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EL FILO DE LA NAVAJA

'La novia oscura', la más reciente novela de Laura Restrepo, escarba el mundo a la vez desgarrado <BR>y poético de la prostitución.

29 de noviembre de 1999

Laura Restrepo ya ha escrito cuatro novelas pero todavía se considera una periodista. Y
el alma de sus obras así lo revela. La isla de la pasión, su primera incursión en la literatura después
de haber escrito un libro periodístico, Historia deuna traición, y una obra para niños, Las vacas comen
espaguetis, fue en realidad el resultado de una minuciosa investigación periodística.
Su segunda novela, El leopardo al sol, es una adaptación literaria de la guerra a muerte que, en pleno auge de
la bonanza marimbera, se declararon las familias Cárdenas y Valdeblanquez, un tema recurrente en los
tiempos en los que Laura Restrepo trabajaba como editora de SEMANA.
Lo mismo se puede decir de Dulce compañía, la novela que le permitió llegarle a un público más amplio. Esta
historia nació a raíz de una noticia que ella cubrió como reportera: la aparición de un ángel en un barrio del sur
de Bogotá.
SEMANA habló con la autora de La novia oscura, una novela en la que Laura Restrepo mantiene intacto
ese vínculo, hasta ahora sagrado en su obra, entre la reportera inquieta y rigurosa, y una pluma de alto vuelo.
SEMANA: Esa narradora, generalmente periodista, que sirve de eje en 'La novia oscura' y en casi todas sus
novelas, ¿es la propia autora?
Laura Restrepo: No; es tan inventada como cualquiera de los demás personajes. Y al mismo tiempo sí; como
siempre sucede en la ficción, cada personaje, a su modo, refleja el amor.
SEMANA: ¿Dónde termina la realidad y dónde empieza la ficción?
L.R.: Me gusta sostener la narración en equilibrio sobre la línea divisoria.
SEMANA: ¿Y no es engañar al lector eso de reforzar la verosimilitud apelando a un seudoperiodismo?
L.R.: Imaginemos una historia de enfermos de tisis: resulta más creíble si la narra un personaje que es
médico que si la narra uno que es carpintero, y nadie puede acusar por ello al autor de fraude. En la novela es
lícito todo recurso que ayude a "fingir que es dolor el dolor que en realidad sientes". Te vales del manejo
literario para inventar un mundo que debe parecer más real que la realidad misma. Si no es así, no le interesa
a nadie.
SEMANA: La estructura de su novela está montada en torno a un patio donde unas prostitutas viejas
conversan entre sí sobre una joven que nunca aparece en escena. ¿Cómo la armó?
L.R.: Soy maniática de la estructura y me gusta armarla completa, como un plano de ingeniería, desde antes
de empezar a redactar. Pero en La novia oscura no se me dio así; por primera vez me sucedió, contra mi
voluntad, que sólo supe en qué terminaría la protagonista en el momento de escribir la última página. Hacerlo
así es un póker sangriento, y siempre te asalta el miedo de estar armando un gran globo que al final se te
desinfle. Pero también tiene ventajas, creo, porque vas moldeando al personaje al ritmo de tus propias
vacilaciones, y lo vuelves más humano en la medida en que no le dejas saber lo que va a pasar en la
página siguiente. Lo mismo que le sucede en la vida real a la gente, que debe actuar hoy a pesar de que no
sabe lo que le ocurrirá mañana.
SEMANA: ¿Qué papel juega el humor, tan presente en esta novela como en las anteriores?
L.R.: Busco que haga las veces de pinchazo sentimental y que desmonte de un plumazo situaciones
demasiado dramáticas. El humor es un buen polo a tierra. Pero, como lo advirtió Rilke, también hay que
temerle, porque funciona como el peso de una aplanadora y si se te va la mano al utilizarlo no dejas piedra
sobre piedra. Es un vicio nacional, pero sobre todo bogotano, eso de tirarle pedradas de humor a lo que se
desprecia por trascendental, por cursi o por íntimo. ¿El resultado? Todo lo que es serio o entrañable lo
disolvemos en un chiste del que ya no sabemos si llorar o reírnos.
SEMANA: Georges Bataille dice que la prostitución o es sagrada o es una llaga. ¿Cómo aparece en su
novela?
L.R.: Es prostitución sagrada o, al menos, históricamente relevante, en medio de ese mundo fundacional y
épico dominado por la figura de Sayonara, la puta niña, intacta a pesar de su oficio, siempre perdida en
amores, siempre anhelando algo que ni ella misma sabe qué es. Sayonara se convierte en una especie de
diosa, o mítico objeto del deseo de todos los hombres. Pero a medida que su leyenda se derrumba va
ganando espacio la Fideo, una criatura salvaje y desnutrida que se desnuda sobre las mesas de los bares y
que se acuesta por dinero sin ponerle al asunto más poesía que esa. En la Fideo la prostitución es
desgarramiento y llaga. El acercamiento y la amistad que a lo largo de la novela se van dando entre la
Sayonara y la Fideo buscan el punto de intersección entre la prostitución idealizada y la prostitución
degradada.
SEMANA: ¿Cuál es el meollo de su novela, el amor o el desamor?
L.R.: Yo diría que el deseo. El fiero deseo como arma que permite subyugar a los demás si la agarras por el
mango, pero que te lastima y te destruye si la llegas a asir por el filo.
SEMANA: Se ha dicho que esta es su mejor novela. ¿Piensa seguir en la próxima por el mismo camino?
L.R.: No. No más mezcla de literatura y periodismo, eso ya estuvo bueno. En la próxima quiero un engendro
entre literatura y ensayo.
SEMANA: ¿...todavía nada de literatura pura?
L.R.: Pura no hay sino Sayonara, la joven ramera de Tora.