En el corazón del barrio El Poblado hay un tesoro rodeado de árboles, con vista a las montañas de Medellín y atravesado por un riachuelo. Este lugar –elegante, fresco y tranquilo– lo llamaron Parque Comercial El Tesoro y hoy es uno de los centros comerciales más representativos de la ciudad. Y no solo por su entorno, también por su comercio y la gestión equilibrada de estos dos. Parece contradictorio, pero este centro comercial –un negocio de consumo– es sostenible a nivel social, ambiental y económico. “Entendimos que somos una centralidad, una pequeña ciudad en la ciudad, en la que nuestra comunidad debe encontrar todo lo que necesita. Y articulamos esa tarea con la responsabilidad que tenemos con nuestro entorno natural que es privilegiado”, cuenta Adriana González, gerente de El Tesoro. Diurno y nocturno Resolver las necesidades de las personas desde que se levantan hasta que se acuestan y al mismo tiempo ser sostenibles es el reto de El Tesoro. Para hacerlo tiene una oferta que incluye comercio, gastronomía, entidades financieras, un hotel con 235 habitaciones –el segundo más grande de la ciudad–, un centro de eventos con capacidad para 1.200 personas, una torre médica que funciona 24 horas y siete días a la semana, y tres parques temáticos. Este centro comercial –que pretende funcionar como un todo– ha creado eventos que cuentan historias y que se han convertido en parte de la ciudad. Uno de ellos es el que se desarrolla en Navidad. Durante esta época se viste de luces y blanco, y se realizan actividades alrededor de ‘Rudof’, el personaje principal de las fiestas. A fin de cuentas el centro comercial es una pequeña ciudad o, por lo menos, esa es la apuesta. González explica que equilibrar la demanda que tienen junto con la sostenibilidad social, económica y ambiental es, en definitiva, el mayor objetivo. El Parque Comercial El Tesoro recibe mensualmente a 1,2 millones de visitantes, los cuales llegan hasta sus instalaciones en 270.000 vehículos, 45.000 motos y 18.000 taxis. Debido a estas cifras desde 2016 el Tesoro mide su huella de carbono. En 2017 compensó el total de las emisiones con la siembra de 4.620 árboles y en 2018 con la compra de bonos de carbono para compensar el ciento por ciento de las 1.567 toneladas de CO2 emitidas en 2017. Adicionalmente se crearon estrategias internas para sus empleados y los mismos usuarios. Por ejemplo, se instalaron contenedores de recepción de residuos peligrosos como pilas, luminarias, aceites de cocina y otros. “Así buscamos ser la solución a todas las necesidades de nuestros usuarios”, concluye González. Esta iniciativa se relaciona, de forma integral, con otras como la automatización inteligente de su energía, la instalación de paneles solares, la movilidad sostenible a través de biciparqueaderos, la recuperación de sus residuos orgánicos y el reciclaje.