Hace dos años, se presentó el brutal ataque de Hamás a un kibutz en Israel, que generó una feroz y sangrienta retaliación israelí sobre Gaza, la cual —hasta el momento— no ha terminado. Estos hechos luctuosos tuvieron el efecto de poner el olvidado tema de Palestina en el centro de la atención mundial. Hace tres años, nadie pensaba que algo semejante pudiera suceder.

En muchas partes del mundo, especialmente en ciertos países europeos, se han registrado las más nutridas manifestaciones y marchas de protesta contra las acciones de Israel. Eso se debe a que la enorme ola migratoria que afrontaron los países europeos fue procedente de Oriente Medio y de países africanos de tendencia musulmana. No es el caso de Colombia, en donde la colonia palestina y los musulmanes no son muy numerosos.

Aquí, “las protestas” han sido impulsadas por personas del Gobierno. No precisamente porque el jefe de Estado sea de origen palestino, porque es italiano, sino con el propósito de volver un tema internacional en un asunto doméstico, uno más dentro del proceso electoral al que hemos entrado.

La cumbre de jefes de Estado en la que Colombia asumió la presidencia del Movimiento No Alineado (NOAL) se celebró en 1995 en Cartagena. Entre los asistentes, se contó a Yaser Arafat, presidente en ese entonces de la OLP, calificado por Estados Unidos y otras naciones como patrocinador del terrorismo. En realidad, era un luchador por los derechos de su pueblo dentro del marco del entendimiento, lo que más tarde le valió su nominación al Premio Nobel de la Paz y, también, su muerte, fraguada —según algunos— por extremistas que se oponían a su estrategia.

Extensas conversaciones tuvimos con Arafat, que condujeron a una visita en 1996 del presidente Ernesto Samper a Palestina, en la que habló ante la asamblea palestina en su condición de presidente de los NOAL.

Se acordó establecer una representación oficial del Estado de Palestina en nuestro país bajo la figura de “misión especial”, mientras que Colombia acreditaría a su embajador en Egipto como concurrente ante la Autoridad Palestina.

Sin embargo, aunque el reconocimiento de Palestina como nación independiente se extendió desde entonces rápidamente, Colombia no dio ese paso. Finalmente, Juan Manuel Santos se vio abocado a hacerlo, eso sí, pocas horas antes del cambio de gobierno y no mediante un anuncio oficial de Cancillería, sino bajo la extraña modalidad de un comunicado de la Embajada de Palestina en Bogotá, veinticuatro horas después de la posesión del presidente Duque.

El mundo está pendiente de que las gestiones de paz de Trump progresen. Si finalmente se lograra ese milagro, nuestro querido presidente se quedaría sin mucho tema y tendría que sacar rápidamente otro del sombrero del mago. Menos mal que existe expectativa sobre lo que va a hacer Estados Unidos en Venezuela.

En esas condiciones, seguramente las fuerzas militares colombianas habrán reestructurado sus misiones, ya que —de acuerdo con lo dispuesto por su comandante en jefe— ahora tienen dos tareas fundamentales: unirse a Hamás para defender a Gaza de los ataques de Israel, apoyados por Estados Unidos, y ayudar a Maduro en caso de una acción norteamericana contra el régimen.

La expectativa continúa.