El presidente Petro, además de sus arranques oratorios sobre política exterior, a la que está ahora dedicado, también está repasando la historia patria: dijo que se debía restablecer la Gran Colombia para hacer frente a Washington. La Gran Colombia, en su corta existencia, luchó por el reconocimiento y apoyo de Estados Unidos.

La llamada Gran Colombia fue creada por una ley expedida en Angostura, Venezuela, en diciembre de 1819, con los territorios que comprendían la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada. Posteriormente, en un congreso reunido en Cúcuta en julio de 1821, se confirmó la decisión. Panamá y Ecuador pertenecían a la Nueva Granada, hoy Colombia, y por consiguiente no fueron mencionados.

La nueva Gran Colombia, sugerida por Petro, tendría que ser con la Venezuela de Maduro, ya que ni Ecuador ni Panamá le marcharían a la idea. Tendría que ser, eso sí, ‘Bolivariana’. Petro —reiteradamente— ha expresado su devoción a Bolívar y ha formulado críticas a Santander.

El primer paso podría ser el de cambiar el nombre de Colombia. Si en desarrollo de la Constitución de 1991, algunos cachacos se lo cambiaron a Bogotá por el colonialista Santa Fe de Bogotá, ¿por qué no se podría adicionar el de nuestro país?

Sería un paso más para la integración con Venezuela, fuera de las zonas de paz establecidas. El problema es que Trump podría acabar con el régimen madurista y darle un rol a María Corina Machado, a quien Petro quiere menos que a Santander. Aunque, como van las cosas, parece una ‘misión imposible’.

El llamado ‘Congreso Admirable”, reunido en Ocaña en 1828, y que de ‘admirable’ no tuvo nada, no logró reformar la Constitución. Entonces, un grupo de sus allegados sugirió que, ante la situación del país, se estableciera la monarquía y se proclamara a Bolívar como rey y, para ello, se adelantaron consultas con varios gobiernos europeos. Siempre había y sigue habiendo gente para todo: el proyecto, en ese entonces, no tuvo acogida.

Ante ello, Pedro Alcántara Herrán, intendente de Cundinamarca y amigo de Bolívar, convocó en Bogotá una especie de cabildo abierto, en el que se firmó un acta pidiéndole al Libertador que se encargara del mando supremo del país con facultades omnímodas en todos los ramos.

Actas parecidas llegaron de otras regiones: se consideró que eran ‘la voluntad del pueblo’, aunque muchos estaban en contra. Naturalmente que ‘las actas’ fueron promovidas por generales venezolanos. Ahora, en Colombia, hay jefes que podrían hacer el trabajo.

El 27 de agosto de 1828, Bolívar expidió un decreto que en su último considerando dice: “Después de una detenida y aguda deliberación, he resuelto encargarme, como desde hoy me encargo, del Poder Supremo de la República con las denominaciones de Libertador-Presidente que me han dado las leyes y los sufragios…”.

El señor Laudau, subsecretario de estado de Estados Unidos, ha afirmado que Petro quiere ser otro Simón Bolívar y de una vez responde que, sin embargo, “no lo es”. Pero eso es lo que considera Laudau, de pronto Petro piensa otra cosa.

El problema sería saber quién sería el ‘Libertador-Presidente’ de la nueva república.