Los principales municipios donde operan son: Ráquira, Samacá y Socha (Boyacá), Guachetá (Cundinamarca) y Sitio Nuevo (Magdalena). | Foto: DAVID AMADO PINTOR

Pequeña y mediana minería

La fundación que ha dibujado sonrisas en Samacá

En nueve años de historia, la Fundación Milpa ha invertido cerca de 11.000 millones de pesos. Conozca las obras sociales que han cambiado vidas en Boyacá.

11 de agosto de 2017

Para los agricultores el término ‘milpa’ significa “tierra destinada al cultivo de maíz”, pero para los más de 10.000 beneficiarios de la Fundación Milpa en los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y Magdalena, esa palabra está relacionada con calidad de vida y satisfacción de necesidades. Y aunque la sede principal queda en Bogotá, la oficina ubicada en el municipio de Samacá es la más frecuentada.

De esta población boyacense, donde nació la primera textilera de Colombia y se fabricó el paño más exclusivo para mesa de billar, son Miguel Parra y su familia, creadores de la empresa productora y exportadora de coque metalúrgico C.I. Milpa S.A., quienes han querido retribuirle su éxito a estas tierras con los proyectos sociales que desde 2008 ha llevado a cabo la fundación de su compañía.

A la oficina de Samacá diariamente acuden decenas de personas para compartir sus peticiones y sugerencias. Dice Helmer Roldán, director de la Fundación Milpa, que la mayoría de los proyectos que ejecutan son aquellos que los pobladores más solicitan. “Por lo general los habitantes encuentran las necesidades y nosotros actuamos de la mano con ellos y el Estado”.

La responsabilidad social empresarial es un asunto que va más allá de querer cumplir con la ley. Su área de influencia son los municipios de Ráquira, Samacá y Socha (Boyacá), Guachetá (Cundinamarca) y Sitio Nuevo (Magdalena) pero la fundación ha trabajado en otras zonas de estos departamentos. “Se podría limitar a pagar impuestos y hacer cosas pequeñas, pero no, porque para Milpa se trata de un tema muy humano e importante”, asevera Roldán.

Único en Boyacá

En la vereda Tibaquirá, del sector La Batea de Samacá, se alza un edificio de dos plantas y 1.800 metros cuadrados. Se trata del Centro de Atención y Desarrollo de Habilidades Especiales Angelita Castiblanco de Parra, una ciudadela para personas en condición de discapacidad, abierta para todos los que requieran de sus servicios.

Su construcción fue iniciativa del ingeniero Carlos E. Parra, gerente general de Milpa, cuando se enteró del alto porcentaje de la población con necesidades específicas en su pueblo (400 entre cerca de 20.000 habitantes). El proyecto inició en 2008 y entró en operación en 2013. La Fundación Milpa se encargó de la edificación y su dotación con una inversión cercana a los 3.000 millones de pesos.

Rehabilitación terapéutica, terapia ocupacional, física y del lenguaje son los servicios que presta el centro. También se puede acceder a consultas de psicología, fisiatría y rehabilitación. Todas son gratuitas. “El objetivo es brindar una buena atención en un espacio cómodo y moderno”, explica Lina Rivera, fonoaudióloga y directora del lugar que, además, cuenta con gimnasio y una amplia piscina para hidroterapia.

De hecho, tienen hasta un bus completamente adaptado, con una rampa que fue traída desde Estados Unidos para facilitar el acceso a personas con limitaciones para su movilidad. En este vehículo se transporta de manera gratuita y puerta a puerta a los 25 usuarios que asisten a diario. “Es el único centro de rehabilitación que hay en Boyacá. Es una maravilla y yo me siento muy feliz de lo que es y de la proyección que tiene”, agrega Rivera.

El ‘poli’

En Samacá, en la vereda El Gacal, sobresale el Polideportivo de la Institución La Libertad, donado por la Fundación Milpa en febrero de 2012.

Del ‘poli’, como le llaman, no solo se benefician los 800 estudiantes del colegio, sino todos los que quieran disfrutar de un partido de microfútbol, mejor conocido como ‘cotejo’, o de alguna celebración comunal, como una reunión de padres o la tradicional misa dominical. El espacio se presta para todo.

Cuenta Roldán que este sector es estratégico. “Es uno de los lugares donde más confluye la comunidad”. Por eso, antes de ejecutar un proyecto, hacen un estudio de viabilidad. “La idea es que las obras puedan tener un verdadero impacto y alcance”, advierte Roldán, mientras observa a un grupo de niñas que entrena en el ‘poli’. Se trata de los equipos infantil y juvenil de microfútbol femenino, que se preparan para representar a su colegio en el torneo provincial.

Natalia Arévalo es la capitana, está agitada y no pierde de vista el balón. Su profesor de educación física, Freiman Castro, dice que la altura influye en el desempeño, “sin embargo, es una gran deportista”. Ella, quien cursa noveno grado, cuenta con gracia que permanece en este lugar “siempre que se pueda”. Y su profesor resalta que este espacio ha permitido mejorar la condición física y habilidades deportivas de los estudiantes.

Antes, los jóvenes entrenaban en un pequeño coliseo. Hoy cuentan con un escenario adecuado, donado por el colegio y construido por la Fundación Milpa. La inversión fue de 500 millones de pesos, una suma que aumenta con el tiempo, pues la fundación contribuye a su mantenimiento. Pronto se entregará un espacio adicional con baños y camerinos.

Cultura y salud

Roldán, reconoce que lo más importante de todas estas acciones es el efecto social. De hecho, el lema de la fundación es “la fuerza minera abriendo caminos de progreso social”, y esa es la frase que pronuncia cuando se refiere a alguna de las más de 100 obras sociales que han entregado en Samacá.

Amoblaron con 374 sillas el Auditorio Municipal Camsicá, que abrió sus puertas en 2015. “Es un espacio cultural que le ha servido a la comunidad para hacer foros, practicar danzas, teatro, proyectar películas… La primera que mostramos fue ‘El abrazo de la serpiente’”, recuerda Helen López, administradora del auditorio.

La fundación también es responsable de la Planta de Tratamiento de la vereda Gacal, que ha beneficiado con agua potable desde 2014 a más de 250 familias, que de hecho aportaron para la construcción de la misma. Cuenta María de Cruz, mientras riega su cultivo de papa, que “se nota la calidad del agua, los niños ya no se enferman”.

Contribuir al bienestar de los niños y jóvenes en Samacá es prioridad. En junio de 2017 se hizo entrega de un aula de informática para el colegio Rincón Santo, dotada con 15 computadores nuevos, escritorios, un video beam y acceso a internet.

En nueve años, la Fundación Milpa ha invertido cerca de 11.000 millones de pesos que se han visto reflejados en 200 obras sociales, que van desde infraestructura hasta programas de salud en tres departamentos de Colombia.