La ultraderecha francesa, que ha obtenido en el recién acabado proceso electoral unos resultados sin precedentes, mira ya a los comicios legislativos con la duda sobre la conveniencia de una alianza más amplia que plantee, por ejemplo, la unidad entre la Agrupación Nacional de Marine le Pen y la Reconquista de Éric Zemmour.

En la primera vuelta de las presidenciales, Le Pen y Zemmour sumaron más del 30 por ciento de los votos, mientras que en la segunda la candidata de Agrupación Nacional elevó por primera vez a la ultraderecha por encima del 40 por ciento, pese a caer derrotada frente al actual mandatario, Emmanuel Macron.

En el discurso ante sus seguidores, Le Pen describió como “histórico” el resultado y anticipó lo que vino a llamar como “la gran batalla”, en alusión a las parlamentarias que se celebrarán el 12 y el 19 de junio. “El partido no ha terminado”, declaró.

Zemmour, eliminado en la primera vuelta, no oculta su deseo de tejer alianzas en la derecha, con vistas a aumentar posibilidades de cara a dicha cita. El domingo por la noche, reivindicó a su “joven” partido frente al “apellido Le Pen”, al que le atribuyó ocho derrotas.

Entre quienes abogan también por esta alianza figura Marion Maréchal, sobrina de Marine Le Pen y apoyo de Zemmour. “Tenemos una inmensa responsabilidad”, ha enfatizado este lunes, en un mensaje en el que ha abogado por una “unión nacional” que abre incluso a los “patriotas” de Los Republicanos, conservador pero más moderado.

Maréchal ha difundido estimaciones que apuntan a que, sin unidad, la ultraderecha obtendría sólo 13 diputados y, con ella, el número de escaños se dispararía hasta 148 en la Asamblea Nacional.

Sin embargo, Agrupación Nacional por ahora prefiere no dar nada por sentado y su presidente, Jordan Bardella, ha afirmado este lunes ante los medios que “no hay discusiones de las que hablar” por ahora. Sí ha abogado por crear un “gran polo de oposición” a las políticas de Macron, pero lo ha descrito como “un polo popular”, que no se limitaría a la habitual división entre izquierda y derecha.

Le Pen se erigió el domingo como representante de los franceses “olvidados” y como “contrapoder fuerte”, la “verdadera oposición” según sus propias palabras. “Millones de compatriotas han apostado por el cambio”, proclamó en su agridulce discurso.

La candidata de la extrema derecha se ha posicionado como la figura más importante de esta agrupación política. Con un discurso más moderado, pero con opiniones polémicas y contundentes, Le Pen ha logrado movilizar una masa de votantes histórica para la extrema derecha francesa.

Le Pen logró perfilarse, en este ciclo electoral, como una candidata más seria y mejor preparada para guiar a una Francia que atraviesa bastantes crisis: un fuerte conflicto social causado por reformas pensionales y del gasto publico, la pandemia del Covid que puso en serios problemas a la capacidad adquisitiva de los franceses, una Unión Europea que parece disolverse, una Europa en crisis por la guerra en Ucrania.

Una mayoría de franceses, según dos sondeos publicados justo después de su reelección, no quiere que el mandatario centrista disponga de una mayoría parlamentaria, como la que goza desde 2017 en la cámara baja, lo que abriría la puerta a la “cohabitación”.

Sin mayoría, “no puede hacer nada. El rey está desnudo”, explicó a la AFP Dominique Rousseau, profesor de derecha constitucional en la universidad Panthéon-Sorbonne. Una vez escogido por el presidente, el primer ministro fija el rumbo del gobierno.

Francia ya conoció este modelo en el pasado. En 1997, Chirac nombró como primer ministro al socialista Lionel Jospin. El presidente conservador había sido previamente el primer ministro entre 1986 y 1988 de su predecesor socialista, François Mitterrand.

*Con información de EP y la AFP.