Quizá lo esté sufriendo y no sea consciente de ello. Aproximadamente, uno de cada diez adultos europeos y norteamericanos padece el síndrome de piernas inquietas, pero está muy infradiagnosticado.

En países como España, por ejemplo, hasta el 90 % de los pacientes ignoran que lo tienen. Y en la mayoría de los casos, los diagnósticos son muy tardíos. Un agravante es que resulta aún más difícil detectar en los niños, ya que puede asociarse al déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Como demuestran múltiples estudios, hay una estrecha relación entre el TDAH y los trastornos del sueño en general.

Sensación de quemazón, burbuja o cosquilleo

Atentos, pues, a los síntomas. Tal y como describen algunas investigaciones, los afectados experimentan sensaciones descritas como “reptantes”, “burbujas gaseosas en las venas” o “quemazón” que les fuerzan a mover las piernas para aliviar temporalmente la angustia o la ansiedad que les produce.

En los casos más graves, la persona afectada se tiene que levantar e, incluso, ponerse a caminar: es la única forma de aliviar su intranquilidad, que vuelve a aparecer en cuanto se acuesta.

También llamado enfermedad de Willis-Ekbom o trastorno de movimientos periódicos de las extremidades, ese movimiento anómalo y redundante se vincula especialmente al sueño: más de un 80 % de los episodios ocurren por la noche. Tanto la Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño (ISCD-3), como la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), lo incluye dentro de los “trastornos del movimiento relacionados con el sueño”.

Foto de referencia sobre piernas | Foto: Getty Images

Los síntomas (o sensaciones) propician que se tarde más en conciliar el sueño. Además, los movimientos provocan un mayor número de despertares y dificultan el acceso al sueño profundo (fases 3 y 4). Durante estas etapas, principalmente, se produce la restauración corporal y neurológica.

¿Por qué se produce?

En cuanto a las causas, son múltiples. Desde hace años se atribuye a un déficit de hierro, anemia (llegada deficiente de oxígeno a los tejidos) y alteraciones en los niveles del neurotransmisor dopamina. Todos estos factores están relacionados con la regulación del movimiento.

Aproximadamente el 50 % de los casos tendría un origen genético, sin enfermedades asociadas. No obstante, el síndrome puede aparecer como consecuencia secundaria de otras patologías, como la diabetes, el párkinson o la esclerosis múltiple. Algún estudio también indica que es frecuente en pacientes con traumatismo craneoencefálico.

¿Qué consecuencias puede acarrear para la salud?

El síndrome de piernas inquietas va unido a otros problemas relacionados con el sueño, como el insomnio y el excesivo cansancio o somnolencia diurna. Esto puede comprometer el rendimiento escolar de los menores (problemas de atención, memoria, concentración, orientación y aprendizaje), causar accidentes de diversa índole e incluso deteriorar las relaciones sociales y el desempeño de las actividades cotidianas.

Foto de referencia sobre dolor de piernas | Foto: Getty Images

Por añadidura, a veces acarrea serias consecuencias psicológicas, vinculadas sobre todo a la depresión y la ansiedad.

Prevención y tratamiento

La práctica de hábitos saludables contribuye a la prevención de múltiples patologías, y los casos leves de este trastorno no son una excepción. Como cualquier tipo de alteración vinculada al sueño, requiere mejorar los hábitos de nuestro descanso nocturno, incluyendo masajes, estiramientos o terapias específicas de relajación muscular.

Además, es recomendable toda actividad que favorezca dicha relajación muscular e induzca al sueño, como darse un baño tibio o caliente antes de dormir. Incluso se ha analizado la eficacia de centrarse en una tarea cognitiva de manera sostenida como estrategia para disminuir los síntomas. Es decir, llevar a cabo actividades mentales que inicien un comportamiento distinto al de mover las piernas.

Foto de referencia sobre piernas | Foto: Getty Images

También resulta muy aconsejable realizar ejercicio físico durante el día y reducir o suprimir el consumo de sustancias excitantes, como el tabaco, la cafeína o la teína.

Por último, cuando el síndrome de piernas inquietas tiene un origen neurológico, se emplean fármacos de diversa índole. Entre ellos, los que aportan hierro al organismo y regulan los niveles de dopamina. Tampoco se puede obviar que algunos medicamentos, como los antipsicóticos, pueden empeorar este síndrome.

Por: Raúl Quevedo-Blasco

Doctor en Psicología. Laboratorio del Sueño y Promoción de la Salud (Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento-CIMCYC), Universidad de Granada

Artículo publicado originalmente en The Conversation