Cali está acechada por las disidencias de las Farc. Ese es un secreto a voces que se empezó a comentar entre las autoridades a mediados de 2020, pero que, de cierta manera, fue confirmado el pasado fin de semana: hombres armados con fusil asesinaron a Christian Muñoz Restrepo, patrullero de la Policía, en Pance, tradicional zona rural ubicada a escasos 20 minutos en carro del casco urbano.

La muerte del uniformado ocurrió un domingo al mediodía mientras prestaba guardia. El ataque con fusil fue rápido y certero; la víctima quedó tendida en medio de la carretera sin pavimentar que conduce al pueblo Pance. Nadie vio nada, y, aunque el alcalde Jorge Iván Ospina llegó hasta la zona, no entregó mayores detalles.

Sin embargo, el general Juan Carlos León, comandante de la Policía Metropolitana de Cali, dijo: “La información que tenemos hasta ahora es de disidencias, un grupo armado organizado. Ya tenemos identificado a uno de los sujetos, y la Fiscalía ya está realizando todo el proceso investigativo”. Según el general, cuatro personas les dispararon a dos uniformados, uno de ellos Muñoz Restrepo, quienes se encontraban cumpliendo labores del modelo de vigilancia por cuadrantes.

Por su parte, Ospina explicó que las autoridades están buscando a los responsables. “Que sepan estos bandidos que todas las capacidades institucionales del Ejército, la Policía y de la Fiscalía General de la Nación están en su acecho. Los vamos a capturar y tendrán una sanción ejemplar. También debe saber toda la población de Cali que toda la movilización institucional está hacia Pance para evitar una nueva incursión de grupos armados. Cali ya ha pasado por esto y no puede regresar a los momentos que estos grupos incursionaron en nuestro territorio”, sostuvo.

En el asesinato del patrullero Christian Muñoz Restrepo, resultó otro más herido. El uniformado tiene pronóstico reservado.

Pero ¿de qué estructura armada se trata y por qué está operando tan cerca al casco urbano de Cali? Todos señalan a los hombres de la disidencia Jaime Martínez, comandada por Johany Noscué, alias Mayimbú, y por quien las autoridades ofrecen una recompensa de hasta 1.000 millones de pesos.

Mayimbú fue soldado raso de las antiguas Farc, pero, ante el anuncio de desmovilización, escaló hasta lo más alto de quienes no quisieron someterse a lo firmado en La Habana, Cuba. Su nombre trascendió luego del 1 de septiembre de 2019, pues su estructura asesinó de forma despiadada a Karina García, candidata a la alcaldía de Suárez, Cauca, y a cinco personas en el corregimiento La Betulia.

Mayimbú y su disidencia controlan el noroccidente del Cauca, parte de la zona rural alta de Jamundí, y ahora ampliaron sus tentáculos hasta la zona rural de Cali, en cercanías del parque Los Farallones.

Desde hace varios meses, la capital del Valle es la joya de la corona para las disidencias de las Farc, así como otros grupos armados organizados que vienen desde Buenaventura. Cali tiene un alto flujo de microtráfico, oficinas de sicarios en varias comunas, y ofrece la oportunidad de lavar grandes cantidades de dinero mediante negocios aparentemente legales.

Las disidencias, que han venido creciendo en número y operación criminal apoyadas por carteles mexicanos, aprovecharon el paro nacional para pescar en río revuelto. En Cali, epicentro de las protestas, vandalizaron 90 por ciento de los CAI de Policía y la ciudad estuvo con zonas vedadas para las autoridades durante más de 56 días.

En ese tiempo se disparó la delincuencia. Los bloqueos contribuían a la inoperancia de la Policía contra las estructuras urbanas, y los homicidios, a causa de aparentes disputas por control territorial, llegaron a cifras récord. Solo en mayo, la ciudad reportó 177 muertes violentas. Durante ese mismo periodo del año pasado, hubo 87 homicidios, casi 46 por ciento menos de los registrados durante 2021. Mientras toda la ciudadanía –y Colombia, en general– centraba su atención en los bloqueos y actos de vandalismo en Cali, en algunos sectores, como la zona alta de Siloé, hombres de civil caminaban con fusil en mano en un claro ejercicio de intimidación hacia la comunidad.

Jorge Iván Ospina explicó que las autoridades están buscando a los responsables. | Foto: Imagen tomada de la cuenta en Twitter: @AlcaldiaDeCali

Un informe de inteligencia conocido por SEMANA detalla que durante los días álgidos de las protestas hubo presencia de cabecillas y emisarios de disidencias de las Farc, como la Dagoberto Ramos, la Carlos Patiño y la célebre Jaime Martínez, a la que apuntan las autoridades como responsable del asesinato del patrullero en Pance.

En marzo, un mes antes del paro, fue capturado en Cali –por una acción conjunta de la Policía, la DEA y la Fiscalía General– Carlos Requene Gallo, alias Negro, quien sería el enlace financiero entre el cartel mexicano los Rodríguez y la columna disidente de las Farc Oliver Sinisterra, que delinque en el Pacífico nariñense.

Un mes después, durante las protestas, fue detenido Ánderson Maldonado, conocido como Jacobo, cabecilla de la red de apoyo de la columna Dagoberto Ramos. “Esta captura evidencia la infiltración de ese grupo armado en las marchas. Su participación en el hurto a bancos, quema de un CAI y daños al sistema MIO en Cali no es de ninguna forma protesta legítima”, dijo el ministro de Defensa, Diego Molano, a través de su cuenta de Twitter.

Estos son algunos ejemplos de las más de 50 capturas en Cali de personas asociadas a las disidencias durante el último año. ¿Qué es lo que quieren? Las autoridades creen que el principal objetivo es el control ilegal de toda la ciudad. La capital del Valle por su posición geográfica –con salida terrestre al mar por el parque Los Farallones, navegabilidad por el río Cauca y su cercanía con los vecinos Huila y Cauca– es un corredor importante para la criminalidad.

Además, en las zonas de tolerancia circula un abundante mercado del microtráfico de drogas, y el modelo de extorsiones a pequeños y medianos empresarios podría ser una de las fuentes de financiamiento para la guerra que se libra en el Cauca entre el Comando Organizador de Occidente (disidencias de Farc) y el ELN, así como el Clan del Golfo.

Por ahora, las autoridades de Cali se centran en determinar qué tan permeada está la seguridad de la ciudad por las disidencias, qué tanta injerencia tienen las columnas Jaime Martínez y Dagoberto Ramos en el oriente y el suroccidente de la ciudad, entrando por Pance. Y, lo más importante, qué tanto peligro representa para el casco urbano que estas estructuras se ubiquen en las faldas de la tercera ciudad más importante de Colombia.