El periódico El País de Madrid es el más importante del mundo hispanohablante. Por lo tanto, su director, Javier Moreno, es uno de los periodistas de mayor influencia no solo en España, sino también en América Latina. Es un gran conocedor de la política y la economía de la región, pues también ha sido director durante unos años de la edición América de ese rotativo.

En esa larga trayectoria, al escritorio de Moreno nunca había llegado una carta tan extravagante como la que recibió la semana pasada. Firmada por un colombiano que él no conocía, de nombre Luis Guillermo Echeverri, decía lo siguiente: “Como colombiano, demócrata y persona de mente liberal y justiciera, es terror y horror lo que me produce ver la más vívida apología del delito plasmada en el diario ‘El País’ de España, dándole púlpito al demonio para que oficie la liturgia del crimen organizado; al evangelio morboso de la ideología política que valida las fuerzas del narcoterrorismo global, que como el lobo disfrazado de abuelita pregona los enunciados democráticos con los cuales encubren la radicalización narco-comunista que viene convirtiendo lo ilegal en legal, bajo la lisonja gráfica de la paloma que simboliza el ideal de paz”.

“Señor director, no encuentro la explicación para permitirle a Iván Cepeda, maestro del engaño, fabricante del testimonio falso, inquisidor moderno, líder de la guerrilla parlamentaria, amplificar como verdadera la falacia de la cual él mismo es autor intelectual, material y verdugo de la integridad humana y democrática de uno de los líderes políticos más importantes que tiene el mundo y la democracia contemporánea".

Moreno y la redacción del periódico no sabían si indignarse o reír. La carta era una protesta por una entrevista que el diario había publicado con el senador Iván Cepeda sobre su bronca judicial con Álvaro Uribe. A ese regaño inicial le siguieron interminables párrafos, algunos incomprensibles, en el mismo lenguaje grecocaldense, lleno de adjetivos grandilocuentes y con el mismo nivel de absurdo. En el periódico Javier Moreno optó, simplemente, por ignorar la carta. No la publicaron ni la contestaron. Solo, acusaron recibo.

Luis Guillermo Echeverri. Foto: Esteban Vega La-Rotta / Revista Semana | Foto: Esteban Vega La-Rotta / Publicaciones Semana

En Colombia, al contrario, nadie la ignoró. Un oso de esa dimensión es un banquete periodístico y político, y tanto las redes sociales como los medios se deleitaron al reproducirla. No es la primera vez que Echeverri manda una carta en tono de regaño. Sus blancos epistolares abarcan a todo el mundo: gremios, medios, empresarios, congresistas, magistrados y hasta a los que salen a las calles a marchar. A todos les endilga tolerancia frente al castrochavismo o ingratitud al Gobierno de Iván Duque.

La carta de la semana pasada, sin embargo, fue la primera que produjo no solo burlas en el ámbito local, sino una vergüenza en el ámbito internacional. Eso puso los reflectores del país sobre la figura de Luis Guillermo Echeverri, conocido por todo el mundo como Luigi. Por lo general, ha sido más reconocido como gran caballista y rejoneador que como un hombre de letras.

Es hijo del prestigioso líder gremial Fabio Echeverri Correa, fallecido en 2017. Su trayectoria y su personalidad han tenido mucho en común con las de su padre. El hijo, al igual que este, tiene un carácter fuerte y habla duro. Los dos fueron gerentes de las campañas presidenciales de Álvaro Uribe e Iván Duque, respectivamente. Una vez ganadas las elecciones, los designaron presidentes de dos de las juntas directivas más importantes del país: la de Ecopetrol y la de la Cámara de Comercio de Bogotá. Pero, sobre todo, han sido el poder detrás del trono en los Gobiernos uribistas.

El episodio de la carta hubiera sido anecdótico de no ser porque muchos ven al autor como el principal asesor del presidente de la república. Los dos han tenido una larga amistad desde que Luigi fue jefe de Duque en el BID y, posteriormente, el principal promotor de su campaña presidencial.

Paradójicamente, al primer mandatario le debió haber molestado más que a nadie ese memorial de agravios contra el periódico español. Si hay algo que todos le reconocen a Iván Duque, es su moderación, su talante conciliador y sus buenas maneras. A él nunca se le hubiera ocurrido decirle a un medio internacional qué puede o no puede publicar. Aunque lo han criticado por no desautorizar a su amigo, en realidad ha tenido toda la razón en guardar silencio. Pronunciarse sobre el tema sería darle un carácter oficial a una salida en falso que técnicamente es privada.