Colombia está por terminar uno de sus periodos más brillantes de crecimiento económico, con dos años históricos: 2021, con un avance de 11 por ciento, y 2022, que terminará en cerca de 8 por ciento.

No solo se trató del efecto rebote tras las crisis generadas por la pandemia, o por los bloqueos del paro nacional de 2021. También hubo factores que se alinearon para impulsar la economía.

El gran motor, sin duda, ha sido el consumo y el gasto de los hogares, que han aportado más del 80 por ciento del crecimiento. La recuperación del empleo, el auge del crédito y las cifras históricas en remesas han sido combustible para el gasto. A eso se suma, más recientemente, la inversión, en especial jalonada por el gasto en maquinaria y al buen momento internacional de los commodities, como el carbón y el petróleo, que –paradójicamente– gracias al conflicto entre Rusia y Ucrania, encontraron pisos en sus precios.

De hecho, según José Ignacio López, director de Investigaciones Económicas de Corficolombiana, “la recuperación económica ha sido tan buena que más allá de esos efectos base, estamos viendo que el país va a alcanzar este año el nivel de ingreso que hubiera tenido si nunca hubiéramos registrado el choque de la covid y hubiéramos seguido creciendo a una tasa de 3,3 por ciento”. El crecimiento acumulado de Colombia entre 2019 y 2022, de 10,8 por ciento, es el más alto de América Latina y el sexto del conjunto de países emergentes, agrega López.

Además de la dinámica en el consumo, dos hechos han sido fundamentales en el comportamiento de la economía en los dos últimos años. Uno, el paquete fiscal, que representó no solo políticas de asistencia social extraordinaria, como Ingreso Solidario, que se extendieron hasta este año, o la política monetaria, que solo empezó su ajuste en las tasas de interés a finales del año pasado; sino también el ‘subsidio’ a la gasolina, cuyo precio apenas empieza a aumentar para cerrar el déficit del Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles, el cual puede superar 30 billones de pesos.

Sin embargo, con la llegada de 2023, Colombia entra en una era de ajuste. “Esta será la puerta de entrada a una nueva etapa en la que se verá una desaceleración saludable y sostenible que llevará al PIB a un crecimiento de 0,7 por ciento”, dice el BBVA Research. Agrega que en ese resultado también influirán las recesiones que se pronostican en Estados Unidos y Europa, que pese a las circunstancias serían ‘recesiones suaves’.

Para Davivienda, otros factores que explicarán la desaceleración de la economía colombiana son el aumento en el costo de uso del capital, derivado de la fuerte depreciación de la tasa de cambio en los últimos dos años y del alza de las tasas de interés; igualmente, influirán las presiones que los incrementos en los costos de los insumos están generando sobre los márgenes de rentabilidad en algunos sectores, y la incertidumbre relacionada con la pérdida de poder adquisitivo, como resultado de la persistencia del fenómeno inflacionario.

Por su parte, Corficolombiana prevé una moderación del consumo privado –el gasto de las familias pasaría de una tasa de expansión de 9,9 por ciento en 2022 a un modesto 1,1 por ciento–, por los altos niveles de precios y tasas de interés, así como por la menor entrada de remesas por la desaceleración en las economías de donde provienen. También plantea que la depreciación del tipo de cambio, el incremento en los precios de los combustibles, la mayor carga de la deuda luego de varios meses de consumo apalancado a tasas de interés más altas, contribuirán a frenar el ritmo de gasto privado.

La inversión privada bajará su ritmo y pasará de crecer 11,7 por ciento en 2022 a 0,8 por ciento, de acuerdo con sus proyecciones que, al igual que las exportaciones, disminuirían en un contexto de alto costo del capital, menor demanda externa y términos de intercambio menos favorables.

Tres factores preocupan en el panorama económico del país. Uno es la inflación, que aún no cede y cada mes sigue rompiendo récords. Para noviembre superó el 12,5 por ciento anual, la más alta en 23 años, y parece que no bajará rápidamente. Las presiones inflacionarias persisten atadas a mayores costos de producción, un invierno fuerte y pronunciado, el incremento en el precio de la gasolina, la indexación de arriendos y otros componentes al salario mínimo y el traspaso de la depreciación del peso a la inflación.

El segundo factor son las decisiones del Banco de la República sobre el incremento en las tasas de interés. En un poco más de un año, han pasado de 1,75 por ciento a 12 por ciento. Se espera que durante los primeros meses del próximo año las tasas se estabilicen y para finales del año empiecen a reducirse, al ritmo de una inflación que se espera termine 2023 por encima de 7 por ciento.

El tercer factor es el precio del dólar. Este año, en varias jornadas rompió la barrera de los 5.000 pesos. “El tipo de cambio respondió a la mayor volatilidad externa e interna y se devaluó por encima de otros pares regionales en lo corrido del año”, dice el BBVA Research.

Resiliencia

Pese a que hay más razones para el pesimismo que para el optimismo con la economía en 2023, algunos analistas ven el vaso medio lleno y uno de ellos es Ernesto Revilla, economista jefe para Latinoamérica de Citi. Considera que la desaceleración será inevitable, pero no será tan mala como se podría pensar en medio de la fuerte subida de tasas de interés de la Reserva Federal, cuyos movimientos históricamente han impactado mucho a la región. Dice que, esta vez, América Latina está mostrando una mejor resiliencia y eso le ayudará a que el esperado ciclo de bajo crecimiento pueda ser menos duro que en el pasado.

No obstante, los riesgos no solo son externos, sino que también hay riesgos políticos. Para muchos, la indefinición sobre el futuro del sector petrolero por parte del Gobierno, sumado a los ataques y comparaciones con sectores ilegales como la coca, han sido y podrían seguir siendo un factor de devaluación, pues se trata del sector que hoy por hoy más divisas trae al país. Solo hasta mayo del año entrante se conocerá la hoja de ruta de la transición energética y la definición sobre nuevos contratos de exploración que puedan impulsar la inversión.

En medio de este panorama, el Gobierno del presidente Gustavo Petro presentará tres reformas clave: salud, pensional y laboral, que se unen a la tributaria que pasó este año y recaudará 20 billones de pesos. Por el lado de la salud, acabaría con el modelo de las EPS y terminaría su intermediación financiera, convirtiéndolas en operadoras. La laboral traería cambios significativos en los esquemas de contratación y en la definición del modelo de prestación de servicios, esto cuando la jornada laboral empezará a reducirse a partir del próximo año. Y, finalmente, la pensional, que, tal como está propuesta, daría un golpe de gracia a los fondos de pensiones, pues se llevaría a casi el 90 por ciento de los cotizantes al fondo público.

De acuerdo con un análisis de Davivienda, hay factores de incertidumbre específicos: “El alcance de las políticas que implementará el Gobierno y el efecto que puede llegar a tener la reforma tributaria sobre el crecimiento”. Agrega que si bien los ajustes se dan por un aumento en los impuestos y una disminución del gasto, en esta oportunidad la receta tradicional podría no aplicarse, pues se espera una expansión del gasto público.

¿Qué moverá el crecimiento?

Ante una caída en el consumo y la inversión, y la incertidumbre en el sector empresarial, la posta queda en manos del sector público, tanto del gobierno central, que tendrá los recursos de la tributaria más los extraordinarios de las minibonanzas petrolera y carbonera; como de los gobiernos locales y departamentales, que entran en su último año de mandato.

Con el paso de un crecimiento de 8 por ciento en 2022 a uno menor de 2 por ciento el año entrante, es posible que en algún momento de 2023 se pueda dar una recesión técnica, es decir, dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo; o un fenómeno de estanflación: periodo de bajo o nulo crecimiento, con alta inflación.

Por eso, la principal incógnita de 2023 es qué tan profunda será la desaceleración en el país. Si será un escenario de crecimiento bajo frente a un crecimiento histórico o si lo que viene es una tormenta económica. Todavía no es claro si el ajuste de la economía será un aterrizaje suave o un ‘barrigazo’ cuyas consecuencias aún no son predecibles.

Las cuentas del 2023

Los analistas ven una fuerte desaceleración del PIB, la cual vendrá con una menor inflación, bajas en las tasas de interés, un dólar un poco por debajo de 5.000 pesos y un barril de petróleo relativamente estable.