Una avalancha de lodo, piedra y escombros descendió hasta Armero, en el Tolima, luego de que el volcán Nevado del Ruiz erupcionara el 13 de noviembre de 1985 a las 9:30 p. m., que acabó con la vida de 25.000 personas, 5.000 desaparecidas y otras más heridas que alcanzaron a ser trasladadas a los hospitales más cercanos, donde lucharon para sobrevivir.

Los medios se encargaron de registrar la tragedia. Un hecho que marcó un antes y un después en el país. Las imágenes de horror y dolor al ver cómo en cuestión de minutos todo un municipio desapareció hoy hacen parte de la memoria de los colombianos. Niños y adultos fueron rescatados, casas destruidas y un silencio ensordecedor, en donde la muerte se asentó por esos días, fue lo que quedó para la posteridad.

Un camposanto es hoy Armero y son varias las historias que se tejen a su alrededor: las advertencias no atendidas, el dolor de los que se fueron, los que quedaron huérfanos, los que rescataron y que, a los días, partieron de este mundo, así como la resiliencia y la esperanza que también han ocupado los titulares.

Muchas familias quedaron rotas porque alguno de sus integrantes murió en esa tragedia; a otras, simplemente el lodo se las tragó, y otras más, con el pasar de las horas o de los días desde la avalancha, al ser atendidos por sus heridas, no lograron resistir.

Sobrevivió, la están trasladando

Margarita María Prada fue una de esas víctimas de la avalancha que se aferró a su vida hasta el último momento y, como cuenta su hermano, Eduardo, para SEMANA, fue uno de los episodios más duros de aceptar para él y su familia cuando su cuerpo no pudo resistir a pesar de ser rescatada y trasladada a Bogotá de urgencia.

“Mi hermana sobrevivió a la avalancha, pero se fue apagando porque a ella finalmente lo que la mató fue la infección por todas las quemaduras, el lodo, los golpes y los traumas. Se fue deteriorando”, dijo Eduardo.

Margarita María era médica y estaba haciendo su año rural en Armero; mantenía comunicación con su familia y les contaba cómo era su vida en este municipio, pero lo que nunca se imaginaron fue que ese mismo pueblo sería el epicentro de la peor catástrofe natural, que fue advertida meses atrás.

Eduardo Parra junto a su familia y hermana Margarita María, quien falleció días después de ser rescatada de la avalancha de Armero. | Foto: Archivo Personal API

“Aparte de la experiencia dolorosa, eso lo que dejó fue al desnudo un poco la improvisación y la falta de prevención del Estado y del gobierno. Colombia no estaba ni preparada ni lista para enfrentar una situación de esa magnitud y las señales que se venían dando, pues fueron reiteradamente ignoradas”, comenta Prada.

Eduardo narra que la noticia de la avalancha cogió a su familia por sorpresa y totalmente desprevenidos; solo pensaban en cómo estaría su hermana: “Uno no sabía qué hacer; nosotros fuimos afortunados, porque la rescataron, pues hubo gente que se quedó ahí enterrada y desaparecida. Todo eso fue un caos completo”.

Uno creía que ya había pasado lo peor, que era haberla podido ubicar y traerla aquí a Bogotá en vida, pero después vino un viacrucis

Los instantes posteriores a la noticia de que Armero había desaparecido lo llenaron de angustia junto a sus padres en Bogotá, pues pasaban las horas y no sabían nada de su hermana: “Dije: bueno, ¿yo qué hago?, me voy para allá a buscarla y ¿a dónde la voy a buscar?, ¿quién es el interlocutor más preciso para eso? Y hubo un momento en el que no pude esperar más y, así me vaya a perder el tiempo o lo que sea, me voy hasta allá a buscarla”.

Pero una llamada lo detuvo en su intento de emprender el viaje a Armero: “Nos llamaron y dijeron: ‘Mire, apareció su hermana, ya la están trasladando en un helicóptero’. Primero fue a Ibagué y después a Bogotá. Eso fue en medio del caos y de la desesperación; fue algo muy afortunado para nosotros porque otras personas no contaron con la misma suerte”.

Un calvario, la infección que no la dejó con vida

A pesar de la felicidad que a Eduardo y a sus papás les dio saber que Margarita fue rescatada, él mismo describe que lo que vivieron en Bogotá cuando fue atendida, en ese entonces, en la Unidad Hospitalaria de Servicios de Salud Fray Bartolomé de las Casas, fue “un calvario”, debido a que las heridas y las quemaduras en su cuerpo desarrollaron una infección.

“Uno creía que ya había pasado lo peor, que era haberla podido ubicar y traerla aquí a Bogotá en vida, pero después vino un viacrucis, tal vez peor porque uno veía cómo se iba apagando poco a poco y aquí no existían los recursos ni siquiera para tratarla. A nosotros nos tocaba pedir antibióticos a los Estados Unidos porque aquí no había en Colombia”, sostiene.

Lo único que recuerda Eduardo de lo poco que pudo hablar con su hermana fue que “se asomó a ver qué es lo que pasaba y al asomarse a la puerta de la casa en la que estaba, se la llevó la avalancha, porque si no, se queda sepultada en la casa. Ella alcanzó a estar un par de días ahí, como en una especie de islita que se formó, y sobrevivió comiendo un tomate hasta que la pudieron rescatar”.

Rescatistas de la Cruz Roja y Defensa Civil ayudaban a rescatar y trasladar los heridos de Armero, en medio de la tragedia, tras la avalancha que sepultó el pueblo. | Foto: Rafael González

En medio de la situación por tratar de salvarle la vida a Margarita, Eduardo narra que siempre estuvieron en permanente contacto con los médicos, pero la noticia de su fallecimiento llegó: “Con todo ese nivel de trauma y de infección empezaron a fallar los pulmones y eso desencadenó en su muerte”.

Así, al ver cómo Margarita se apagó y se convirtió en una víctima más de Armero, su hermano hoy recuerda, tras 40 años de la tragedia, que sin duda esto se hubiera podido prevenir: “Si hubiera habido un poco más de diligencia de parte de las entidades respectivas y un poco más de recursos para poder prever lo que iba a pasar. Es un evento muy desafortunado y que deja lecciones, que deberían servirles a los gobiernos para ponerle atención a estas cosas”.