A partir del primero de abril entrará en vigencia una metodología para calcular la tasa de interés máxima que se puede cobrar en los microcréditos, que son aquellos destinados a pequeños productores. Actualmente, esa tasa está en 58,8 % (quien cobre más incurre en el delito de usura) y es la más alta entre las distintas modalidades de crédito que regula la Superintendencia Financiera y que es de 46,26 % (esta aplica para préstamos de consumo, libre inversión o tarjetas de crédito).

La idea es que la nueva metodología permita una reducción de alrededor de 500 puntos básicos en las tasas de interés de los microcréditos, según cálculos preliminares de la Superfinanciera, entidad que publicará la nueva normatividad al respecto el 31 de marzo.

A diferencia del crédito de consumo, que se usa para comprar cosas, el microcrédito está dirigido a la producción de bienes o servicios.

Con este cambio no solo se busca incluir al microcrédito en la actual tendencia de la banca nacional, que está bajando tasas de interés en tarjetas de crédito y en crédito hipotecario, sino también ser consecuentes con la actual política gubernamental de atender a la llamada economía popular, que se refiere a las pequeñas unidades productivas del campo y de las ciudades, las cuales mayoritariamente hoy no tienen acceso a crédito formal.

Jorge Castaño, superintendente Financiero, explicó que la nueva metodología de cálculo de la tasa de usura para el microcrédito aspira a reducir el costo de los préstamos y diferenciar entre los montos que se piden prestados, así como si su demanda es en la ruralidad o en las zonas urbanas. Actualmente se estima que un microcrédito es el que va entre 6 y 120 salarios mínimos (hoy entre 6,96 y 139,2 millones) y la idea es establecer tres tasas diferenciales: una para los microcréditos que van hasta 6 salarios mínimos, otra para los que van entre 6 y 25 y una tercera para los préstamos de entre 25 y 120.

Hoy no se hace diferencia en el monto del microcrédito a la hora de cobrar intereses y lo que se busca es que no se trate por igual al que pide menos de 6 millones de pesos para apalancar su pequeño negocio o comprar las semillas para sus cultivos, que al que pide 100 millones de pesos, que claramente tiene una mayor experiencia crediticia y está más formalizado.

La tasa usura de microcrédito ha sido siempre más alta entre las distintas modalidades de crédito por su nivel de riesgo de no pago, que se presume es mayor dado que son muchos microempresarios que ni siquiera llevan contabilidad o no tienen cómo demostrar la regularidad de sus ingresos. A diferencia de la tasa de usura de los créditos de consumo, que cambia cada mes, la de microcrédito se certifica cada trimestre, pero la idea inicial con la nueva metodología será dejarla quieta por seis meses, es decir, hasta octubre de este año. En esos primeros meses habrá una sola tasa de microcrédito, más baja que la actual, pero luego sí se certificarán las distintas modalidades por monto y por segmento rural o urbano.

Los productores rurales son hoy los que tienen menos acceso al crédito.

Tamaño de la cartera

Hasta el cierre del año pasado la cartera de microcrédito de las entidades vigiladas por la Superfinanciera ascendía a 16,67 billones de pesos, 13 veces menos de lo que se tenía prestado para consumo y casi seis veces menos que la cartera de vivienda.

Hay además un grupo grande de entidades no vigiladas por esa Superintendencia que son especializadas en microcrédito y que son ONG, fundaciones y cooperativas. La mayoría de ellas están agrupadas en Asomicrofinanzas, gremio que informó que en enero de 2023, su saldo de créditos era de 19,4 billones de pesos, de los cuales solo el 365,% por ciento estaba colocado en la ruralidad.