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Crónica de la muerte de un abuelo en tiempos de coronavirus

Las voces bajas, una repetición constante de avemarías y plegarias que se sintonizan como un elegante soneto que se siente pesado en el ambiente. Nadie se distrae y todos estamos cumpliendo la cita, nos une el dolor y una necesidad de decir adiós con la que tendremos que vivir para siempre. Nos prepararon para la muerte, pero ninguno se imaginaba que cuando llegara el momento vendría sin oportunidad para despedirse. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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Crónica de la muerte de un abuelo en tiempos de coronavirus

Son las siete de la noche y en la pantalla, los primeros en aparecer son dos de mis tíos; en un par de minutos ya serán tantas pequeñas pantallas que tendría que apretar los ojos. para reconocer a cada una de esas cuarenta personas congregadas: todas elegantes y sobrias, como a él le hubiese gustado vernos, mantienen un gesto disperso. Es el octavo día de novenario en honor a mi abuelo, nos saludamos rápido y empezamos. Será la primera de muchas reuniones familiares por estos días. David Amado-SEMANA

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Crónica de la muerte de un abuelo en tiempos de coronavirus

No hacía falta saber de moda para reconocer al elegante caballero que era Jesús Amado, esposo de Martina, padre de ocho hijos y 23 nietos. Cualquiera que se cruzaba con él notaba sus zapatos siempre perfectos y su traje que solo podía recibir elogios; en la calle solo lo interrumpían saludos. Esta vez, fue un quebranto en su salud el motivo que interrumpió los compromisos normales de todos los que llevamos su apellido, en un día más de cuarentena; el sábado 18 de abril. David Amado-SEMANA

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Crónica de la muerte de un abuelo en tiempos de coronavirus

Jesús empezaba a despedirse y esa tarde de sucesos inesperados sigue repitiéndose en mi cabeza una y otra vez. De normal no tuvo nada, pero qué lo tiene en este confinamiento. Ese día cumplía años mi mejor amigo y por la misma razón que han cambiado muchos planes, el viaje a la playa para celebrar sus 29 años, del que hablábamos con tanta emoción unos meses atrás, se convirtió en una fiesta virtual. Nos reunimos todos lo que lo queremos, con el caribe improvisado en sofás y salas, vestidos con pantalonetas y camisas de flores que se movían con los fríos vientos capitalinos. David Amado-SEMANA

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Crónica de la muerte de un abuelo en tiempos de coronavirus

Así, en medio de un ambiente carnavalero, tuve que pronunciar las palabras que uno siempre quiere decir de otra manera: “Te amo, abuelito”. Estaba celebrando la vida y encarando la muerte mientras mi primo hermano, al otro lado del teléfono, era testigo de los últimos alientos de ese hombre al que el tiempo le cumplió su promesa. Los años se encargaron de difuminar lo que fue mi abuelo: un hombre vivaracho, alegre y caballero, al que sus nietos solo le reclamaban ser hincha de Millonarios. David Amado-SEMANA

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Crónica de la muerte de un abuelo en tiempos de coronavirus

Al pensar en sus últimos días lo recuerdo jugando ‘coca’ en el extremo de su habitación, mientras lo saludaba y esperaba ingenuamente que recordara mi nombre. Ahora que lo pienso, era una especie de presagio sobre lo que estaba por venir. Su calidez, al contrario de sus recuerdos, se mantuvo intacta. David Amado-SEMANA

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‘Sen, marin, patin’…aquí y en todas partes” decía presumiendo saber hablar latín. No perdía oportunidad para lanzar un piropo… Estoy aquí, de nuevo, en los primeros días sin él. Abrazo a mi papá, pero él se rehúsa a mostrar su rostro; la verdad es que pocas veces lo he visto llorar como ahora. Pienso también en el significado de la familia, pienso en la contradicción más fuerte que nos plantea esta situación: por más que lo necesitemos, nadie se podrá abrazar para consolarse. No habrá una ceremonia en su nombre y tendremos que afrontar separados el final de su vida para cuidar la nuestra. Son las 5:15 p.m. ayer me despedí, mi papá no me suelta. David Amado-SEMANA

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Es 20 de abril y en el hospital de Engativá ya está todo dispuesto para que nos entreguen su cuerpo; poco se puede hacer por un hombre de 93 años con un cuadro respiratorio agudo que requería una traqueotomía, en medio de una pandemia y en un país con una cama de cuidados intensivos por cada diez mil habitantes o al menos eso es lo que se conoce. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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En pocos minutos, varios de mis familiares llenan de mensajes y llamadas mi teléfono. Al mismo tiempo, mi hermana, mi tío, mis dos primos y yo, hacemos frente al proceso distante y frío que puede ser un funeral en el que los asistentes debemos permanecer a dos metros de distancia. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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En la sala para sesenta personas solo somos cinco; afortunados, de alguna manera. Pero en otras circunstancias, estaría abarrotada y serían muchos más los que con un par de golpecitos en la madera dirían “adiós, señor Amado”. El tapabocas apenas deja ver los ojos vidriosos de mi hermana mientras te mira por varios minutos. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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Es el turno de mi primo……todos se quedan un rato, observándote. Y cuando me acerco lo entiendo todo, me tomo mi tiempo y claro, sé que a los muertos los maquillan, los preparan, pero intuyo que contigo no hubo necesidad de mayor arreglo; la elegancia se mantiene: camisa rosa y blazer marrón que engalanan ese color blanco que tienen todos los ataúdes por dentro. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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La mala conexión y los intentos fallidos de conectar a través de videollamadas irrumpen el redundante silencio de la sala, casi vacía, con tu nombre en la entrada. Todas las personas que querían verte me hicieron sentir privilegiado, recibía el regalo de la despedida que le estaba siendo negado a casi toda mi familia. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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Mientras mis amigos saldrán de esta cuarentena con libros leídos, masters en tortas de banano y expertos en teletrabajo, yo me dedicaré a hacerte duelo. Estas fotos y este texto son mi manera, mi método y mi salida a todo lo que quise decir y no pude. Acompañarán siempre ese “te amo, abuelito” que en realidad encerraba toda una vida a tu lado. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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Hoy es el último de estos nueve días, pero el esfuerzo es el mismo. Reúno a toda nuestra familia en las pantallas, que tanto nos acompañan por estos días, con la misma voluntad que me llenaba en el momento de contar junto a mis primos, las monedas que nos regalabas con la abuela para unos dulces. El corazón se acelera de la misma forma en que lo hacía cuando, juntos, corríamos sin parar para ir a comprarlos. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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Rezo, repito, lloro y me despido; cada segundo me invade la misma sensación de querer abrazar a todos los que veo en el computador, pero me consuela saber que llegará ese día en el que veré de nuevo a mis tíos reunidos en el mismo lugar en el que estarán tus cenizas. Lo imagino todo, saludaré emocionado a esas personas a las que tu muerte trajo de nuevo, a esas que no conocía y a las que siempre serán el símbolo de lo que defendiste y celebraste hasta la muerte: la familia. David Amado-SEMANA

Foto: David Amado / David Amado
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