“Detrás del operativo que la gente ve en televisión hay familias de los uniformados que sufren, secuestrados e investigadores que jamás regresan, porque a veces las cosas pueden no salir. Quiero mostrar el rol que cumplió el DAS en este capítulo y que fue más que chuzadas y seguimientos no autorizados”, este es uno de los apartes de la entrevista concedida a SEMANA por Humberto Velásquez, ex agente antisecuestro y hoy escritor.

“El secuestro se convirtió en el segundo renglón de financiación de grupos armados como las Farc y el ELN. Ver que otra persona lograba un dinero relativamente fácil e ilegal hizo que mucha gente como expolicías, policías activos o familiares, encontrara una fuente fácil de recursos. Además, la guerrilla ha usado el secuestro como una forma de someter a una región o a una población”, explicó Velásquez en la entrevista.

Las credenciales de este ex agente y hoy funcionario de Migración Colombia parecen ser suficientes para sustentar sus afirmaciones: es experto internacional en negociación de rehenes, testigo de la JEP en el caso 01 sobre los atroces secuestros ejecutados por las Farc, y durante los 20 años que trabajó en el DAS participó en 220 liberaciones.

Durante 12 de esos 20 años fue el jefe del grupo antisecuestro del Departamento Administrativo de Seguridad, donde lideró la investigación de casos como el del japonés Chikao Muramatsu o el sueco Eric Ronald Larsson.

“Yo llegué al DAS en 1990. En esa época el país conoció la presión que podían ejercer a través de una persona secuestrada para lograr que las autoridades hicieran lo que los delincuentes querían. El grupo Muerte a Secuestradores (MAS) surge con el secuestro de Marta Nieves Ochoa, hermana de los Ochoa. Luego, la guerrilla terminó replicando ese modelo de secuestros. Las Farc buscaba pasar de una guerra de guerrillas a ser un actor armado reconocido y ganar notoriedad. Empezaron a atacar bases militares, a llevarse a soldados y policías y, con eso, negociar con el alto nivel de gobierno. La primera liberación grande fue en el gobierno de Ernesto Samper, en Las Delicias (Putumayo)”, recuerda Humberto.

Para el escritor, el grupo ilegal con mayor número de delitos de secuestros a cuestas fue la extinta guerrilla de las FARC, deshonrosa tarea continuada hoy en día por sus disidencias.

“Definitivamente, la industria del secuestro era manejada por las Farc, con cerca de un 80 por ciento de todos los casos. Luego, el ELN, que además extorsiona y vuela el oleoducto. En tercer lugar, la delincuencia común y reductos del EPL en el Catatumbo y el Eje Cafetero. Uno de esos frentes tuvo secuestrados al hijo de Óscar Tulio Lizcano y a gerentes de hospitales”.

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