El drama de los migrantes parece no tener fin en Necoclí, pero no por las mismas razones de antes. Este municipio de apenas 45.000 habitantes, que en 2023 estaba literalmente reventado por la llegada de más de 500.000 migrantes, hoy luce irreconocible: en el primer semestre de 2025 solo pasaron por allí 83.400 personas.
La imagen cambió de extremo a extremo. Ya no es el punto de partida de una muchedumbre empeñada en cruzar el Darién rumbo al sueño americano. Ahora es el escenario silencioso donde se evidencia un fenómeno inesperado: la migración invertida.
Los migrantes que llegan no lo hacen para avanzar, sino para devolverse. Paradójicamente, la crisis que Colombia, Panamá y la región no pudieron resolver la frenó Donald Trump a miles de kilómetros de distancia con su política migratoria de hierro. Necoclí es hoy la prueba más clara de que, para miles de personas, ya no es negocio intentar llegar ilegalmente a Estados Unidos.
Hace dos años, la mirada de los medios, autoridades y entidades de cooperación internacional se volcó a esta pequeña población ubicada en el corazón del golfo de Urabá, en el Caribe colombiano. Servía de paso obligatorio para migrantes asiáticos, brasileños, chilenos, africanos, ecuatorianos, venezolanos, cubanos, haitianos y, por supuesto, colombianos. Ellos buscaban emprender un periplo a través de la selva del Darién para luego abrirse paso por carreteras de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y México, con la meta de llegar a Estados Unidos.
“Las playas estaban repletas de gente. Los migrantes dormían en la arena o se metían a descansar a algunos negocios, armaban carpas o tiraban colchonetas en las calles. Incluso, las personas desocupaban sus apartamentos para alquilárselos, porque los hoteles no daban abasto, y todo se pagaba en dólares”, le dijo a SEMANA una fuente que conoce de cerca el drama, pues está estrechamente relacionada con la atención a esta población, pero pidió no revelar su nombre.
Según la fuente, en Necoclí los ánimos estaban divididos. Algunos veían en la llegada de los migrantes una bonanza inesperada: los foráneos pagaban hasta en dólares por una empanada, algo nunca visto en el municipio.
Otros, como las autoridades, se sentían desbordados por la limitada capacidad de atención y por problemas de orden público, que rara vez se presentaban allí.“Una vez ocurrió un caso grave de abuso sexual de una niña en una de las playas, hubo riñas, y no había ni un albergue para ofrecerle a esta gente. Era tremendo problema”, recordó.
La población también tuvo que adaptarse a la diversidad de idiomas que hablaban quienes usaban el municipio como trampolín hacia el sueño americano. “Las entidades empezaron a contratar traductores para atender a la población, y los comerciantes aprendieron a usar aplicaciones en sus teléfonos para traducir lo que ellos les decían”, relató la fuente consultada por SEMANA.
Pero en enero de 2025 esa dinámica cambió radicalmente. ¿La razón? La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y el restablecimiento de una estricta política antimigratoria que desmontó las medidas del Gobierno de Joe Biden. Se reactivó la construcción del muro fronterizo, se eliminaron protecciones y programas que antes ofrecían una posibilidad de ingreso, y se cerraron de golpe expectativas que habían impulsado a miles a lanzarse al corredor migratorio.
Contrario a lo que venía sucediendo desde 2021, cuando Migración Colombia identificó un crecimiento escandaloso en el flujo de migrantes desde el golfo de Urabá hacia Panamá, esa cifra cayó de forma abrupta.
Ahora, los migrantes no llegan a Necoclí con la esperanza de asumir una travesía que podría costarles la vida bajo la promesa de un futuro mejor, sino que arriban desde el norte, destrozados, endeudados y emocionalmente quebrados por la negativa de ingreso a Estados Unidos.
Erik Fabián Jerena Montiel, jefe de la Oficina Asesora de Planeación y director del Observatorio de Migración Colombia, dio a conocer recientemente un estudio para entender la situación.
Según el experto, 12.347 migrantes fueron detectados en flujo migratorio irregular inverso, es decir, pasando por Colombia para regresar a sus hogares, especialmente en Venezuela y Ecuador. Esa entidad también registró un poco más de 2.000 personas que cruzaron la frontera hacia Necoclí con documentos de viaje.
Asimismo, se incrementaron los flujos migratorios regulares en países centroamericanos en un 50 por ciento respecto al mismo semestre de 2024. “Llama la atención que los ingresos aumentan significativamente, casi en 190 por ciento desde México, en particular de ciudadanos venezolanos; en 138 por ciento desde Panamá y en 85 por ciento desde Costa Rica”, agregó el funcionario.
Dally Hernández, una venezolana que llegó a Necoclí hace siete años con la intención de marcharse a Estados Unidos y terminó arrepintiéndose en el último momento, ha sido testigo de ese doble drama.
“Mi esposo y yo íbamos a internarnos en el Darién hace siete años. Decidimos no hacerlo después de identificar unos riesgos por mi hija, que era pequeña, tenía solo 2 años. En la selva nos íbamos a enfrentar a barrancos, ríos, animales como las serpientes, posibles casos de maltrato y abuso sexual”, le dijo a SEMANA.
Tras descubrir que padecía una enfermedad grave –de la que ya se recuperó–, decidió quedarse en Necoclí. Hoy es una líder reconocida que ayuda a los migrantes a enfrentar esta nueva realidad. Junto con otras personas, se encarga de recibir en el muelle a quienes regresan del norte con el alma hecha pedazos, sin dinero y sin rumbo.
“De las personas que vienen, algunas traen dinero, otras no. Recientemente, atendí a una mujer con tres niños; les ayudamos a conseguir comida, hospedaje y apoyo para regresar a Venezuela”.
Según cifras de la Alcaldía de Necoclí conocidas por SEMANA, solo entre el domingo 16 de noviembre y el jueves 20 retornaron 157 personas, de las cuales 18 eran menores de edad. Pero ese regreso no es fácil.
El informe del Observatorio de Migraciones, Migrantes y Movilidad Humana (OM3), citado por Migración Colombia, advierte que “estos migrantes retornan por rutas controladas por grupos armados ilegales y redes de crimen organizado, lo que los expone a graves vulneraciones de derechos”. Precisamente lo que Dally siempre temió del Darién.