A pesar de los llamados de los científicos, más de siete millones de personas se suman al movimiento antivacunas en EE.UU. | Foto: Freepik

OPINIÓN

En defensa a las vacunas

En su hombro derecho nuestro columnista lleva la marca que más orgulloso lo hace sentir: la de la vacuna contra la viruela, símbolo de la erradicación de una enfermedad que cobró millones de vidas. Hoy son muchos quienes rechazan y estigmatizan este tipo de alternativas médicas.

Diego Trujillo*
1 de septiembre de 2020

Los adalides del movimiento antivacunas, que solo en Estados Unidos suma más de 7 millones de energúmenos, han esgrimido desde su fundación en 1869 diversos motivos a cual más de absurdos para oponerse a la inoculación de la dosis salvadora y han conseguido gracias a su negligencia que enfermedades como el sarampión, que estuvo a punto de ser erradicado de la faz de la Tierra, regresara con brío recientemente.

Estos visionarios argumentan que el sarampión es una enfermedad no solo benigna sino salvadora, cuando en el mejor de los casos puede producir pérdida de la audición, ceguera, inflamación del cerebro, o neumonía. Basta con que aparezca un virus letal para que los furibundos activistas salgan a denunciar la existencia de una conspiración orquestada por algún laboratorio multinacional, para lucrarse sin límites con la venta de vacunas una vez desatada la pandemia.

Tal vez sean los mismos que se niegan a recibir transfusiones de sangre y condenan a los onanistas a la hoguera; o los devotos de Ronald, un señor norteamericano nacido en 1911, creador de una religión sólidamente fundamentada en platillos voladores; o los Amish, que ven al diablo en las vacunas, pero con muy buenos ojos la reproducción endogámica causante de atroces malformaciones, o incluso los que salen a las calles sin mascarilla alegando el derecho a la libre personalidad.

Me gustan las cicatrices porque son algo así como el itinerario de nuestra vida grabado en la piel, y una de mis favoritas es la cicatriz de la vacuna contra la viruela, que llevo en el hombro derecho como testigo orgulloso de la última generación que padeció ese horrible flagelo que cobró la vida de más de 300 millones de personas, solo en el siglo XX.

Si Edward Jenner, creador de esta vacuna, resucitara, sin duda regresaría de inmediato a la fosa tras comprobar que actualmente alrededor del 25 por ciento de la población mundial rechaza las vacunas, con lo cual pensar en la erradicación de un virus es casi una utopía. Sin embargo, confío en que muy pronto la ciencia le pondrá el “tate quieto” al covid-19 y si bien no podrá ser desterrado definitivamente, una vacuna confiable lo mantendrá a raya y nos permitirá regresar a la vida ordinaria cuando finalmente nos toque el turno de recibirla, si es que antes el doctor Patarroyo y Salud Hernández no convencen al presidente de emplear el presupuesto en la perfección de la vacuna contra la malaria.

*Actor.