Desde el viernes en la tarde, en oficinas, hospitales y calles de toda América Latina, la gente no deja de recordar sus “momentos Chespirito”. Todos comparten anécdotas sobre la primera vez que vieron El Chavo del Ocho, sobre la Chilindrina, el profesor Jirafales, el señor Barriga, en fin,  tantos personajes adorados, graciosos e irreverentes que acompañaron tres generaciones. Y sobre cómo, cuando niños, soñaban con tener a mano  una pastilla de chiquitolina para investigar algo o escabullirse. El universo que creó Roberto Gómez Bolaños fue tan vasto que la conversación se extenderá por semanas, no solo en las vecindades de América Latina, sino en todos los medios, tanto impresos como electrónicos. Es que Chespirito encarnaba como nadie el espíritu del subcontinente. Tras su muerte el viernes pasado en Cancún, donde vivía junto a su mujer Florinda Meza (doña Florinda),  la dimensión de su reconocimiento se hizo más que evidente. A Bolaños la gente lo llora con cariño y risa a la vez. Sus programas fueron traducidos a 14 idiomas y alcanzaron a amasar audiencias de 350 millones de personas. El mexicano creó decenas de personajes dotados de un humor inteligente y sano, que pronunciaban frases que jugaban con el idioma y expresiones que se tatuaron en el colectivo del mundo hispanohablante. Desde 1995 no grabó más ya que Televisa dejó de producir el programa, pero sus creaciones han mantenido una vigencia sin par pues se repiten en decenas de países como Colombia, Argentina y Estados Unidos. En 1929, año del desastre bursátil de Wall Street que sumió al mundo en una depresión sin precedentes, nació en Ciudad de México, hijo del matrimonio compuesto por Elsa Bolaños, una secretaria bilingue, y Francisco Gómez, un pintor, ilustrador y boxeador amateur. El pequeño Roberto quedó huérfano de padre a los 6 años, y aunque sufrió el vacío vio a su madre hacerse cargo. El hecho lo marcó profundamente. “Mi mamá era tan sensacional que nunca me di cuenta de que andábamos pobres. Fui feliz. Ella se mataba trabajando, pero de eso me di cuenta después”, afirmó en una entrevista. Que el Chavo del Ocho fuera huérfano no es una coincidencia, pero a diferencia de su reconocido personaje, Gómez Bolaños tuvo el impulso materno para crear y compartir con el mundo su genialidad. Tras estudiar Ingeniería en la Universidad Autónoma de México y foguearse como boxeador, un paso que comparte con Mario Moreno Cantinflas, Gómez Bolaños dirigió sus esfuerzos a escribir a los 22 años de edad. En los años cincuenta empezó a realizar textos publicitarios y dio el salto a la radio y la televisión. En los sesenta escribió guiones para varias películas de cine y se hizo a un nombre rápidamente por su pluma desenvuelta y sus contenidos creativos. Tanto así que el director Agustín Delgado lo asemejó a Shakespeare, y combinando el parecido con su baja estatura le llamo Shakespearcito. El apodo derivó en Chespirito, que se convertiría en su seudónimo fundamental. Su momento definitivo llegó en 1968 cuando la televisión nacional pública le otorgó un marco de media hora y le dio total libertad creativa. Desde esta plataforma mostró su capacidad de generar contenidos de alto impacto humorístico y también sus dotes de actor. En 1969 el programa se extendió a una hora y comenzó a llamarse Chespirito. Año tras año fue sumando éxitos. Allá nacieron el Chapulín Colorado y el Chavo del Ocho, y con esos programas un mundo que unió, y une todavía, a América Latina. Los últimos años de vida de Gómez Bolaños estuvieron marcados por las agrias disputas que sostuvo con Carlos Villagrán y María Antonieta de las Nieves, los actores que encarnaron a Quico y a la Chilindrina. Con el primero, el conflicto se originó en 1979, cuando Villagrán dejó el programa pero siguió interpretando a Quico, que rebautizó como Kiko, pues los derechos de autor le pertenecían a Gómez Bolaños. Con De las Nieves los problemas surgieron en 2002, cuando el hijo de Chespirito denunció que ella había registrado siete años antes como su creación al personaje de la Chilindrina. Aunque con ambos hubo acercamientos y amagos de reconciliación, el resentimiento prevaleció. Pero el mexicano mantuvo intacta su capacidad de hacer reír. En 2013, al sumarse a Twitter, la red social en la que circularon numerosos rumores de su muerte, escribió: “Hola. Soy Chespirito. Tengo 82 años, y esta es la primera vez que tuiteo. Estoy debutando. ¡Síganme los buenos!” y muy pronto acumuló cantidades enormes de seguidores, una cifra que a su muerte alcanzaba 6,6 millones. Allí mismo, meses después dejaría en claro su inusitada capacidad de clarividencia. Un seguidor peruano le preguntó si lo habían matado otra vez, a lo que respondió: “Hoy no toca. Creo que es los viernes”. Imperio cómico Chespirito inundó el mundo con sus producciones, sus personajes y sus espectáculos. Estas son las cifras de su genialidad. • 1.278 programas grabó Gómez Bolaños. • 350 millones de televidentes veían el Chavo cada semana en 1975. • 50 puntos de ‘rating’ llegó a tener el Chavo en la televisión mexicana. • 1.700 millones de dólares ha ganado Televisa, según Forbes, por El Chavo desde que cesó la producción en 1992. • 90 países han visto programas de Chespirito. Sus creaciones han sido dobladas a 50 idiomas. • 14 veces consecutivas llenó el Luna Park de Buenos Aires el elenco del Chavo. • 6,64 millones de seguidores tenía Chespirito en Twitter. Su primer trino fue “¡Síganme los buenos!”. Chespirito en Colombia No fueron muchas las veces que Gómez Bolaños visitó Colombia, pero cada que lo hizo el país entró en conmoción. Colombia se enamoró de los personajes de Roberto Gómez Bolaños, cuyas visitas al país generaron gran revuelo. La más recordada se dio en 1982, cuando el actor participó en la caminata por la solidaridad en Bogotá. Una multitud se acercó aquel día a la carrera Séptima para verlo y aclamarlo. Además, Chespirito fue la gran atracción de la Feria del Libro de 2007 en la que lanzó su autobiografía. En 2009, Gómez Bolaños presentó al país su obra teatral 11 y 12. De todas estas visitas, Chespirito siempre recordó con particular cariño el día en que un niño se le acercó y le regaló unas monedas para que se comprara una torta de jamón, la comida favorita del Chavo del 8. Las diez de Chespirito Los programas de Roberto Gómez Bolaños dejaron decenas de frases y expresiones clásicas, que pasaron al lenguaje diario en toda América Latina. “Fue sin querer queriendo”, decía el Chavo cuando lo regañaban. “Se me chispotió”, aunque no está en el diccionario gracias al Chavo es para los latinoamericanos algo que salió mal. “Para qué te digo que no si sí”, fue una de las frases cantinflescas de la Chimoltrufia. “No contaban con mi astucia”, decía el Chapulín después de vencer a sus enemigos. “Es que no me tienen paciencia”, se quejaba el Chavo cuando lo regañaban. “Se aprovechan de mi nobleza”, lanzaba el Chapulín si lo regañaban. “No te juntes con esta chusma”, le lanzaba Doña Florinda a Don Ramón antes de que su hijo Quico lo rematara con “Chusma, chusma, prrrr”. “Que no panda el cúnico”, fue uno de los clásicos del Chapulín. “Lo sospeché desde un principio”, decía el Chapulín cuando algo obvio salía a la luz. “¿y ahora quién podrá defendernos?”, era la manera de invocar al Chapulín Colorado cuando alguien estaba en peligro. Sus otras caras Aunque hacía maravillosas interpretaciones de Hitler, de Chaplin o de Stan Laurel (el flaco de ‘El gordo y El flaco’), ninguna alcanzó la calidad de las que él mismo creó e interpretó. El Chavo Un niño de la calle, de unos 8 años, se convirtió en el personaje más icónico de Roberto Gómez Bolaños. La vecindad que recreó representaba la realidad social de varios países de América Latina. Creado en 1971, su éxito se ha extendido durante cuatro décadas por todo el mundo.  La fuerza del programa, además del Chavo, está representada en personajes como don Ramón, la Chilindirina, Kiko, doña Florinda, el señor Barriga y el profesor Jirafales, entre otros. El doctor Chapatín Un anciano cascarrabias al que le molestaba que le insinuaran que era viejo. Se caracterizaba porque siempre llevaba una bolsa de papel con la que solía golpear a la gente. Su contenido era un misterio, aunque el mismo Roberto Gómez Bolaños explicó: “Contiene los rencores, las envidias y sus defectos, para que no se le escaparan nunca y así no soltarlos para ofender a la gente”.  El Chómpiras Hacía parte de un segmento llamado Los caquitos, compartido con Edgar Vivar, el Botija. El nombre de pila del personaje era Aquiles Esquivel Madrazo. Si el Chapulín era una parodia de los superhéroes, estos lo eran de los malos. También es inolvidable el personaje femenino de este sketch: La Chimoltrufia. Chaparrón Bonaparte Hacía parte del segmento Los chifladitos en el que compartían protagonismo con Lucas Tañeda (interpretado por Rubén Aguirre). Un par de personajes que sufrían de trastornos de personalidad y en el que Chaparrón se caracterizaba porque le daba ‘la chiripiorca’, una especie de espasmo nervioso. Vicente Chambón Era el protagonista de La chicharra, una serie que desarrollaba de la historia de un periodista que, como casi todos sus personajes, era torpe. Este personaje fue el móvil para satirizar el periodismo.