Cafenorte agremia a 2.200 familias de 12 municipios del norte del Valle del Cauca. | Foto: Istock

CAFICULTURA

El café Bahareque es el nuevo oro líquido del Valle del Cauca

Se produce en el norte del departamento y hoy es reconocido como uno de los mejores granos del mundo. Ha obtenido tres medallas doradas en las dos ediciones recientes de los premios Monde Selection. Esta es su historia.

Juan Andrés Valencia Cáceres*
9 de septiembre de 2019

Julián González es tímido y conservador. Tanto, que a pesar de que sus colaboradores le decían que el café que producía era el mejor, eso no le era suficiente. Necesitaba un sustento técnico, un respaldo sólido para creerlo y comunicarlo. Sobre todo en un país como Colombia, que tiene cerca de 20 marcas muy reconocidas y tres departamentos (Huila, Cauca y Nariño) que, según los expertos, producen el mejor café del país.

Por eso el año pasado decidió poner a competir el suyo, el que producían en Cafenorte, una cooperativa fundada en 1963, que reúne a 2.200 familias caficultoras de 12 municipios del norte del Valle y que él gerencia. Entonces envió varias muestras de su marca Bahareque, que todavía no había lanzado, al Instituto Internacional de Calidad Monde Selection de Bruselas, Bélgica, donde cada año 70 expertos internacionales catan, analizan, evalúan y premian la calidad de los mejores productos de consumo del mundo, incluyendo, por supuesto, al café.

Después de haber trabajado de manera detallada en el diseño de la marca, en su empaque y en los atributos organolépticos del contenido, los jueces le otorgaron la medalla de oro. Nunca antes un café procesado en el Valle del Cauca había obtenido una distinción similar. El logro se repetiría poco después: en 2019 el Bahareque Premium y la edición especial, Estate La Finca, conseguirían ese reconocimiento. Tres medallas en solo dos años.

Por eso en Cartago, Obando, Argelia, Ansermanuevo, Versalles, Miravalle, El Águila, El Cairo, Toro, Ulloa, La Unión y Alcalá están felices. De estos municipios del norte del departamento provienen las familias asociadas a Cafenorte, la cooperativa dueña del nuevo mejor café de Colombia. Para González, la razón del éxito se halla en las condiciones naturales de los cultivos: “Los microclimas les dan sus atributos”. Pero la naturaleza necesita ayuda. Lograr un grano tan apreciado requiere de un cuidado especial en toda la cadena de producción porque, como recuerda el gerente, en casi todo el territorio nacional se puede cultivar un buen café.

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El secreto, entonces, hay que buscarlo en los mismos caficultores. En Willinton Muñoz, por ejemplo, quien lleva 20 años cultivando el grano en la vereda Palo Negro de Ansermanuevo. Allí, en cinco hectáreas, produce cerca de 1.000 arrobas (poco más de 11 toneladas) de café al año con la ayuda de cinco empleados. Según él, hay tres claves: “Primero, hay que saber que el café es un alimento y como tal hay que tratarlo; lo otro es que hay que ser juicioso, porque no se trata solamente de aplicar las mejores técnicas y supervisarlas, se debe administrar muy bien las fincas. Y lo último es ponerle amor”.

Ese amor que Muñoz destaca es fundamental en el campo colombiano y el mejor paliativo para sortear la crisis del café. Porque todos coinciden en que el sector atraviesa duros momentos. Afectan, por un lado, los precios bajos y la concentración de las multinacionales en el último eslabón, el de la venta del café procesado, que genera la mayoría de los ingresos; y por el otro, la tendencia de las nuevas generaciones de no continuar la tradición familiar.

Es ahí –justo ahí– donde la Escuela de Barismo de Cafenorte se hace importante, porque es un proyecto enfocado en los hijos de sus caficultores asociados, quienes son los que llevan la cafeína suficiente en su ADN para participar en la consolidación de otras líneas de negocio que soporten y perpetúen toda la cadena de la caficultura tradicional.

Mónica Aguirre es ejemplo de lo anterior. Desde que se formó como barista en Cartago trabaja en uno de los dos locales que la marca tiene en Cali. Ahí todos los días prepara, con una habilidad excepcional, bebidas derivadas del café usando los dispositivos que le dicte la ocasión. Por eso la prensa francesa, el chemex, el V60, el cold brew y la cafetera expreso hacen parte de su vida cotidiana.

Esta aproximación al negocio del café procesado –justamente una de las apuestas estratégicas más fuertes de Cafenorte– ha sido apasionante, reconoce ella, porque fue en la Escuela de Barismo donde redescubrió sus raíces y se contagió de la energía necesaria para descifrar, todos los días, lo que cada persona está buscando cuando necesita una bebida de café: cuerpo, energía y calidad... Una certificada por el Monde Selection.

*Periodista.