SEMANA: Desde hace unos días la hemos visto como imagen de una iniciativa de Unicef sobre Legado Solidario. Cuéntenos en qué consiste.

María Cecilia Botero: La primera vez que trabajé con Unicef fue cuando nació Mateo, hace 40 años, en una campaña de lactancia materna. Y hace unos años me contactaron para ser vocera oficial del programa Legado Solidario, que consiste en pedirle a la gente que antes de dejar este mundo se acuerde de los niños y las necesidades que tienen en un país como Colombia. La idea es que pongan a Unicef en su testamento. Hay gente con obras de arte o bienes que puede ayudar a muchos niños.

María Cecilia Botero. | Foto: 2021 Getty Images

SEMANA: Hace poco la vimos celebrando 50 años de carrera. Lo curioso es que usted llegó a la actuación por casualidad...

M.B.: Sí, mi papá era amante del teatro y aunque en esa época él no trabajaba profesionalmente en eso, sino como ejecutivo de una empresa, tenía grupos de teatro. Yo lo acompañaba, pero no porque quisiera ser actriz. Con 14 años, lo acompañé a Manizales para inaugurar el Teatro Fundadores con una obra dirigida por él. Y no llegó la actriz y él me pide que le ayude y no sé cómo lo logré. Esa fue la primera vez en un escenario grande. Estaba nerviosa, pero me gustó lo que sentí. Al año siguiente se iba a hacer una coproducción con México, una película sobre el libro de Jorge Isaacs, María, y casualmente el esposo de mi tía Dora Cadavid haría la música. A mi papá lo invitaron a una cena con él y le dije: “Llévame, que quiero conocer a un director de cine”. Y, al final de la comida, el tipo me dice que si quiero trabajar en la película. Yo tenía apenas 15, pero me convenció. “Mire, yo tengo buen ojo, usted va a ser actriz y le va a ir bien”. Y no estaba tan equivocado.

SEMANA: En una época en la que ser actriz no se consideraba un oficio...

M.B.: Mi mamá se opuso muchísimo, le parecía que no era una profesión decente. Pensaba que todos sus hijos iban a ir a la universidad, tener carreras decentes y a mí se me ocurrió ser actriz. Fue una lucha grande. Siempre le decía: no importa que no tenga diploma de universidad, me va a ir mejor que a todos. Y pues no me fue mejor que a todos, pero sí mejor que a muchos.

SEMANA: Hace 50 años todo estaba por inventarse en la televisión. ¿Cómo era trabajar en esos tiempos?

M.B.: He crecido casi al mismo tiempo con la televisión. Me tocó una televisión en la que todo era en vivo y en directo, hasta las telenovelas. No había videotape y debíamos estar muy concentrados porque ahí sí que no se te podía olvidar nada.

SEMANA: Varios actores veteranos han confesado que les cuesta adaptarse a la manera en que trabajan muchos actores jóvenes, quizás con menos disciplina. ¿Cómo le ha ido con eso?

M.B.: Es que antes teníamos más tiempo para armar personajes, hablar con el director. En el momento de actuar, ya uno tenía que estar completamente dentro de ese personaje, sabérselo de memoria y, si tocaba improvisar, saberlo hacer. Diría que eso me ha costado, la rapidez con la que se hace todo: te llega el libreto y al otro día debes grabar 25 escenas. Los actores de ahora, como no conocieron eso, a veces se chocan contra el mundo. A varios les falta pasar por las tablas para entender mejor el oficio.

Cada personaje se relaciona con un momento de la vida. Recuerdo La pezuña del diablo, el último personaje que hice como de jovencita. Después, quedé embarazada de Mateo y el siguiente personaje que llega es Yadira, la ardiente.

SEMANA: A usted la hemos visto en muchos personajes maravillosos como Manuelita Sáenz y Yadira, la ardiente, en Caballo viejo. ¿Qué personajes lleva más en el corazón?

M.B.: Cada personaje se relaciona con un momento de la vida. Recuerdo La pezuña del diablo, el último personaje que hice como de jovencita. Después, quedé embarazada de Mateo y el siguiente personaje que llega es Yadira, la ardiente. Un cambio de niña a mujer y la maternidad te da un cambio en la visión del mundo. Uno se siente más mujer y madura. Yadira, la ardiente fue el inicio de una nueva etapa en mi carrera. Un personaje hermoso, conocí cosas de mí que no sabía antes, como descubrir mi sensualidad y coquetería.

SEMANA: ¿La criticaron por ese personaje, cómo lo recibió la gente?

M.B.: A la gente le gustó y sigue siendo uno de los personajes que más recuerda. Fue muy bien escrito y tratado. Es que era una novela de Bernardo Romero, imagínate, y dirigida por David Stivel. Por lo que, en vez de causar estupor o rechazo, generó aceptación. Cuando uno hacía ese tipo de personajes no es como ahora, que las mujeres son más abiertas y se muestran más en todos los aspectos.

María Cecilia Botero ha sido, desde los inicios de la televisión en Colombia, una de las figuras más emblemáticas. Uno de sus papeles más recientes fue el de Alma, en la película Encanto, de Disney.

SEMANA: ¿No era muy complicado que a uno lo dirigiera el esposo?

M.B.: Nosotros lo hicimos relativamente fácil, pues nos pusimos reglas para que funcionara: una cosa era la pareja y otra los roles que cada uno desempeñaba en el trabajo. En el set, él era el director y yo la actriz. En la casa era otra cosa, la que mandaba era yo.

SEMANA: ¿Cómo recuerda ese momento en que le llega la viudez en la plenitud de su carrera y debe afrontar sola la maternidad con un niño pequeño?

M.B.: Difícil sí fue, no lo voy a negar. Pero, cuando las cosas te llegan, uno tiene que aceptarlas de la mejor manera. En medio del dolor y lo triste que fue, agradezco haber tenido tiempo con David. De hablar, de decirnos todo lo que nos teníamos que decir. Que me diera todos sus consejos y me preparara de alguna manera para lo que venía.

SEMANA: Hace unos años a usted le llega a las manos un personaje, la abuela Alma, de la película Encanto, en un momento en que pensaba dejar el oficio. ¿Por qué quería retirarse?

M.B.: En un país como el nuestro, donde el círculo es tan pequeño y hay tan pocas posibilidades, llegas a una edad en la que disminuye el trabajo. Me ofrecían personajes sin mucha gracia. Me preguntaban qué le falta por hacer. Y yo había hecho de todo: noticias, magazines, talk shows, realities. Pensaba que no me faltaba nada. Y aparece esto: Alma. Y dije: pues me faltaba esto, ponerle la voz a un dibujo animado, y si es para Disney, qué honor.

SEMANA: ¿Había soñado con Hollywood?

M.B.: Para nada. La verdad, nunca se me pasó por la mente y hasta me burlaba un poco con los tales Premios Óscar, todo eso tan ficticio. Y la vida, sin embargo, mira, me dio la posibilidad de estar allá, en la alfombra roja. Y me di cuenta de que no tiene ninguna gracia especial.

SEMANA: ¿Cómo ha sido trabajar dirigida ahora por su hijo, Mateo?

M.B.: Ha sido lo mismo que cuando trabajé con David. Si él me dice algo en el set, digo “sí, señor”. Los dos han sido directores que saben decir las cosas y él es muy buen director, y no lo digo porque sea mi hijo. Él es un buen director de actores.

SEMANA: Llama la atención que nunca la hemos visto en narcoseries...

M.B.: Sé que es lo que vende afuera, lo que pide el mercado, etcétera. Y no es que tenga algo contra eso, los actores tenemos que hacer de todo. Pero lo que siento es que ya se hicieron todas las que había que hacer. Y a veces se exagera un poco, ser colombiano no es solo mostrar la parte de los narcos, tenemos otras cosas. Ya paremos con eso, contemos otras historias, ¿por qué nos tenemos que quedar solo con narcotráfico?

SEMANA: En el imaginario de mucha gente está la idea de que los actores son millonarios, pero en esta larga carrera suya hasta quiebras económicas ha tenido.

M.B.: Sí, la imagen que tiene la gente es que ganamos muchísimo dinero. Este es un trabajo muy inestable. Uno trabaja en una serie que te deja buen dinero, por unos meses, pero después puedo pasar un año sin trabajo. Lo de cuatro meses debe durar 18. La verdad es que pasamos temporadas muy largas sin trabajar, entonces debemos ser muy juiciosos para seguir subsistiendo. Pero no me quejo. He tenido muchos problemas económicos, pero más porque me he puesto a hacer lo que no sé: producir de mi bolsillo. En eso aprendí muchas cosas, hice producciones de teatro hermosas. Así haya perdido plata, no importa, gané en otra cantidad de cosas. Pero aprendí que zapatero a tus zapatos, solo sé ser actriz.