Sin lugar a duda, la música popular colombiana vive su mejor momento, está llegando a sitios donde jamás imaginamos escucharla en Colombia y cruza fronteras como nunca; Yeison Jiménez, Álzate, Pipe Bueno, son la punta de lanza. Pero detrás de ese brillo hay pioneros que abrieron el camino con sudor y parranda. Uno de ellos es Giovanny Ayala. Aunque su época dorada ya quedó atrás, pronunciar su nombre todavía despierta una sonrisa de nostálgica alegría: ferias hasta el amanecer, despechos cantados a grito herido y esos mano a mano legendarios con Jhonny Rivera que marcaron para siempre el rumbo del género.

Sin embargo, esta vez su nombre volvió a sonar en nuestras casas y el sentimiento fue otro: un nudo en la garganta, rabia contenida, miedo viejo que creíamos enterrado.

El pasado 18 de noviembre, después de cumplir un compromiso musical en el Cauca, secuestraron a Miguel Ayala, su hijo de apenas 21 años. Un muchacho que apenas está empezando a caminar el mismo sendero que su padre recorrió con tanto orgullo. Un joven que, como tantos, soñaba con cantar y vivir de lo que más ama. Hoy no sabemos si está vivo, si tiene frío, si tiene miedo, si llora en silencio.

Leer la palabra “secuestro” otra vez en una noticia de 2025 produce escalofríos. Pensábamos que esa pesadilla había terminado, que era un capítulo negro ya cerrado. Pero no. Según la Fundación Ideas para la Paz, entre abril y julio de 2025 se registraron 161 secuestros en Colombia: un aumento del 51 %. El 14 % ocurrió precisamente en el Cauca, el mismo departamento donde le arrebataron la libertad a Miguel. Y lo peor: el 76 % de esos casos son secuestros extorsivos, esa forma especialmente cobarde y ruin en la que los criminales juegan con el terror de una familia a cambio de plata.

Imagínense a Giovanny Ayala, el mismo que nos hizo bailar y llorar con sus canciones, ahora sin dormir, mirando el teléfono cada cinco minutos, esperando una llamada que nunca llega o que llega con la voz distorsionada de un delincuente pidiéndole dinero por la vida de su hijo. Imagínense a una madre rezando de rodillas, a hermanos abrazándose fuerte para no derrumbarse. Esa es la realidad de los Ayala hoy. Y no son los únicos.

¿Hasta cuándo, carajo? ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que en Colombia un pelao’ de 21 años desaparezca después de cantar en una fiesta patronal? ¿Cuántas madres más tienen que envejecer de golpe esperando a sus hijos? ¿Cuántos padres más tienen que tragarse el orgullo y mendigar por la vida de su sangre?

Esto no es estadístico. Esto es dolor puro.

Hoy, todos los colombianos decentes alzamos la voz por una sola cosa: ¡LIBERTAD PARA MIGUEL AYALA! Y libertad para todos los que siguen secuestrados en este país que tanto amamos y que tanto nos duele.

Al Gobierno central: sacúdanse, pónganle pantalones al asunto y acaben de una vez por todas con esta lacra. No queremos más discursos, queremos resultados. Queremos que ningún padre vuelva a recibir esa llamada. Queremos que ningún joven desaparezca después de cantar Como pájaros en el aire.

¡LIBEREN A MIGUEL AYALA! ¡LIBEREN A TODOS LOS SECUESTRADOS! ¡BASTA YA!