Iván Márquez traicionó el acuerdo de paz desde el comienzo. Lo hizo saber por primera vez de su boca en una misiva que escribió en el año 2018. “Impactados por la traición del Estado al Acuerdo de Paz de La Habana, les reiteramos, autocríticamente, que fue un grave error haber entregado las armas a un Estado tramposo, confiados en la buena fe de la contraparte”, dijo en esa carta.

Su excusa fue el caso de Jesús Santrich, a quien para entonces la justicia lo acusaba de concierto para delinquir y narcotráfico basado en el testimonio de Marlon Marín, en el cual este lo inculpa de liderar un plan para exportar diez toneladas de cocaína a Estados Unidos. Sin embargo, el tiempo demostró que era ese interés en seguir traficando coca, lo que lo había hecho huir al monte.

En su comunicado, Márquez aseguró “qué ingenuos fuimos al no recordar las palabras de nuestro Comandante en Jefe Manuel Marulanda Vélez, cuando nos había advertido que las armas, eran la única garantía de cumplimiento de los acuerdos. La triste realidad es que nos pusieron conejo”.

SEMANA reveló un año después, en 2019, informes de inteligencia e interceptaciones a jefes disidentes que describen la trasescena de cómo se armaron Iván Márquez y su grupo criminal.

La realidad es que Márquez y su círculo cercano venían cocinando su rearme desde meses antes de que se bajaran del bus de la paz. Tanto disidentes, que se habían marginado desde la firma del acuerdo de paz, bajo el mando de Gentil Duarte, como hombres cercanos a Márquez y sus aliados en el Gobierno de Venezuela, habían hecho movidas para concretar el regreso a la guerra del exjefe de la delegación de paz de La Habana.

SEMANA tuvo acceso en ese momento a documentos y comunicaciones interceptadas que daban cuenta de ese proceso.

Estas comunicaciones mostraron que Márquez, ya fugado, llevaba meses mostrándose en el proceso pero buscando de una plataforma para volver a la clandestinidad. Y que en esa búsqueda tocó las puertas de las disidencias del bloque Oriental, comandadas por Gentil Duarte, que tenían alrededor de 2.000 hombres en armas en la Orinoquia, los Llanos y la Amazonia.

“(…) que no se le soltara tanto poder porque él (Márquez) tenía mucha culpa (de la firma del acuerdo) (…) que así se haya sujetado a las órdenes de Timo (…) Si con el tiempo mostraba capacidad, no tenía ningún problema que fuera uno de los jefes”.