María Dolores Vélez. | Foto: Cortesía El Colombiano

CULTURA

Lola, la pintora bellanita que fue alumna de Diego Rivera

Aunque los libros sobre el arte colombiano suelan olvidarla, María Dolores Vélez fue vital para la formación de muchos artistas paisas. Sin ella, Bello perdió algo de color y de fiesta.

16 de julio de 2018

El artista mexicano Diego Rivera le enseñó a no temerle al color. Cariñosamente le decía güera y con paciencia compartió algunas técnicas de pigmentos y acuarelas, y varios detalles del mural al temple. Corrían los años cincuenta y María Dolores Vélez se dejaba deslumbrar por el arte de México.

Impulsada por sus padres había iniciado sus estudios artísticos en el Instituto Bellas Artes al finalizar el bachillerato. Los maestros Pedro Nel Gómez y Edalio Vélez fueron responsables de inculcarle a Lola, como se le conoció siempre, los fundamentos de la acuarela y el muralismo antioqueño; técnicas que perfeccionó en años posteriores y por las que fue reconocida a nivel internacional. A México llegó gracias a una beca. Tenía 30 años y cargaba una maleta repleta de ilusiones.

Al regresar a Colombia convirtió su residencia, una casona grande de finales del siglo XIX, en una galería que siempre estaba abierta. En Bello se dio a conocer por su gestión para promover el desarrollo social y cultural del municipio. Les dictó clases a los hijos de los empleados de Fabricato y a quienes pasaban las tardes entre los libros de la Biblioteca Marco Fidel Suárez. También participó en la implementación de la primera Casa de la Cultura y fue presidenta honoraria del Centro de Historia de Bello durante varios años.

Aunque poco figure en los libros de historia del arte colombiano, esta pintora ha sido fundamental para la formación artística del municipio. Según Manuel Arango, historiador de la Universidad Nacional, “el reconocimiento que hoy tiene Bello como cuna artística del país se debe en gran parte al trabajo que tuvo Lola como maestra. Ella creó un núcleo de formación que inspiró y sigue inspirando a los jóvenes”.

Frutas, plantas y colores vivos acompañan cada una de las pinturas donde intentó plasmar esa mirada positiva y amable de la realidad que vivió. “Ella transformó los códigos de representación tradicional, tuvo una postura nueva frente al color y el espacio, mostró los valores locales y regionales que hacían parte de su entorno. Descompuso libremente la armonía de los elementos y buscó una diversidad cromática”, afirma Diego León Arango, magíster en filosofía y doctor en artes.

Lola fue una mujer encantadora, noble, respetuosa y muy querida por el pueblo. De ideas liberales pero reservada en sus comentarios. Se dice que siempre vestía elegante y que nunca estaba de mal humor. Apreciaba la música y tenía grandes dotes de bailarina. Era tan social y apreciada por la sociedad bellanita que en la calle se decía que “una fiesta sin Lola no es fiesta que valga” o “si Lola no está invitada, no vale la pena ir”.

Durante sus 80 años de vida plasmó en cientos de pinturas el sentido jocoso y colorido con el que percibió a la sociedad. Pero la casa esquinera de grandes ventanales cafés que una vez fue centro de reuniones y exposiciones, hoy se encuentra abandonada. “Ha faltado creer que Lola fue y es un referente muy importante de su cultura. Tan trascendental es Marco Fidel Suárez en términos políticos, como ella en términos artísticos”, agrega León Arango.

Solo hasta ahora el legado de esta bellanita parece cobrar relevancia. Según informó la Alcaldía ya están realizando un plan de gestión cultural para que esta casona se convierta en un espacio que fomente el arte y la formación de artistas.

En un futuro cercano, los visitantes que paseen por el centro de la ciudad podrán recordar y conocer la fuente de inspiración de Lola, que debajo de un palo de mangos, pintó y desafió con color y alegría el arte antioqueño.