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AUTORETRATO DE UN DESCONOCIDO

Ganador de un importante premio en la Bienal Internacional de Grabado en Noruega, Juan Antonio Roda fue entrevistado por SEMANA.

3 de enero de 1983

SEMANA.: ¿ Qué importancia atribuye usted al premio que acaba de recibir?
JUAN ANTONIO RODA.: A mí lo que me parece importante es tener el premio de la Bienal, porque entiendo que aquí hay hombres muy destacados, como Soto de Venezuela, como Lichtenstein de EE. UU., como Hockney de Inglaterra. Prácticamente son los tipos más famosos de hoy en día; entonces, si no comprendo mal (sonríe tímidamente), a mí sí me parece que es un premio importante.
S.: ¿ Usted envió expresamente algunas obras para la Bienal o se evaluó el conjunto de su obra?
J.A.R.: Yo mandé dos grabados; me invitaron y eso fue lo que mandé. Por Colombia participaron, además, Pedro Alcántara--que como jurado, estaba fuera de concurso--, Luis Caballero, Aníbal Gil, María de la Paz Jaramillo, Oscar Muñoz, Alejandro Obregón y Alfonso Quijano.
S.: Siendo así, ¿por qué no se le ha dado difusión a esta noticia?
J.A. R.: Un premio en Noruega para la gente de aquí es un premio más. Porque la información está mal dada o ellos no preguntaron bien, pues no saben que participaba Miró, que participaba Tapiés, que participaba, como decimos los españoles, "todo Cristo". ¡Caray! Yo creo que es el premio de grabado más importante de Europa. Yo no creo, en absoluto, que sea mala fe, ni que estén contra mí, yo creo simplemente que es despiste.
S.: ¿Pero, no es un poco sospechoso este silencio alrededor del premio? ¿No se ha sentido, en algún momento, coartado?
J.A.R.: Yo he tenido una tendencia, como todo el mundo, a sentirlo--creo que un poquito más de la cuenta--; a veces me siento solo y abandonado y odiado por todo el mundo, pero a veces digo: Déjate de carajadas, no es para tanto... No soy un tipo que ande metido en los dos o tres lugares importantes de arte que hay en Bogotá.
S.:¿Porqué?
J.A.R.: ¡Porque no me da la gana! Porque no estoy de acuerdo con esas cosas, yo estuve 14 años en la Universidad de los Andes dirigiendo la Escuela de Bellas Artes, la escuela que cerraron, que me la cerraron. Yo creo que fue a mí, como bien me lo dijeron varias veces, si yo hubiera renunciado a tiempo, no habrían cerrado la escuela. Pero es un poco como en las novelas de detectives: yo no tengo la certidumbre, ¡yo no he logrado encontrar al tipo para darle en la jeta! Creo que es así, pero como no lo puedo probar....
S.: Se nos ocurre que un premio puede ser un intento de convertir a una persona en una institución. Por ejemplo, usted lo ha insinuado, García Márquez es casi un Estado ambulante.
¿ Cómo le afecta a Roda?
J.A.R.: Ahí le contestaría yo como contestó, me parece que muy bien, García Márquez; "qué maravilla que ahora si me van a escuchar; ya les voy a decir lo que está pasando en El Salvador... " El lo tomó al revés de lo que podría ser. Ha dicho: qué bueno que al tener yo el premio puedo hablar más duro o me escuchan más .
S.: ¿ Usted cree que lo van a oír más ahora que haganado este premio?
J.A.R.: A los pintores no les preguntan nada. Es que, hombre, es muy diferente con García Márquez, porque es un señor que escribe. Por lo tanto, es un señor que hace frases, pero un pintor. Yo creo que la manera de que escuchen a un artista muchas veces, no es sólo a través de lo que hace, sino también por su actitud.
S.: ¿ Usted creequeel arte, con todas sus implicaciones, le conviene a un país como éste? J.A.R.: El arte le conviene a todo el mundo. El arte siempre es una buena vitrina... ¿El señor Botero no le conviene a Colombia? ¿García Márquez no le conviene? ¡Claro que le convienen! Hasta el ridículo van a hacer ahora: van a mandar mucha gente, van a mandar a trescientos a bailar la cumbia. . . ¡ Ese es el colmo de la estupidez !
S.: ¿ Pero eso depende de si el artista permite que le manipulen su obra o es algo independiente de la actitud del artista?
J.A.R.: El poder o la sociedad o el sistema es la palabra más usada, lo suyo es apropiarse de todo lo que pueda. Eso ya se sabe. Recuerdo que una vez estaba con Camilo Torres. Se puso bravísimo contra el cardenal. Yo le dije: "Me parece perfectamente ridículo que estés hablando mal del cardenal tú, ¡con la sotana! ¡Quítate esa sotana! ¡Quítatela! ¡Pelea de verdad ! ". Se la quitó, peleó de verdad y lo mataron. No quiere decir que se la quitara porque yo se lo dije. ¡Que conste! Pero es un paquito el problema ese. Claro, a Camilo lo podrían haber utilizado: "el cura bueno, el cura revoltoso y bueno" . El día que él se dio cuenta de que lo iban a utilizar dijo: "Pues ahora ya no voy a ser el cura revoltoso y bueno, sino el cura malo". De este modo, se portó bien, fue consecuente, algo ingenuo, tal vez.
S.: En su caso particular, ¿de qué forma ha pretendido no dejarse digerir?
J.A.R.: Creo que me he dejado digerir demasiado.
S.: ¿En su decisión de optar por el grabado pensó que por allí se daría el camino a un éxito posterior? En la época cuando usted empezó a trabajar con esta técnica era como anacronismo...
J.A.R.: La forma como lo hacía yo, sí. Pero la pelea mía, si es que se puede hablar de una pelea, ha sido un poquito de otro orden. Yo no creo mucho en el arte como especulación. Eso todavia no me ha pasado, salvo etapas en las cuales más o menos me he desorientado. Para mí el arte es una necesidad que uno tiene de comunicar algo, y ese algo para mí no es solamente una vaina estética, un juego; para mí es un poquito más. Yo opté por el grabado por muchísimas razones, de las cuales no sé cuál es la verdadera. Empecé y me gustó mucho porque está que ni pintando para mí. Es dibujo más que otra cosa, y es un dibujo que permite mucha minucia, mucho detalle y usar el blanco y el negro, es decir, todo lo que a mí más me gusta. Aparte de eso, el grabado tiene mucho de artesanía, oficio manual, en lo cual, puedes trabajar muchas horas al día y no te cansas como pintando un cuadro, porque estás haciendo un trabajito de manos.
S.: Usted dice que el arte es una necesidad individual, pero el arte es también un fenómeno social. Hay un lenguaje contemporáneo, un lenguaje que asombra, que recrea, que muestra una realidad que nadie había visto...
J.A.R.: Cuando dices que el arte es una realidad que no ha visto nadie, no es porque sea nueva en el sentido de que las rayas sean así y ya no vayan a ser así . La verdad nueva es cuando es la del artista, y yo no creo que pueda haber otra explicación para el arte, porque si no, ¿qué diablos es el arte? Voy a dar un ejemplo. Buñuel es para mi el más grande cineasta que hay; un señor que tiene una visión terriblemente pesimista de la vida, a quien le parece que toda esta sociedad es una porquería. Y como él es muy mala leche, entonces va bordando todas sus malas leches una con otra y se va burlando de la sociedad. Y claro, es un reflejo de la sociedad, pero sin pretenderlo. Sin ir más lejos, tomemos "El Discreto Encanto de la Burguesía".
Son cinco señores que caminan incansablemente. Lo que los incita a caminar es una frustración total. Lo que sí pueden hacer es ir adelante. Entonces, la burguesía es eso: una verraquera que va para adelante en este mundo, pero que es una estupidez.
Eso es lo que dice Buñuel, pero en vez de decirlo de una manera dramática se burla y hace un cuento divertidísimo.
Entonces es Buñuel, la persona, con su peculiar manera de ser, la que nos está contando eso. Lo demás es un docummento político, un tratado de socio logia, es explicar de qué manera la burguesía se va apoderando de los medios de producción y bla, bla, bla...
S.: En la medida en que un espectador, un crítico, puede considerar en un momento dado su obra como algo propio, al punto de no poder decir: "estos son los sueños de Roda, sino, más bien, estos pueden ser mis sueños...".
J.A.R.: Si uno logra eso, ¡es un artista!

S.: Entonces no es tan "su mundo "...
J.A.R.: Pero, claro que es un murido. Porque la única manera como uno puede contarle o explicarle algo a la gente, es contándole lo que le pasa a uno. Y eso es lo más difícil del mundo. Claro que, además, hay una relación total con la historia, pero el artista no es el crítico de la sociedad, ni su acusador, como lo pretendía Zolá, a quien respeto mucho. Pero fíjate en Flaubert, un señor tan humilde y, por supuesto, mucho más grande que el otro. Tanto, que escribió una novela de una señora idiota, que vivía en un pueblo idiota, que se enamoró de un idiota y que se mató de una manera idiota, que se llama la "Madame Bovary". Todo era idiota ahí. Y qué me dices de la famosa frase: "Madame Bovary, c'est moi?" ¿No es el colmo que un hombre tan inteligente diga que él es esa vieja imbécil? Lo que sí es importante es cómo él desmenuzaba ese mecanismo, cómo se interesaba en una cosa común y corriente; el enfoque personal para contar todo eso que es lo que, verdaderamente, puede ser tremeadamente demoledor y subversivo. Yo creo, pues, que allí radica la misión del artista: en contar la realidad desde su aportes que ha hecho el arte de nuestra época son el arte de los locos y el de los niños. El niño se expresa libremente y hace cosas bonitas hasta los cuatro años de edad; a partir de esa edad, el acondicionamiento, la educación y todas las cosas que le metemos en la cabeza, lo vuelven inauténtico. Gana muchas cosas, pero pierde autenticidad y no la recuperará sino mucho más tarde y muy pocas veces. Uno--de adulto--habla paja, habla según lo que le han dicho, según unos esquemas que se repiten; y todos nosotros, y el señor Belisario y el señor López y el señor Turbay y el señor Reagan, todos, hablamos como una especie de mecamismo, como computadoras a las cuales antes han programado.
S.: ¿Es por ello que el artista es subversivo realmente?
J.A.R.: Claro, el artista, si lo es de verdad, es quien logra otra vez reincorporar su autenticidad, para irla soltando de otra manera.
S.: ¿A través de qué medios se recupera esta autenticidad ? J.A.R.: Es muy difícil. Es todo un trabajo que tiene que hacer el artista para darse cuenta de cuándo está hablando mentiras y cuándo está hablando de verdad, cuándo está diciendo porque realmente le interesa o cuándo está diciendo porque sí.
S.: ¿ Y enfrentarse a todas las formas de control social es también muy importante?
J.A.R.: Pero, ¡a todo! A todo, porque si no, ¿qué sentido tendría?
S.: Si todo espectador es un crítico, ¿el hecho de que haya quienes se denominan críticos no resta posibilidades creativas al público que puede participar de la obra, así sea solamente al nivel más elemental, el afectivo?
J.A.R.: Si no olvidamos que vivimos en una sociedad en la cual al 80% de la población le importa un bledo el arte o tiene una idea falseada de él, tal vez no. Si uno va aquí al barrio, a alguna casa, a ver lo que tienen colgado, pues tienen almanaques y pasan del Sagrado Corazón a la niña desnuda de "Tuercas y Tornillos": ambos fetiches sirven para algunas cosas, pero no constituyen una aproximación al arte.
Toda adjudicación de premios supone una crítica. ¿ Un buen premio depende de quién es el jurado?.
supone una crítica. ¿ Un buen premio depende del quién es eljurado?.
J.A.R.: Los salones en los cuales el premio lo da el público son un verdadero fracaso. El público vota por aquello que más se le parece a la imagen cotidiana que tiene de la representación. Si piensas en el arte de la Edad Media, verás que es un arte austero, espantoso; esas imágenes de Dios de las pinturas románicas, con los ojos desmesuradamente abiertos, con unos cuerpos que parecen costillares, con unos dedos grandes, son una cosa de temer, tremenda. Son lo menos atractivo, lo menos sensual que uno pueda imaginarse. Pero para la gente de aquel tiempo eran algo increíble, porque para ellos Dios era eso y el arte era representar y la iglesia era el lugar a donde debían ir. Eran los símbolos que esperaban encontrar. Entonces había una relación directa entre los artistas y -el público; la siguió habiendo durante la contrarreforma, cuando la Iglesia potente y ostentosa y barroca, les dijo a los "tintorettos" y a todos esos señores: "Píntenme los martirios".
Pero, ¡qué verraquera de martirios! ¡Qué señoras a las que les sacaban los ojos, qué tetas tenían, qué culos, qué maravilla de viejas!... Pero eran dioses, ¡eran las virgenes! ¿Y los cristos? Unos atletas, era un mundo de maravilla, porque tenían que descrestar a la gente. Actualmente, el arte ya no cumple esa función. No la cumple porque se acabó. Se acabó por muchísimas razones. El cine la debía haber recuperado y también la perdió porque se prostituyó. Entonces el arte ha quedado reducido a un nivel como especulativo, el del artista solitario que está dando sus brinquitos por ahí...
S.: Hablando de movimientos artísticos no se ve muy claro, por lo menos aquí en Colombia, ni un movimiento, ni una tendencia...
J.A.R.: Si vamos a hablar de una cosa colombiana, yo creo que hay un pintor muy de aquí, muy del Caribe, que es Obregón. Visto de lejos, podrá parecer mejor o peor, pero es un pintor del Caribe. Tiene como una especie de cosa inflada, exagerada, operística, que es muy caribeña; su pintura es, en cierta forma, muy parecida a la obra literaria de Carpentier, no sé. Yo creo que la pintura de Obregón es muy de la Costa, no muy colombiana, pero sí de la Costa. Aquí hay otras cosas, como por ejemplo, la obra de Beatriz González, una pintora también bastante de aquí. Tiene esa especie de humor de mala leche, de escepticismo tremendo, tremendo pero muy de aquí, como el chistecito bogotano. Esa cosa que cuando uno viene de afuera le sorprende tanto, esa manera de ser de la gente de aquí que uno no comprende al principio, pues le parece que todos son unos mentirosos, unos farsantes, gente que da la impresión como de que no da la cara. Bueno, yo creo que el arte de Beatriz González es muy de aquí; ella se burla, ella juega con lo popular, juega con lo sagrado... Es un arte muy crítico, muy mordaz, muy incisivo, que no se da en muchas partes .
S.: Decía usted que Beatriz González sabe a bogotano, que Obregón sabe a mar Caribe. En cuanto a su obra, adolece de cierto desarraigo vital. ¿Habría dónde entroncarla?
J.A.R.: Yo creo que si algún entronque tiene, es español.