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“Los colombianos nos deberíamos mirar en el espejo de Venezuela”, Carlos Emilio Bermúdez, Medellín.

28 de febrero de 2015

Abandono abominable

Muy completo y doloroso el escrito periodístico sobre la masacre  de los niños del Caquetá (SEMANA n.° 1711). Igual de abominable el abandono estatal de estos menores, reflejado en la indigencia, olvido y pobreza extrema  en que vivieron.
 
El Estado y las instituciones están fallando en este sentido. El artículo 44 de la C. N. en uno de sus apartes reza: los niños  “...serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral... el Estado tiene la obligación de asistir y proteger al niño para  garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos”. Esto es letra muerta, en Colombia el abandono de los niños desbordó todos los índices y estadísticas. Muchos niños se acuestan sin comer, no conocen el pan, la desnutrición y descolarización han aumentado y no viven en un entorno familiar.

De nada sirve tener tantas instituciones, como la Defensoría del Pueblo, Bienestar Familiar, la Policía de la Infancia y Adolescencia, personerías, la Unicef y diferentes ONG, si los funcionarios se quedan cortos en la aplicación y ejecución de los programas, hacen caso omiso a las normas y leyes y los  recursos destinados se quedan en intermediaros, mal llamados operadores.

El gobierno de inmediato debe implementar un plan de contingencia, pues existen miles de menores y familias que viven en las condiciones de los Vanegas y son caldo de cultivo para los sádicos y violentos y esta horrenda masacre se puede repetir. El Estado también debe revisar la inversión que está haciendo en vivienda, pues no está cumpliendo su finalidad de darles casa a los pobres. Esta inversión debe comenzar por estos sectores abandonados, acabando con estos cambuches de lata y madera y entregarles una vivienda digna.

Lastimosamente los proyectos de vivienda están enfocados en construir moles de cemento (apartamentos) en el sector urbano que se adjudican en su mayoría a personas que no necesitan.
Para reflexionar: “ No hay nada más barato que invertir en los pobres”, Lula da Silva.

Danilo Yepes Recalde
Pasto



Dejar atrás los tabúes

Me encuentro en desacuerdo con la sección ‘Sube & Baja’ de la edición n.° 1712, en donde se consideró que a la senadora Claudia López se le había ido la mano en el debate sobre adopción de niños por parejas del mismo sexo. La orientación sexual de la hija de la senadora Viviane Morales no puede ser tratada con tabú, y menos cuando es ella quien la ha asumido de manera abierta.

Tal como ha quedado demostrado en el debate, no ha sido un secreto para su vida familiar, laboral, o ante la sociedad.

No es ningún “ataque mezquino” como dice la senadora Morales, de ninguna manera. Por el contrario, es bastante cuestionable que se sienta tan aludida por un hecho que debe ser tratado de manera natural y que comparten muchas familias en nuestro país. Pertenecer al sector poblacional LGBTI no puede ser una situación de vergüenza que amerite ocultarse o reprimirse. Por eso es que resulta muy preocupante que se pretenda utilizar un mecanismo democrático como el referendo, para relativizar los derechos de estas personas. En resumidas cuentas, es formalizar la discriminación.

El respeto por la igualdad de trato para todas y todos debe ser una realidad. Este es un asunto de defensa de los derechos humanos y así lo ha entendido la Corte Interamericana en la interpretación del artículo 1.1 de la Convención. Por tal motivo, los heterosexuales también debemos involucrarnos activamente en el debate, no permitir el estigma, el rechazo o la exclusión de quienes tienen distinta orientación sexual o identidad de género. Desafortunadamente, los más afectados son los niños a los que se les está negando la posibilidad de tener una familia, solo por el prejuicio en contra de la población LGBTI. Qué injusticia.

Mauricio Millán
Bogotá



Cuatro impactos


No sabemos cuán acertado sea su diagnóstico sobre el modelo fallido hasta ahora en Venezuela, (SEMANA n.° 1712). Mas convendría muchísimo que politólogos y analistas escudriñen las posibilidades de acierto en cuatro impactos relevantes para que nuestro propio modelo colombiano haya fracasado estruendosamente en los últimos cuatro lustros, y la urgencia de cambios en su partidocracia corrupta y hereditaria, a saber : (a) Solo tres decisiones básicas deberíamos haber aplicado desde hace rato: brigadas sistemáticas de antitotal corrupción pública y privada; reparto equitativo de nuestras riquezas, y administración correcta de la Justicia. (b)  Atención prioritaria en salud, pues es epidemia que en puestos de salud y hospitales no hay camas suficientes ni medicamentos básicos para los estratos primarios; ejemplo: el  azote inatajable del chikungunya.  (c) Transparencia en nuestro sistema electoral, uno de los más vergonzosos de América Latina, y (d) Triplicar el presupuesto de educación nacional con los recursos liberados desde la firma del proceso de paz.

Jairo Tapia Tietjen
Valledupar



La grandeza de una nación

Aun peor que la tauromaquia son las corralejas (edición n.° 1707) que sí son espectáculos bárbaros, no importa si son tradicionales o no.  Como dijo el gran Mahatma Gandhi: “La grandeza de una nación y su progreso moral se juzga por la manera de su tratamiento de sus animales”.

Herenia Doerr
Silver Spring, Maryland, Estados Unidos




Todos somos culpables

En Colombia debería prohibirse los buenos días, buenas tardes, buenas noches porque es una ironía o un sarcasmo utilizar este término en un país donde la vida de los niños vale un carajo. Quienes dicen que  “una imagen vale más que mil palabras” son las personas a quienes no les gusta leer.

Y digo esto porque tengo la certidumbre de que esas imágenes que publican en los periódicos y revistas y en libros y medios televisivos son las directas responsables de la proliferación de casos fuera de la ley. Cuando se les da por publicar la tasa de embarazos adolescentes, estos aumentan, la rata de suicidios, los ataques con ácidos, el maltrato a mujeres, el maltrato a los niños, los robos de celulares, etcétera.  ¿Qué tal que lo sucedido en Palmar de Varela haya tenido relación con el ni uno más de su portada de la edición n.° 1711 de SEMANA?

Y ¡ojo! No los estoy culpando de nada pues en Colombia todos somos culpables. Unos por hacer y otros por chuparse el presupuesto de la seguridad sin hacer nada. Y otros por callar y los demás por hacernos los de la vista gorda. ‘Meimportaunculismo’ es la palabra. Pero ustedes podrían colaborar liderando una campaña no de silencio ante tanta monstruosidad pero sí de mesura. ¿Vale?

Helí Barba Moliana
Piedecuesta

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