refleja la importancia de la exposición, un intento por entrar a un terreno relativamente nuevo para Colombia: las muestras que dialogan con la actualidad internacional en términos artísticos. “Mucho dinero está dirigido al mercado y no suficientes recursos van a investigación y producción –dice Daniela Zyman–, los artistas necesitan que se les provea la posibilidad de desarrollar proyectos que no dependan de un retorno inmediato, de la muestra que venga o de la feria siguiente. Este tipo de trabajos, que se involucran con las esferas de lo conceptual, lo político, lo social, son los que realmente, creo yo, empujan hacia adelante toda la disciplina del arte contemporáneo. Yo creo en la habilidad del artista de indagar más profundamente, de comprometerse críticamente, de rescatar ideas y sueños que tal vez han sido considerados obsoletos, de desplegar y descubrir realidades paralelas y lecturas que nos permiten ver más allá de lo que se nos entrega como la verdad o lo verdadero. Eventualmente los museos también alojarán este tipo de piezas. Es cuestión de tiempo: tarde o temprano las cosas que parecían no institucionales, o incluso anti institucionales, encontrarán su camino en sus colecciones y salas de exposiciones”.

Artistas: Allora & Calzadilla, Jonathas de Andrade, Taysir Batniji, John Bock, Monica Bonvicini, Abraham Cruzvillegas, Mario García-Torres, Carl Michael von Hausswolffy y Thomas Nordanstad, Mathildeter Heijne, Sanja Ivekovic, Brad Kahlhamer, Los Carpinteros, Paulo Nazareth, Rivane Neuenschwander, WalidRaad/The Atlas Group, Alex Rodríguez y Do Ho Suh.