Alejandra Pizarnik
Poesia completa
Prosa completa
Lumen, 2002
470 paginas, 319 paginas
Despúes de 30 años, tenemos dos ediciones completas de la poesía y la prosa de Alejandra Pizarnik. Es decir, ya podemos valorar su obra juiciosa y tranquilamente, sin las deficiencias y las zozobras de agotadas ediciones marginales, y también, qué bueno, sin la aureola de la escritora secreta. Ahí está Alejandra al fin, con todos sus textos, gracias al paciente e impecable trabajo realizado por Ana Becciu.
Sólo faltaría, para elaborar el retrato definitivo, la publicación de sus diarios que estaba prevista para el año entrante y que en el momento ha sido archivado por la salida de Esther Tusquets de la Editorial Lumen y el retiro de Nora Catelli como cabeza del proyecto. Dicho material, sin duda, dará nuevas perspectivas a su obra. No hay que olvidar que Alejandra Pizarnik, como pocos, logró unir su vida y su literatura en una sola. Ojalá el inconveniente se resuelva y no haya que esperar otros 30 años. De cualquier manera, luego de muchos avatares, sus manuscritos se encuentran a salvo en la biblioteca de la Universidad de Princeton.
La obra poética comienza con una curiosidad: la inclusión de La tierra más ajena, su primer libro, excluido sistemáticamente por la propia Pizarnik de las antologías y de su poesía completa. Escrito en 1955, cuando apenas contaba con 19 años, es valioso a pesar de su hermetismo. Puede que no sea tan "sorprendentemente bueno" como afirma César Aira, aunque su tesis acerca de la exclusión resulta seductora: fue suprimido porque no se adaptaba al canon Pizarnik. No hay restricciones léxicas ni temáticas; tampoco personajes autobiográficos. No hay aquella visualidad intensa y controlada que aparecerá en su segundo libro La última inocencia (1956) y que será su característica permanente. Todavía es Flora Pizarnik, no ha nacido todavía Alejandra, su gran invención: "alejandra alejandra/ debajo estoy yo/ alejandra".
Porque su escritura es un proyecto claro de conquistar la brevedad, la calidad y la pureza, el mito de una poeta sin caídas ni debilidades, productora de poemas-joya, sin fisuras. Capaz de sacrificar "la libertad maravillosa" de su primer libro por la exigencia del medio literario y snob en que se movía -y también por una necesidad suya muy profunda- de hacer poemas perfectos que fueran "una cura shamánica a la dificultad de vivir".
Nuevas lecturas que suscita esta edición. Pero a la vez, ratificación de las interpretaciones ya clásicas de Frank Graziano y Guillermo Sucre: el corpus literario de Pizarnik puede ser llamado obra suicida. Obsesionada con la muerte, la va nombrando y anunciando en una especie de ritual que alcanza el fin preconcebido e inevitable. La muerte se enlaza con ese silencio absoluto largamente buscado y que resuelve la imposibilidad de la palabra para decir el mundo. "La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante". El suicidio funde a la Pizarnik persona y la Pizarnik autora, hechas de relaciones difíciles y "ardientes". El poema, el acto y el silencio, como proponían -y nunca conseguirían- tantos surrealistas. La ceremonia "demasiado pura" que había sido el poema se vuelve una "melodía de los huesos".
Y en las Prosas completas textos -muchos de ellos inéditos- divididos y ordenados cronológicamente en Relatos, Humor, Teatro, Artículos, Ensayos, Prólogos y Reportajes. (La entrevista que le hace Martha Moia ofrece interesantes claves para entenderla). Algunos transgresores como La Bucanera de Pernambuco; paródicos como Los poseídos entre lilas; celebratorios como El hombre del antifaz azul y A tiempo y no. Y, por supuesto, no falta La condesa sangrienta, glosa poética al libro del mismo nombre de Valentine Penrose, pequeña obra maestra del comentario y, a su manera, una suerte de epitafio: al igual que la condesa Bathory ella fue elegida sin apelación para oficiar un mandato misterioso.
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Por: Luis Fernando Afanador