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Las vacaciones de Paxton (Jay Hernández), un viaje por la Europa del este, se convierten en una horrible pesadilla

Hostal

Quentin Tarantino ha llamado 'el futuro del terror' al director de esta película que se pierde en su propia fascinación con la violencia.

15 de abril de 2006

Titulo original: Hostel.
Año de producción: 2005.
Dirección: Eli Roth.
Actores: Jay Hernández, Derek Richardson, Eythor Gudjonsson, Barbara Nedeljakova, Jana Kaderabkova, Jan Vlasák, Jennifer Lim.

Tiene sentido que Quentin Tarantino sea el productor de este curioso relato de terror: es la obra de un autor, Eli Roth, que desde su primer largometraje, Cabin Fever (2002), le ha dado un nuevo aire al género más rentable de Hollywood; el mundo que explora -el de los desenfrenados hostales europeos- es un mundo que nunca antes se había explorado en clave de horror; y en su narración se vale, como lo hace el propio Tarantino (que no sólo aparece brevemente sino que presta su Pulp Fiction para una escena), de todos los recursos que le ha dejado la historia del cine de miedo, desde la brutalidad italiana hasta la crueldad japonesa, desde la frialdad inglesa hasta la santurronería norteamericana.

Roth es, no cabe duda, un personaje interesante. Trabajó durante seis años para David Lynch. Su extraña forma de ser (odia la sangre, adora las comedias de la gemelas Olsen) desconcierta a aquellos que soportan sus películas. Y su opera prima fue aplaudida por Peter Jackson porque sus héroes eran más humanos que los que suelen aparecer en este tipo producciones.

Poco de esto se ve en Hostal: ese es el problema. Sí, seguimos a los protagonistas, tres alegres gringos de viaje por la liberada Europa, como a un grupo de nuestros amigos. Y el monstruo detrás de todo, un tipo que maneja un plan turístico infernal al este de Bratislava, nos parece terriblemente posible. Pero el salvajismo se vuelve risible, en terror, cuando se repite hasta el cansancio. Y ver la última hora de Hostal, mal actuada, mal editada, es como ver a un contador de leyendas urbanas que no sabe parar.