Cuero es la vicepresidenta de la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes). | Foto: Jair Fernando Coll Rubiano.

ENTREVISTA

Erlendy Cuero, una de las líderesas sociales más visibles del país

La periodista Vanessa de la Torre habló con esta mujer que resuena en escenarios internacionales en defensa de los derechos de la comunidad afro. Aquí, la entrevista completa.

Vanessa de la Torre*
13 de diciembre de 2019

A sus 40 años Erlendy Cuero ha visto cómo 12 de sus familiares -incluidos su padre y un hermano- perdieron la vida a causa de una mezcla dolorosa de violencia, injusticia y pobreza. Su madre murió en un accidente de tránsito cuando ella tenía tan solo 9 años. Sin embargo, la tragedia no la doblegó. Erlendy logró que su voz se oyera en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Washington, y es uno de los rostros de la campaña de la Unión Europea Defendamos la vida. Hoy, además, ejerce como vicepresidenta de la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes). Sabe qué es el racismo, el desplazamiento y el despojo pero, sobre todo, lo que es la supervivencia. 

VANESSA DE LA TORRE: Su primer enfrentamiento con la violencia fue el asesinato de su padre, ¿verdad?

ERLENDY CUERO: Sí. A mi papá lo asesinaron los paramilitares en Buenaventura porque se negó a pagar vacunas. Le dieron ocho tiros. Era vendedor de chontaduros al por mayor, los llevaba desde Buenaventura hacia Cali. Yo tenía 13 años.

V.D.L.T.: ¿Con quién quedó?

E.C.: Sola. Éramos una familia humilde por el contexto en el que vivíamos, pero teníamos una buena posición económica. Con la muerte de mi padre, todo cambió. No pude terminar el bachillerato. Me fui a vivir con mis tíos y con mi abuela pero ellos no tenían cómo ayudarme.

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V.D.L.T.: ¿Qué hizo en ese momento?

E.C.: Me dediqué a trabajar, a hacer oficio. Era como un objeto que se la pasaba de casa en casa porque nadie se hacía cargo de mí. Hasta que un hermano de mi papá me llevó a vivir a Cali. Y luego otro tío me devolvió a Buenaventura. 

V.D.L.T.: En esas idas y venidas tuvo dos hijos y es cuando la violencia se ensañó contra usted…

E.C.: Yo quería estar cerca de mi familia. Estuve en Buenaventura hasta el año 2000, cuando por orden de las Farc tumbaron la casa en la que vivía. En el campo la gente no deja escrituras normalmente, entonces alguien quiso aprovecharse de la casa que mi papá me dejó. Me acusaron de haberme apropiado de ella. Dijeron que la había robado. Entonces las Farc mandaron una carta diciéndome que debía entregar la casa porque no era mía. Como no accedí, la desbarataron. Un año después abusaron sexualmente de mí.

V.D.L.T.: ¿Quiénes?

E.C.: Unos tipos armados, pero no sé quiénes fueron. Salí en la noche con un grupo de personas y de regreso a la casa ocurrió. No tuve más explicaciones. Me pusieron una pistola en la cabeza y no pude decir nada más.

V.D.L.T.: ¿Uno se acostumbra a convivir con la tragedia?

E.C.: No. Uno no se acostumbra porque cada vez que ocurre un hecho de estos se sufre como si fuera el primero. Lo único que espero es que esta guerra acabe. Una forma de sobrevivir a todo fue convirtiéndome en líder social. Me fui de Buenaventura y cuando llegué a Cali empecé a ir a reuniones y a involucrarme, a ver qué podía hacer por los demás, comencé a sentirme útil. 

V.D.L.T.: ¿Quién la invitó a esas reuniones?

E.C.: Un tío que tenía una organización me invitó a una reunión y como él no sabía escribir entonces comencé a ayudarle. Hacía las actas. No sabía a qué se referían con términos como ‘desplazado’ o ‘víctima’. Allí comencé a aprender, a saber que tenía derechos como víctima. Me registré y empecé a involucrarme en capacitaciones dictadas por el Gobierno y organizaciones internacionales.

V.D.L.T.: ¿Cree que su lucha ha valido la pena?

E.C.: Creo que sí. Estoy convencida. Hasta el último momento de mi vida lucharé por lo que hago. El reconocimiento, la visibilidad que hoy tenemos como pueblo negro no lo teníamos hace años. Los derechos que hemos conquistado son gracias a esa voz que se ha podido alzar, incluso desde quienes ya no están. Hoy mi gente tiene condiciones distintas, por lo menos la oportunidad de estudiar. Pero aún no estamos en igualdad de condiciones. Las personas de raza negra seguimos viviendo en las laderas de la ciudad. Algún día esto cambiará.

*Presentadora y periodista de Noticias Caracol y Blu Radio