Un nuevo fenómeno laboral se está incubando en las empresas. Se trata de la renuncia silenciosa que no significa dejar el empleo, sino perder la motivación para desarrollarlo.

El empleado se desconecta emocional y funcionalmente de su trabajo, limitándose a cumplir estrictamente con sus tareas básicas sin ir más allá de lo estipulado en su contrato.

No hay una renuncia formal, pero en cambio se desvanece el compromiso con nuevos proyectos, actividades o tareas. Las razones que explican esta situación pueden ir desde el agotamiento y cansancio físico y mental, hasta la falta de reconocimiento, los sueldos bajos, o la búsqueda del equilibrio entre vida personal y laboral.

El empleado se desconecta emocional y funcionalmente de su trabajo, limitándose a cumplir estrictamente con sus tareas básicas. | Foto: AntonioGuillem

Un reciente estudio del Observatorio de Desarrollo Económico de Bogotá, denominado “Renuncias silenciosas en Bogotá: una mirada a la desmotivación en el trabajo”, encendió las alarmas: 965.000 personas –el 22,9 % de los 4,2 millones de ocupados en la ciudad en 2024— están desmotivadas o emocionalmente desconectadas de su trabajo. Permanecen en sus puestos, pero con un bajo nivel de compromiso y sin entusiasmo por sus tareas. Es decir, la capital enfrenta un desafío silencioso dentro de su fuerza laboral.

En Bogotá, se concentra principalmente entre personas de 29 a 49 años –más de medio millón de trabajadores y trabajadoras en etapa media de su vida laboral–, un grupo clave para la productividad y crecimiento económico de la ciudad.

965.000 personas –el 22,9 % de los 4,2 millones de ocupados en la ciudad en 2024— están desmotivadas o emocionalmente desconectadas de su trabajo. | Foto: jtinjaca

Según el estudio del observatorio, entidad vinculada a la Secretaría de Desarrollo Económico de la ciudad, la investigación identifica una fuerte relación entre la desmotivación y la precariedad laboral. De quienes muestran señales de renuncia silenciosa, casi la mitad (48,2%), es decir, unas 460.000 personas, trabajan en condiciones de informalidad; lo cual está relacionado con la ausencia de garantías laborales, estabilidad y afiliación a seguridad social.

“En este grupo, la precariedad laboral es evidente: del 71,2% que tienen un contrato laboral, casi una de cada tres personas (32,8%) trabaja bajo contratos verbales, es decir, sin documento escrito ni garantías de estabilidad, lo que deja a miles de trabajadores sin claridad sobre sus derechos ni condiciones de empleo”, advierte el análisis.

Asimismo, el tipo de actividad económica también marca diferencias. Los sectores de comercio, reparación de vehículos con 16%, administración pública, defensa, educación y salud con 14,9% concentran el mayor número de trabajadores desmotivados. Sin embargo, el alojamiento y servicios de comida, transporte y la construcción son los más afectados en proporción: entre una cuarta y una tercera parte de los trabajadores declara insatisfacción o deseos de cambiar de empleo, agrega el estudio.

“La investigación también muestra que la desmotivación no se limita a los salarios bajos. De hecho, tres de cada cuatro personas que quieren cambiar de trabajo (77,8 %) lo hacen para aprovechar mejor sus capacidades o formación, no solo para ganar más dinero. Esto sugiere que el reto del mercado laboral capitalino está en crear entornos donde el talento pueda desarrollarse y sentirse valorado”, afirma el informe.

Aunque la cifra es significativa, el estudio señala que Bogotá presenta una incidencia menor que otras regiones del mundo. Mientras que en América Latina el 58% de los trabajadores se considera “no comprometido”, y en Estados Unidos supera el 50%, en la capital colombiana el fenómeno alcanza menos de una cuarta parte. Esto sugiere que las causas locales están más asociadas a la informalidad y la falta de estabilidad que a una crisis cultural del trabajo.

“La renuncia silenciosa nos está diciendo algo más profundo que un simple malestar laboral: nos está mostrando los límites de un modelo que no garantiza estabilidad ni desarrollo. Si queremos una ciudad más productiva, debemos empezar por construir empleos donde las personas puedan proyectar su vida y no solo sobrevivir en ella”, aseguró Pilar Torres Alvarado, subdirectora de Estudios Estratégicos de la Secretaría de Desarrollo Económico.

El informe concluye que la calidad del empleo es el principal factor que define la motivación laboral. Las empresas con mejores esquemas de bienestar, estabilidad y reconocimiento logran mayor compromiso y productividad. En contraste, los entornos inestables y poco formales alimentan un ciclo de desmotivación que afecta tanto a los trabajadores como a la productividad y crecimiento económico de la ciudad.