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"EL SEXO POR MAS LIBRE, NO ES UN SANDWICH"

ROSSANA ROSSANDA ENTREVISTA

6 de mayo de 1985

Rossana Rossanda cumple 61 años en abril. Es ella una de las protagonistas de la complicada vida política italiana sin ser diputada (lo fue en 19S6 y 1963 por las listas del Partido Comunista Italiano), ni miembro de organización política alguna cuando dirigía en 1964 la revista en Manifesto fue "separada" del PCI baja la acusación de "fraccionismo". Pasó después a ser dirigente, hasta 1978, del movimiento político Manifesto PDUP, una agrupación de la nueva izquierda italiana. Como una de las personalidades políticas e intelectuales más escuchadas de Italia, sus artículos en el diario en Manifesto --un periódico que ha resistido independiente por más de 10 años todas las aventuras políticas a las cuales ha estado comprometido-crean opinión. Así fue en el caso de la campaña contra el llamado "proceso 7 aprile", un juicio jurídico-político contra los líderes del grupo de Autonomía Operaria acusados de insurrección armada y subversión, los cuales se encuentran en la cárcel desde hace 5 años a la espera de un proceso.
Sus libros han sido casi todos "best sellers ". Entre ellos "El año de los estudiantes ", sobre la revuelta del 68, y un " Viaje en España", traducido al español. Rossana Rossanda es actualmente uno de los directores del periódico en Manifesto junto con Luigi Pintor y Valentino Parlato. La encontramos en su bella casa de Roma, rodeada de su gato, en un momento de reposo obligado a causa de un tobillo dislocado. La enfermedad no le ha quitado ni un gramo de su encanto.
SEMANA: Acaba de pasar el 8 de marzo y la primera pregunta que se me ocurre es precisamente acerca de la mujer, ya que tú eres una mujer de mucho éxito. ¿Qué dificultades has encontrado para afirmarte en este mundo de hombres?
ROSSANA ROSSANDA: Un momento. Si por éxito se entiende ser conocida, sí creo que lo he sido. Pero eso es una cosa. Si se entiende por éxito haber:logrado realizar las cosas que se desean, creo que no lo he tenido en ningún modo.
S.: Quiero decir que eres una de las pocas mujeres que gozan de gran autoridad en Italia, es mas, en Europa. ¿Cómo ha sido posihle lograrlo en una sociedad como la nuestra?
R.R.: Estoy convencida de que la mayor parte de las mujeres encuentran enormes problemas en esta sociedad. Estos problemas simplemente yo no los viví. No represento una historia "típica" italiana. Nací en una familia de Trieste, una ciudad al norte de ltalia, en los años 20. Mis padres eran burgueses "acostumbrados" a la emancipación de la mujer y al ambiente del imperio austrohúngaro y al clima, digamos, abierto del norte de Europa. Así que mi hermana Mimma y yo fuimos educadas para estudiar y trabaJar, dotadas de los mismos derechos de los hombres.
En fin, mi madre, para darte un ejemplo, jamás me abrió una carta, un cajón. Desde jovencitas, viajabamos solas. La educación se concebía como responsabilidad, y no como control.
S.: ¿Eso te hacía sentir distinta a las otras?
R.R.: Sí. Cuando nos fuimos para Venecia a vivir--tenía trece años- entendí que para las otras niñas ciertas cosas no eran tan obvias como para mí. Mi madre me explicó todo sobre la menstruación y sobre cómo nacen los niños. Yo a su vez tenía que explicarlo a otras jovencitas que se sentían aterrorizadas ante el primer flujo de sangre...
S.: ¿Tu emancipación personal se volvió después emancipación intelectual?
R.R.: sí. Tomé el camino de la universidad y de la resistencia antifascista. Allí hice mis primeros contactos con el PCI. También en el partido la diferencia entre hombres y mujeres no era enorme, sobre todo en el período de la lucha armada. Dentro del partido no hice los recorridos clásicos: de la federación juvenil a la comisión de las mujeres, etc. Yo al graduarme de la universidad me convertí en asistente del filósofo Antonio Banfi. Era un trabajo de "hombre".
S.: ¿En el Partido Comunista milanés, donde se inició tu "carrera política " todo fue igualmente fácil?
R.R.: El Partido Comunista de Milán era una vieja federación de tipo estalinista. Encontré más bien dificultades de orden político y mas que todo por mi condición de intelectual, una figura de la cual no se fiaban. Sin embargo, a los compañeros les gustaba tener entre sus filas una mujer como yo, de origen burgués, que sabía vestirse y llevaba sastre gris, que hablaba con estilo aun cuando se trataba de manifestaciones con obreros.
Cuando el partido logró su primera transmisión en televisión, por allá en los años 50, me mando a mí junto con dos lideres históricos Giancarlo Pajetta y Umberto Terracini, en ese entonces presidente de la Asamblea Constituyente.
S.: ¿Y tus relaciones con los hombres, con los compañeros y las compañeras, cómo eran?
R.R.: Los hombres me han ayudado siempre. Así como me ayudó ese extraño partido, dándome responsabilidades y tareas importantes, facilitando mi crecimiento político. Indudablemente no me veían como a una mujer. Recuerdo un episodio: se trataba de formar una comisión sobre la paz, y fueron designados, Alfredo Reichlin, Giancarlo Pajetta, Rossana Rossanda... y se necesita una mujer, comentó alguien. Y es que mis relaciones con mis compañeras de partido eran afectuosas pero distantes. Me sentían distinta y tenían razón. La verdad es que yo hasta la tierna edad de 50 años no frecuenté mucho a las mujeres, estaba convencida que si uno quiere algo puede hacer de todo por conquistarlo. Y este mensaje les llegaba a ellas como una forma de "superioridad ".
S.: Sin embargo, después del feminismo de los años 70 tus relaciones con las mujeres han cambiado. ¿Cómo?
R.R.: Sí, a los 50 años descubrí una relación de paridad, de igual a igual con las mujeres. Descubrí que con las amigas se puede uno quejar, consentir, consolar y escuchar; vivir juntas momentos de alegría y de melancolía.
Mis amigas de hoy son mujeres con 20 años menos que yo, pero que son de mi generación, mujeres emancipadas que no me ven como una madre ni como un líder.
S.: ¿ Y tu vida sentimental? Me imagino que eras muy cortejada...
R.R.: No, para nada. No fui casi cortejada y recibí muy pocas declaraciones de amor (que inmediatamente devolví). Tuve dos maridos. Como ellos mismos dicen fui yo quien los agarre. Sólo ahora, a los 60 años encuentro hombres que me confiesan que me amaron en silencio. Tal vez los sugestionaba. Amistad, gentileza, galantería recibí mucha, pero ofertas sentimentales o sexuales muy pocas.
S.: ¿No dependíá del clima moralista que vivfa la izquierda de esos años? ¿Del puritanismo del Partido Comunista de los años 50?
R.R.: Que yo recuerde, en el Partido Comunista no había mucho puritanismo. Casi todos los dirigentes tuvieron crisis matrimoniales y cambiaron de esposas. Fue el caso de Togliatti, secretario del PCI, que abandonó su mujer por una estudiante además católica, hoy en día conocida por ser presidente de la Cámara de Diputados, Nilde Jotti. Y el escándalo no fue tan escándalo. Los valores de "respetabilidad" en el PCI de esos años eran otros: dedicación absoluta al partido, la prioridad a los problemas colectivos sobre los individuales.
Cierto, que si se habla de la sexualidad sin prejuicios de los años sucesivos, esa no existía en el PCI, ni en mí.
Yo, por ejemplo, me enamoraba facilmente y continuamente de hombres muy lejanos pero eso no quería decir pasar la noche juntos. Y lo pienso todavía hoy: el sexo, por más libre, no es un sandwich. Hacer el amor es una gran relación entre dos seres humanos, no es como tomarse un vaso con agua.
S.: Tú has sido lider en la izquierda en el Partido Comunista, como directora del Il Manifesto, como intelectual, y no sólo en Italia sino también en Europa y eres conocida, aún si poco, en América Latina. ¿Cómó te sientes en este rol de lider?
R.R.: Bueno, el partido me trataba bien como ya lo he dicho: me usaba como un líder hombre y al mismo tiempo como una señora para exhibir. Desde ese entonces he sentido siempre la dualidad de una imagen que se convierte en un traje que no te puedes quitar. La tienes objetivamente y esperas que los demás te vean de ese modo. Si eso no sucede, si te sientes "no reconocida", te mueres de rabia porque te sientes herida en tu identidad, en lo más profundo de tu identidad. Pero, al mismo tiempo, esa imagen que das la debes dar siempre aun cuando no quisieras y es en ese momento que lo sientes como una obligación y se convierte en algo desagradable. Te conviertes en una figura materna, como me sucedió en los años 70 cuando la política cambiaba y todos decían en la izquierda que "lo personal es político". Todos los hombres del Manifesto venían a desahogarse conmigo, me culpabilizaban, me acusaban de "madre castradora", me contaban todos sus problemas, luego los veía tranquilamente silvando por ahí y entendía que habían hecho una sesión analítica gratis. Es molesto aparecer como un líder-madre. Pero al mismo tiempo soy consciente, y tal vez es un límite como en todas las mujeres, de que he interpretado mi rol dentro del grupo sobre todo en el Manifesto, es un sentido conservador. Lo importante para mí es tener el grupo unido, porque yo no he querido nunca ser el líder único, tener el poder absoluto, tener una imagen de si mismo de hierro.
Y a las mujeres, y a mí, eso no nos pasa, se necesita una dosis enorme de narcisismo y soberbia, y yo en el fondo soy una mujer.
S.: ¿Qué es lo que sientes que no has logrado realizar?
R.R.: ¿Me lo preguntas? El comunismo. El objetivo por el cual he gastado mi existencia. Me enseñaron que lo que cuenta es lo que haces, lo que obtienes, más que la coherencia política o moral. He entendido con el feminismo, con el 68, la importancia de la subjetividad. Sin embargo, mis ambiciones eran y son grandes. Los errores cometidos en el PCI, en la nueva izquierda después, fueron determinantes, y me dicen no que fuí derrotada, sino que me hice derrotar. Quedo como un testigo de mi tiempo, con algo de importancia; soy y quedo como una mujer coherente, pero sin haber sido ni ser protagonista. -
Rina Gagliardi, cedido a SEMANA por Il Manifesto, Roma.