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Más artista que diva

Semblanza de Victoria de los Ángeles, una de las grandes divas de la ópera del siglo XX.

Emilio Sanmigue
30 de enero de 2005

De verdad no me gusta hacerme la diva: es muy aburrido y cansa mucho", dijo Victoria de los Ángeles el 30 de mayo de 1988, la víspera de su última presentación en Bogotá. Tenía 65 años y el esplendor de la voz era asunto del pasado. Sin embargo, la inteligencia, refinamiento y pasión interpretativa fueron suficientes para llevar al público de la sala Luis Ángel Arango a brindarle una cerrada ovación. Ella retribuyó con la Seguidilla de Carmen de Bizet, y el auditorio se vino abajo. Visto en perspectiva, ese recital de hace ya 16 años fue una especie de resumen de lo que fue la carrera de la venerada cantante: arias del barroco español, lieder de Schubert, melodías francesas del impresionismo, canciones españolas y arias de ópera.

La muerte de Victoria de los Ángeles López García, ocurrida el pasado sábado 15 de enero en Barcelona a los 81 años, generó consternación en Alemania por haber sido durante su carrera de prácticamente 50 años excepcional intérprete de lieder y de las óperas de Wagner y Mozart. En Francia ameritó una declaración oficial de Renaud

Donnedieu de Vabres, ministro de Cultura, por su contribución a la divulgación de la canción y ópera francesas. En España 5.000 personas se hicieron presentes en el Palau de la Generalitat, en Barcelona, su ciudad natal, para rendir homenaje a la primera gran cantante española de rango internacional de la posguerra.

¿Dónde radicó su secreto para seducir de tal modo al mundo musical y desarrollar una carrera que trascendió más allá de las casas de ópera?

Primero, poseyó la voz de timbre único y una mezcla de inteligencia, pasión y naturalidad que hicieron que el compositor Xavier de Montsalvaje escribiera a raíz de su interpretación de Madama Butterfly de Puccini en el Liceo de Barcelona en 1955: "La calidad de la intérprete estuvo muy por encima de la propia obra".

Por otra parte tuvo la disciplina, la facilidad para los idiomas y el talento excepcional: en tres años hizo los seis años de estudios musicales del Conservatorio del Liceo. También su repertorio inusitado iba desde la música antigua hasta Wagner, sin hacer de lado la ópera italiana, la francesa, música sefardí y música de cámara.

Pero sobre todo hay que admirar su capacidad para poner de acuerdo a tirios y troyanos. Porque consiguió hacerse respetar y amar en una época dominada por las grandes divas, Callas y Tebaldi. Tanto es así que cuando se le pidió a Callas su opinión sobre la Metropolitan Opera de Nueva York, respondió: "Es un estercolero con una flor: Victoria de los Ángeles".

Su muerte cierra definitivamente un capítulo de la música del siglo XX: el de las grandes voces de la posguerra.