La deuda como porcentaje del PIB es un indicador importante de la sanidad y calidad financiera de un país, pero no es un número que se pueda mirar en frío. Al igual que ocurre con las empresas, dependiendo del sector de la economía, hay países que pueden soportar más endeudamiento que otros. Los expertos señalan que Colombia empieza a tener un riesgo muy alto cuando la deuda como porcentaje del PIB supera el 60 %.

Colombia, además, tiene un endeudamiento que no se refleja ni se mide en estos indicadores, como, por ejemplo, las sentencias judiciales, la deuda de los territorios o las vigencias futuras, que terminan siendo compromisos de pago a futuro. Ni hablar del hueco adicional que dejará el gobierno Petro en pensiones y en salud.

Países como Japón, Estados Unidos y Francia, entre otros, tienen este indicador por encima del 100 %. Son países que funcionan bien con ese nivel de endeudamiento debido a la estabilidad de sus ingresos, las bajas tasas de interés de su deuda, la larga duración de esta y su alto PIB per cápita.

Para poner un ejemplo de tasas de interés: el bono libre de riesgo es el bono del Tesoro estadounidense, que a diez años se transa hoy en día al 4 % y está emitido en dólares. En cambio, el bono colombiano conocido como “Bono Yankee” se transa alrededor del 8 %. En otras palabras, debemos pagar el doble de interés que Estados Unidos.

En cuanto a los ingresos de la Nación, que provienen en su mayoría de los impuestos recaudados para pagar los intereses de la deuda, tenemos un problema grave: existe un déficit. Esto significa que gastamos más de lo que recaudamos. No es extraño entonces que cada gobierno entrante impulse al menos dos reformas tributarias, que al parecer poco sirven. Aun así, somos uno de los países con mayor carga tributaria del mundo.

Como si todo lo anterior no fuera lo suficientemente preocupante, bajo la administración Petro se ha generado un riesgo adicional que, seguramente, no le tocará afrontar a este gobierno, sino al que gane las elecciones en 2026. La Dirección de Crédito Público del Ministerio de Hacienda ha realizado algunas operaciones tendientes a disminuir la deuda como porcentaje del PIB y a reducir el monto del pago de intereses. A simple vista esto parece loable, pero lo que no se cuenta es que, para lograrlo, se están asumiendo riesgos adicionales.

Por un lado, se han hecho operaciones en diferentes monedas que, en muchas ocasiones, no han cubierto el riesgo cambiario, como en el caso de la operación en francos suizos. También se han realizado swaps de deuda, en los cuales se han cambiado títulos con cupón bajo —que se transaban por debajo del par— por títulos con cupón alto. Además, se han emitido muchos más títulos a corto plazo, que se negocian con descuento, no tienen cupón y vencen el próximo año.

Los vencimientos de deuda para el año entrante superan los 130 billones de pesos, una cifra nunca antes vista. Aunque esa deuda no deba cancelarse completamente, sí debe hacerse un rollover, es decir, recolocarla. Seguramente los mercados nos cobrarán esta irresponsabilidad exigiéndonos mayores tasas de interés.

El gobierno que llegue tendrá que hacer una gran labor ante los mercados internacionales para recomponer el buen nombre del país. Esperemos que para entonces no nos hayan rebajado más las calificaciones crediticias, ya que eso aumentaría el riesgo de rollover y, adicionalmente, elevaría aún más las tasas de colocación.