El guion es claro. Petro necesita un enemigo visible para mantener viva la narrativa del “pueblo contra los poderosos”. Y el nuevo blanco ya está escogido: la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) y su presidente, Bruce Mac Master.
El patrón se repite. Así ocurrió con Miguel Uribe Turbay, a quien asesinaron; ahora sucede con Paloma Valencia, con Vicky Dávila y con otros opositores. Primero Petro señala al objetivo —en este caso la ANDI— y luego los bandidos hacen el resto.
Con la excusa de que “los empresarios han puesto la ganancia por encima del ser humano”, el Gobierno y sus agitadores disfrazados de colectivos sociales buscan legitimar una nueva oleada de odio contra el sector productivo. Lo que comenzó como un movimiento “por la paz en Gaza” terminó convertido en una estrategia política para acorralar a la empresa privada, demonizar la libre iniciativa y fortalecer la retórica de Petro contra el capitalismo.
La acusación de la llamada Global Movement to Gaza —capítulo Colombia—, de que la ANDI “apoya la guerra”, es una falacia diseñada para justificar lo injustificable, un ataque completamente político. Ninguna de esas organizaciones tiene pruebas, pero eso nunca ha importado. Lo importante para el inquilino de la Casa de Nariño es sembrar la narrativa, correr la línea ética, como lo diseñó Sebastián Guanumen en su campaña presidencial.
Petro sabe que, si logra instalar la idea de que los empresarios son los culpables de los males del país, podrá canalizar la rabia social hacia un enemigo que no se defiende en la calle, sino con trabajo y resultados.
Todo estalló tras la interceptación de la flotilla en la que viajaban dos colombianas que fueron detenidas por Israel. Ellas sabían perfectamente lo que iba a suceder y se prestaron para ese juego, con el fin de que el sátrapa encontrara la excusa perfecta para activar su discurso contra Estados Unidos, Israel y los empresarios.
Desde ese momento, el libreto se activó. Petro las convirtió en mártires de una causa ideológica que poco o nada tiene que ver con la realidad del conflicto en Medio Oriente. A partir de ahí, las violentas protestas propalestinas en Colombia se convirtieron en una herramienta de presión política y de propaganda interna.
El concejal Daniel Briceño hizo una jugada maestra al destapar otra de las tantas trampas del petrismo: denunció que detrás de las supuestas protestas “ciudadanas” propalestinas hay una mano directa del Gobierno.
Según Briceño, el organizador de varias de esas movilizaciones sería Juan Camilo Villalobos, contratista de la Presidencia de la República, activista ferviente de Gustavo Petro y uno de los más activos promotores del discurso pro-Hamás en Colombia.
El concejal aseguró que Villalobos, quien ha liderado buena parte de las acciones callejeras bajo el disfraz de “solidaridad con Palestina”, recibe millonarios contratos —cerca de 300 millones de pesos— del Departamento Administrativo de la Presidencia, precisamente en temas de derechos humanos.
Lo grave es que todo esto se ha vendido como un movimiento “espontáneo” y “ciudadano”, tal como lo intentó hacer creer la exministra Susana Muhamad.
Con todo este entramado que armaron, queda al descubierto que el exguerrillero no solo utiliza la narrativa internacional para victimizarse, sino que instrumentaliza a sus activistas y bodegueros pagos para convertir la protesta en propaganda oficial.
Al país hay que mostrarle que detrás de todo esto hay algo más grande: una maniobra fría y calculada para aislar a Colombia de sus aliados históricos, Estados Unidos e Israel, debilitando así la cooperación en seguridad, inteligencia y lucha contra el narcotráfico, con el objetivo de tomarse las elecciones de 2026.
La persecución al sector privado y productivo del país no es una coincidencia: es un síntoma del modelo que en tartufo quiere imponer, uno donde el Estado controla, el ciudadano depende y el empresario se arrodilla. Y eso no es justicia social, es populismo puro y duro. Petro no oculta su odio contra los empresarios.
Por eso, sí, hay que blindar a la ANDI. Pero no para atacarla, sino para defenderla. Porque cuando el Gobierno, en cabeza de un resentido social, perfila al motor económico del país como enemigo, lo que realmente quiere destruir es la libertad misma. Defender a la ANDI hoy es defender la libertad, la empresa y el derecho de un país a prosperar sin miedo.
Dato importante: Trump se anota un triunfo histórico: los terroristas de Hamás ceden ante su propuesta de cese al fuego, intercambio de prisioneros y administración independiente en Gaza.
Mientras tanto, Petro protagoniza el papelón del año con su espectáculo contra Israel y Estados Unidos. Quedó como el payaso que es: sin circo, sin tarima, sin discurso, sin respaldo, sin respeto en el escenario internacional y sin visa.